rafagas
Peor que los nazis
Alrededor de un millón y medio de judíos y gitanos murieron durante la Segunda Guerra Mundial en el “Holocausto por balas”. Las víctimas cayeron masacradas por las ráfagas de ametralladora de los nazis, que reunían a los desdichados -también mujeres y niños- en grandes fosas y abrían fuego contra ellos en países como Ucrania, Rusia y Bielorrusia. Sin embargo, este horripilante método de exterminio masivo fue pronto sustituido al comprobar personalmente Heinrich Himmler, comandante en jefe de las SS, que muchos soldados alemanes quedaban psicológicamente afectados tras llevar a cabo las ejecuciones. Himmler se propuso encontrar un método de ejecución rápido y masivo que no afectase tanto a la moral de sus tropas. Probó a encerrar a las víctimas en camiones y a conectar el tubo de escape a su interior. Los judíos morían dentro del camión sin que nadie presenciase su agonía, y los cadáveres eran rápidamente trasladados al lugar de enterramiento dentro del propio camión. Este método derivó en las tristemente célebres cámaras de gas y hornos crematorios de los campos de concentración. El régimen nazi había ideado así un proceso “industrial” de exterminio con una doble ventaja: no afectaba a la moral de sus soldados y además ahorraba munición.
Hago esta referencia histórica para afirmar algo que, como todo lo que tiene que ver con el nazismo y las comparaciones que se realizan sobre él, no gustará a todo el mundo. Afirmo que el autodenominado Estado Islámico, también llamado ISIS o Daesh, es, en su esencia ideológica y moral, peor que el nazismo: mientras que muchos soldados alemanes -no todos, se supone, compartían el mismo nivel de fanatismo-, quedaban “tocados” psicológicamente por los crímenes de guerra que cometían, los terroristas del ISIS se retratan sonrientes con las cabezas cortadas de sus víctimas, se recrean en torturas inimaginables y parecen incluso disfrutar con delectación de sus atrocidades, cometidas incluso sobre mujeres y niños. Todo lo difunden en YouTube con un claro propósito propagandístico.
Añádase a ello que los terroristas del Estado Islámico, como yihadistas que son, arden en deseos de morir en el campo de batalla, para -según sus creencias-, reunirse en el más allá con decenas de huríes.
A la vista de estas dos evidencias, cabe preguntarse retóricamente si se puede negociar con el Estado Islámico, y por qué amplios sectores de la izquierda, sobre todo en España -ya hemos visto que Hollande no tiene problemas en enviar el portaaviones nuclear Charles de Gaulle y en combatir sin complejos el Estado Islámico-, siguen cegados por un absurdo buenismo antropológico que les impide ver el yihadismo como lo que es, un movimiento terrorista abominable que aniquila hombres, mujeres y niños y que debe ser combatida con la legítima fuerza de las armas de los estados democráticos. Estamos ante una clarísima “guerra justa” que incluso el papa Francisco ha aprobado.
Esta es la dura realidad. Cuanto más tiempo pierdan los gobiernos occidentales sin poner “botas sobre el terreno” será peor. Por suerte, el Estado Islámico no es una potencia industrial como lo era Alemania en los años 30. Pero los terroristas siguen acumulando pozos petrolíferos, riqueza y nuevos medios materiales y humanos, financiándose tal vez por ricos países del Golfo que siguen en el punto de mira de todas las sospechas.
Los más egoístas deberían saber que no se trata solo de miles de víctimas inocentes en países lejanos. Tenemos a los yihadistas mucho más cerca de lo que pensamos. La duda no es si matarán en España, eso se da por seguro; sino cuándo lo harán.
Siempre nos quedará el PortAmérica
¿Puede un festival sobrevivir a la cancelación de su jornada más potente en su tercera edición? Después de que la tormenta obligase a suspender la jornada del viernes 18 de julio del festival PortAmérica, en Nigrán, no parece que este evento musical haya quedado, ni mucho menos, herido de muerte. El público se ha perdido a Andrés Calamaro, Vetusta Morla y Calle 13, entre otros artistas, pero el balance, a pesar del mal tiempo, resulta positivo. Lo que no te mata te hace más fuerte, y esto es lo que debe aplicarse la organización del PortAmérica.
