Cuando la Justicia se empeña en demostrar lo lenta que es, lo borda. Hay asuntos que se van a hacer puñetas, y no precisamente por la bocamanga de los jueces. La externalización en la sanidad pública madrileña está sujeta a fuertes discrepancias políticas, sindicales y sociales, que se hacen patentes en el parlamento, en los hospitales y en la calle, con su marea blanca envolvente. Hay recursos interpuestos por partidos, sindicatos y colectivos contra lo que llaman «privatización de la sanidad pública», recursos que en primera instancia pretenden paralizar preventivamente el proyecto. Así las cosas, se urge a un pronunciamiento judicial para evitar el colapso del proceso. Se reúne el Pleno de la Sala de lo Contencioso Administrativo del TSJ de Madrid, y se confía en que resuelva sobre los recursos y desbloquee la situación. Pero lejos de que así sea, por mayoría se acuerda devolver los recursos a sus respectivas secciones del Tribunal, lo que supone dar más lentitud a un proceso que requería celeridad, y da la sensación de que las urgencias (médicas o de las otras) no están hechas para la Justicia.
Los recurrentes están satisfechos de que la externalización continúe en vía muerta; el consejero de Sanidad lo acata, y se desespera por dentro. Y a todo esto, quienes se quejaban de que el Gobierno regional intentaba presionar a los jueces, se constituyeron en mini marea blanca, con pancartas y gritos incluidos, y se apostaron a las puertas donde estaban reunidos los jueces, en lo que se intuye como un intento de presionar pacíficamente a sus señorías.