Los empresarios son políticos por cuenta propia. O profesionales por cuenta ajena a la nómina de un partido. Pero al igual que los políticos, tienen buenas caras en público y dan puñaladas en privado y por la espalda. Como los profesionales de la política, los empresarios han aprendido a mostrar buen talante con el adversario y a que la procesión del silencio y la pasión, vaya por dentro.
El próximo lunes hay elecciones a la presidencia de la CEIM. Concurren dos candidatos, aunque puede haber un tercero, Guillermo Marcos, presidente de Unipyme. Los contendientes principales son: el actual presidente, Arturo Fernández, y el aspirante, Hilario Alfaro, una persona muy conocida en el ámbito del comercio madrileño. Se trata de dos empresarios de altura, claramente enfrentados de palabra durante el proceso electoral, aunque después se telefonean, como Rajoy y Rubalcaba. Al margen de lo que prometen y representan, está la difícil situación por la que atraviesa la CEIM. Pese a que Fernández quiere quitar hierro y responsabilidades institucionales al turbio asunto del fraude en los cursos de formación, la realidad es que hay implicados personajes muy pegados a la patronal madrileña, y eso hace que en estos momentos, el sector esté bajo sospecha, dudas y problemas de imagen. Sea quien sea el ganador de las elecciones, habrá de dar una vuelta de rosca a esa imagen que se ha visto deteriorada en las últimas semanas y comenzar un nuevo ciclo, en el que a la clase empresarial, igual que a la clase política o a los sindicatos, hay que exigirle trasparencia y seriedad, para que la sociedad pueda confiar en sus empresarios, como sueña confiar algún día en sus políticos, o en sus sindicalistas, aunque no se lo ponen fácil.