No voy a reiterar mi crónica del concierto de Iván Ferreiro, que figura en la entrada anterior. Lo que lastró el homenaje a Golpes Bajos del músico vigués fue seguramente un fallo de comunicación. Los organizadores, Esmerarte, tendrían que haber especificado en la cartelería que el concierto iba a ser en su totalidad un homenaje a Golpes Bajos, aunque luego el propio Iván, medios de comunicación, webs y redes sociales difundiesen lo que se estaba cociendo con Pablo Novoa y Luis García como protagonistas en la sombra. La comunicación debe mejorar también en la cuestión del transporte. Resultaba difícil enterarse de los horarios para los autobuses con destino a Vigo, si los tickets se podían comprar al momento o si se necesitaba reservarlos previamente en internet, dónde se cogían… El transporte público a la mayor ciudad de Galicia, distante solo 15 kilómetros, podría mejorarse. Sugerir que Vitrasa y el Concello de Vigo se implicasen parece materia de ciencia-ficción… El festival BBK Live, cerca del centro de Bilbao, reunió hace unas semanas a más de 120.000 personas, muchos llegados al parque de Kobetamendi en transporte público urbano. También, según me comentan, fue mejorable la comunicación en cuanto a la suspensión de la segunda jornada. El público se enteraba por las redes sociales pero no por la megafonía del festival.
Al margen de estas incidencias, PortAmérica nos ha dejado gratas sorpresas, como la de The Sonics. Uno tiene una edad y ciertos compromisos, por lo que se perdió el concierto de los estadounidenses. Me cuentan que convencieron a propios extraños con su rock garajero y que el público pidió más canciones al final del concierto. También dejó buen sabor de boca Belöp, el joven grupo gallego de synthpop que me perdí por las mismas razones, pero que cumplió con creces la misión de romper el hielo el sábado tras la suspensión del día anterior. Tal vez merecen un mejor lugar en el cartel para próximas ocasiones.
La organización trabajó muy duramente para que se celebrase la jornada del domingo, amenazada de nuevo por la mala climatología. Se esparció paja para tapar el barro y la superficie del descampado ya era practicable. Los conciertos de Calexico y sobre todo de Nada Surf estuvieron seriamente afectados por la lluvia, que obligó a buena parte del respetable a refugiarse en carpas y a perderse por tanto la música. De Calexico me quedo con su diversidad sonora, su competencia instrumental (tremendos el contrabajo y las trompetas) y el protagonismo de Jairo Zavala, Depedro, con la guitarra solista y las voces. La versión de «Bigmouth strikes again», de The Smiths, quedará para el recuerdo. Me perdí la mitad del concierto de Nada Surf por la lluvia, pero el grupo de Matthew Caws estuvo tan enérgico como siempre. Caws anunció que estaban grabando un nuevo disco con un sello gallego, Ernie Records, de Josiño Carballo.
Tenían ganado al público de antemano los catalanes Love of Lesbian, con la baza de guardar en la manga «hits» infalibles com «Fantástico» y «Club de fans de John Boy». La lluvia les respetó y no deslució su gran final con una nariz gigantesca, de la que salía un humo verde, y algunos disfraces grotescos. Santi Balmes, como también había hecho Matthew Caws, tuvo un recuerdo cariñoso para el público que aguantó impertérrito bajo los intermitentes, y a veces muy intensos, aguaceros.
