Cristina Cifuentes ha dado un paso hacia adelante en cumplimiento de su programa electoral, y también de los acuerdos de investidura firmados con Ciudadanos, al un Plan de Regeneración Democrática, que consiste básicamente en: establecer un sistema de listas abiertas, así como primarias en los partidos; reducción del número de diputados; limitación de mandatos a dos legislaturas; eliminación del aforamiento y establecimiento de nuevas incompatibilidades. ¿Alguien puede estar en desacuerdo?. Puede que sí, que alguien lo esté. Por ejemplo, quienes teman perder el privilegio del aforamiento frente al resto de los ciudadanos; aquellos que puedan resultar afectados por incompatibilidades; los que pretendan perpetuarse en los mandatos; los que con la reducción del número de diputados vean reducidas sus posibilidades de seguir calentando escaño, o quienes teman a las listas abiertas más que a un nublado. Pero, antes que los temerosos, está el resto de la ciudadanía, que entiende que estas iniciativas ahondan en la democracia y la mejoran. Puede que la idea de Cifuentes no haya caído bien dentro de ciertos despachos de los partidos, incluido el suyo, el PP, pero ha tomado la delantera en un asunto que puede convertirse en aplicación de carácter nacional. No me cabe la menor duda de que este Plan de Regeneración Democrática es bueno para España en todos sus ámbitos institucionales, aunque algunos, como Podemos, hayan comenzado a poner pegas a eso de reducir el número de diputados, y en consecuencia, las posibilidades de colocación.