© Rafael R. López
Otro momento inolvidable del sábado, además del «Club de fans de John Boy» de los LOL fue el contundente «Toro» de los pamploneses El columpio asesino. El sonido oscuro de esta banda «indie» fue de lo más destacado del festival junto con el muro de sonido de Triángulo de Amor Bizarro el jueves. El músico vigués Abraham Boba (David Cobas), líder de los León Benavente, que habían actuado con anterioridad, protagonizó el momento lisérgico del concierto al subirse al escenario de El columpio asesino para bailar con total desinhibición, contagiando su alegría al público. La irrupción de «espontáneos» (bueno, menos) de otras bandas fue una de las notas más positivas del PortAmérica, un detalle que invita a pensar que el festival no se ha visto mermado pese a los avatares de esta edición. Los trompetistas de Calexico tocaron con Nada Surf; el batería de Vetusta Morla, David García «el indio», tocó percusión en varias canciones de Calexico; Budiño (que el sábado estaba como espectador) salió a tocar en el concierto de Vega… Un ambiente de buen rollo casi familiar entre los músicos que invita al optimismo.
Por último, y porque la transparencia es condición de veracidad, quiero agradecer a Esmerarte, la organizadora del festival, y a Estrella Galicia, uno de los patrocinadores principales, su invitación para seguir el PortAmérica. Ambas empresas gallegas trabajan durante todo el año para ofrecer una programación musical de calidad, realizando una labor sin la cual los habitantes de Vigo y su área de influencia se quedarían huérfanos de un legado musical del que ya se han hecho inseparables. Resulta llamativo, por no decir patético, que poblaciones como Nigrán y hasta A Guarda, compitan e incluso superen a Vigo, la mayor ciudad de Galicia, en programación musical durante el verano. No hablemos ya de Pontevedra, Santiago y A Coruña. Alguien debería calcular cuánto deja de ingresar Vigo por la falta de acontecimientos culturales relevantes que atraigan visitantes del resto de España. La ciudad que no hace mucho acogió los recitales de Oasis, Leonard Cohen, Metallica, Franz Ferdinand, Keane y The Rolling Stones, entre otros, no merece convertirse en un erial en lo que respecta a grandes conciertos. Por suerte, siempre nos quedará el PortAmérica.
Golpe bajo a Iván Ferreiro
El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. El dicho se puede aplicar a lo ocurrido anoche, 17 de julio de 2014, durante el concierto de Iván Ferreiro en el festival PortAmérica de Nigrán. Su homenaje a Golpes Bajos fue muy mal recibido por buena parte del público, seguramente el más joven, que pareció no haberse enterado de que el músico vigués y su banda iban a interpretar exclusivamente temas del grupo que lideró el malogrado Germán Coppini. La otra parte de la audiencia, como el que esto escribe, los que acudimos precisamente atraídos por la original propuesta -que incluía a dos miembros originales de Golpes Bajos, el multiinstrumentista Pablo Novoa, mano derecha de Ferreiro desde hace años, y el excelente bajista Luis García, que rompía un silencio de décadas-, se vio algo decepcionada por el resultado. Veremos por qué.
Por el escenario Estrella Galicia, aún de día, ya habían pasado unos solventes Jayhawks, que se centraron en su excelente álbum “Rainy day music” (2003) y los trabajos anteriores, incluyendo “Tomorrow the green grass”, “Sound of lies” y “Smile”. En el público se pudo ver a músicos vigueses, como algunos integrantes de Niño y Pistola e incluso al padre de uno de ellos, luciendo melena canosa al viento. Todo un ejemplo de integración intergeneracional. Temas como “Stumbling through the dark”, “Angelyne” y “Save it for a rainy day” convencieron a una audiencia mayoritariamente veterana y entregada de antemano al buen hacer y a la leyenda del grupo de Gary Louris.
Después de los siempre festivos y festivaleros Sidonie, que dieron en el escenario Abanca un repaso a su amplia paleta de sonidos, desde la psicodelia de sus comienzos a la electrónica de su último álbum, “Sierra y Canadá”, llegó el turno de Iván Ferreiro o de Golpes Bajos, según se mire. Lo que ocurrió a partir de entonces pasará a los anales de la historia musical de Vigo y del Val Miñor, y no por motivos exclusivamente positivos. “Desde allí, desde su casa”, como dice la canción “Turnedo”, Iván Ferreiro y su banda, completada por su hermano Amaro a la guitarra y Martiño Toro (que se hace llamar Marta Toro) a la guitarra y teclados, se dispusieron a interpretar las canciones de Golpes Bajos (dos EP y el álbum “A Santa Compaña”) en orden inverso, es decir, empezando por “Devocionario”. Ferreiro lo dejó claro desde el principio, y repitió lo anunciado en la prensa (incluyendo un artículo en Faro de Vigo de mi autoría) y en las redes sociales desde hace meses: no habría ni una canción de su repertorio, sino un concierto completo de canciones de Golpes Bajos. La advertencia de que Iván Ferreiro iba a tocar temas de su “grupo favorito”, como él mismo dijo, desconcertó a parte del público, que comenzó a enviar tuits de protesta. Lo más rocambolesco es que una pantalla gigante junto al escenario reproducía todos los tuits enviados con la etiqueta #PortAmerica (sic), por lo que todo el público podía ver de forma simultánea la reacción, no siempre respetuosa, de parte de los asistentes. “Golpe bajo de Iván Ferreiro”, “toca alguna de Piratas”, “queremos el dinero de la entrada”, “vergüenza”, “aburre a las moscas”, “Iván oposita para la orquesta Panorama”… fueron algunas de las expresiones vertidas en Twitter y que tuvieron reflejo en la pantalla para el estupor general. Resulta loable que los responsables de PortAmérica no aplicaran censura alguna sobre los tuits, pero tal vez debieron desconectar la aplicación, porque durante mucho tiempo la pantalla llegó a concitar más interés para muchos que el concierto en sí.
Al margen de lo desinformados que estaban algunos, la pésima mezcla de sonido y algunas decisiones de planteamiento, como el orden inverso (empezaron por “Devocionario”, seguramente su trabajo más discreto) y el hecho de prescindir de la batería (sustituida por cajas de ritmos) lastraron un homenaje que solo remontó el vuelo con los éxitos más coreados de Golpes Bajos: “Fiesta de los maniquíes” y “Malos tiempos para la lírica”, sobre todo.
La guitarra de Amaro Ferreiro apenas se pudo escuchar a lo largo de toda la actuación, y la voz de su hermano, tan diferente a la inconfundible de Germán Coppini, se perdía tratando de igualar los tonos graves del santanderino. Otra de las decisiones discutibles de planteamiento fue la de tocar las canciones con idéntico tono y estructura que las originales. Más que verdaderas versiones, eran meros “covers” que apenas aportaban nada del universo de Iván Ferreiro. El vigués renunció a hacer suyas las canciones, cuajando un homenaje demasiado respetuoso. Como había adelantado en Twitter Pablo Novoa, verdadero director musical de este homenaje, las canciones daban vértigo de lo fieles que sonaban.
Valió la pena acudir a Nigrán solo por ver a Luis García, excelente bajista, maestro y pionero de la técnica del “slap” en el pop español, que llevaba muchos años apartado de la música profesional después de tocar con Golpes Bajos y Semen Up. Su magnífico sonido de bajo volvió a lucir sobre el escenario, pese a que la mezcla lo dejase, lamentablemente, en muy segundo plano durante buena parte del recital.
Quien sí lució como nadie fue Pablo Novoa, que alternó la guitarra -magnífico su solo en “Escenas olvidadas”, el tema que debería haber abierto el concierto- con los teclados, el piano, las programaciones y la percusión. En esta última función, la de percusionista, se desempeñó como un auténtico Tito Puente de las Rías Baixas. En su rostro se percibía la emoción y tal vez la rabia. Quizá recordaba lo que pudo haber sido la frustrada (y frustrante) reunión de Golpes Bajos de 1998, si Teo Cardalda no le hubiese ignorado a él y a Luis García. Lo de anoche fue una especie de acto de desagravio hacia aquel “revival” incompleto que dio como resultado el álbum “Vivo”, con discutibles resultados. Uno tiene la satisfacción de haber visto, al menos, a todos los miembros de Golpes Bajos, aunque en dos mitades (Coppini + Cardalda y Novoa + García), y con 16 años de diferencia, primero en Castrelos y luego en Porto do Molle.
Una experiencia agridulce, en fin, la del homenaje de Iván Ferreiro a Golpes Bajos. Un tributo muy bien intencionado, interpretado con talento y gusto y muy bien preparado, por más que Iván Ferreiro se ayudase de un atril para no olvidar las letras. Novoa, García, Ferreiro y los demás han trabajado denodadamente durante meses en este proyecto fugaz y no merecían la reacción de algunos miembros del respetable, seguramente aquellos que, por su edad, no conocen la calidad y la relevancia de Golpes Bajos. A ellos habría que recordarles que antes de ir a un concierto hay que informarse; que existen los periódicos (esos añejos objetos de papel), las páginas web y las cuentas de Twitter. Tal vez la organización debió haber incluido en los carteles la frase “tributo a Golpes Bajos” junto al nombre de Iván Ferreiro, pero quienes fueron al concierto no pueden quejarse de falta de información. Se advirtió hasta la saciedad.
Hoy será el turno en PortAmérica de Andrés Calamaro, pero el que por ahora ha demostrado una “honestidad brutal” ha sido Iván Ferreiro. Lástima que en esta vida la honestidad no siempre garantice buenos resultados y aplausos. A veces hasta recibes golpes bajos.
La foto del grupo, antes del concierto. De pie, de izquierda a derecha, Amaro Ferreiro, Martiño Toro e Iván Ferreiro. Sentados, Luis García (con gafas de sol) y Pablo Novoa. Foto publicada en la cuenta de Twitter de Pablo Novoa (posiblemente su autor es el gran Janite, aunque lo desconozco).
ACTUALIZACIÓN: Añado aquí las matizaciones y explicaciones que realizó el propio Pablo Novoa cuando compartí esta entrada en Facebook. Creo que es justo y apropiado darle voz a uno de los protagonistas del concierto:
«Fue realmente duro. Mi misión cuando subo a un escenario, y nunca lo olvido, es divertir, emocionar, hacer disfrutar al público que es quien además, me da de comer. Si una buena parte pita,se queja, no es un problema de ego, es que no estoy cumpliendo mi cometido. Me temo que hubo también un fallo de comunicación. Muchos no sabían lo que iban a escuchar. (…) No sustituimos al batería por una caja de ritmos. Golpes Bajos en su formación original siempre tocó en directo con caja de ritmos. Era para mi, parte fundamental del concierto.Yo pretendí hacer lo que nunca se hizo desde 1985. Que sonara el grupo como era. Versiones se han hecho muchas. Se trataba de que el que recordase los discos, los pudiera disfrutar tal cual en directo. Y los que por edad u otra razón se acercasen por curiosidad, escuchasen cómo era en directo Golpes. Evidentemente con la voz en este caso de Iván, que hizo un trabajo increíble. Me saco el sombrero por Iván. Enorme esfuerzo, enorme talento, enorme generosidad. Muy orgulloso de mis compañeros».
Nada del otro jueves
Hay algo peor que la censura: la autocensura. Es lo que creo que ha ocurrido aquí por parte de la editorial RBA. No me imagino a la Casa del Rey exigiendo la retirada de esta portada de El Jueves, y si lo han hecho así, les ha salido el tiro por la culata, porque ahora la ha visto todo el mundo. Solo se puede retirar una publicación si se aprecia un delito tipificado en el Código Penal, mediante decisión judicial. Este no es el caso, ni de lejos. Esta portada (la de la derecha, que fue finalmente destruida) no es que no sea delictiva, es que es hasta inocente, sobre todo en comparación con los contenidos de una publicación como Mongolia, por ejemplo. Flaco favor le hacen a la credibilidad de la monarquía este tipo de decisiones. Mi apoyo a El Jueves y a la libertad de expresión.
Monarquía razonable
El monárquico Luis María Anson ha puesto el ejemplo perfecto esta mañana: «Prefiero la república de Austria a la monarquía de Arabia Saudí». El que esto escribe no es monárquico, ni republicano, ni todo lo contrario. Solo está agradecido al rey Juan Carlos por haber propiciado el periodo más largo de paz, libertad y progreso de la Historia de España. En estos 38 años largos, la monarquía parlamentaria ha funcionado razonablemente bien, pese a los graves errores del rey (y especialmente de la familia real) en los últimos años. Importa más el fondo, las libertades, que la forma, el régimen político elegido, en este caso la monarquía democrática refrendada en el referéndum constitucional de 1978. Y el de España no es ninguna rareza en el panorama europeo. Países tan avanzados y democráticos como Reino Unido, Suecia, Noruega, Dinamarca y Holanda tienen como régimen político una monarquía parlamentaria. Resulta curioso que la izquierda se olvide de ellos cuando los ponen como ejemplo en otras cuestiones, como el Estado del bienestar y la educación pública.
Va contra la lógica que la jefatura del Estado sea hereditaria, eso es algo difícilmente discutible. Pero si la monarquía cumple razonablemente con su función representativa y simbólica, y ha sido aprobada en referéndum (lo fue en 1978), no tiene sentido cambiar. Como dicen los anglosajones, no arreglemos lo que no está estropeado, sobre todo cuando la historia nos enseña que las experiencias republicanas han terminado en fracaso. Invito a repasar la Historia de España de los siglos XIX (sobre todo) y XX. Después de hacerlo se valoran en su justa medida la paz y estabilidad que hemos disfrutado durante los últimos 38 años.
Además, la gran mayoría de los que defienden la república no defienden la república en general, el modelo de Estado de Alemania, de Estados Unidos o de Francia, por poner tres ejemplos, sino el régimen sectario que dio al traste con la II República, primero en 1934 y luego en 1936. Son los que han colgado una guillotina con la bandera tricolor en Valencia y los que exhiben símbolos comunistas en las manifestaciones a favor de la III república. Los mismos que consideran a regímenes como el venezolano, el cubano e incluso el de Corea del Norte como ejemplos. Si esos son quienes han de traer la república, me quedo con la monarquía, por muchos errores que haya cometido la actual.
Y, en resumidas cuentas, ¿a alguien se le ocurre algún político español que pueda ser presidente de la III república? ¿Alguna figura política de consenso? Adolfo Suárez está muerto. ¿Felipe González tiene ese perfil? ¿Aznar? ¿Zapatero? Las únicas figuras de consenso que se me ocurren están en el ámbito del deporte. Nadal, Del Bosque, Casillas, Iniesta, Gasol… Y no me los imagino de presidentes de la república. Al contrario de lo que ocurre en Portugal, en este país cainita y dividido no se respeta a ninguna figura política hasta ese punto.
Mucha suerte a Felipe VI. No me gustaría estar en su piel ante lo que se avecina.
Pablemos
Si lo de Francia con Le Pen y lo de Grecia con Amanecer Dorado da miedo, lo de Podemos en España, también. Ya se ha hablado del programa electoral de este partido, un completo disparate, más parecido a una carta a los Reyes Magos, como dice un buen colega mío, que a una lista de medidas mínimamente razonable. No se sabe si es más peligroso que Podemos se haya convertido en la cuarta fuerza política -en solo cuatro meses de existencia- impulsada por votantes conocedores de su ideología, afín al castrismo y al bolivarianismo, o por quienes la desconocían. Porque si se ha votado con las vísceras, o simplemente por la dimensión mediática de Pablo Iglesias, tertuliano en varios debates de televisión, parte de la opinión pública tiene que hacérselo ver. Y empresarios como Vasile y Lara deben hacer examen de conciencia sobre el tipo de personajes que promocionan en sus tertulias televisivas.
Posiblemente no existe un conocimiento generalizado entre los votantes sobre cuál es la naturaleza extremista de Podemos, que ha triunfado adoptando como nombre el lema para el Mundial 2010 de Cuatro -los inefables «Manolos», que a su vez tradujeron el «Yes we can» de Obama- y colocando en el logotipo del partido la efigie de su líder mediático, Pablo Iglesias. Pocos sabrán que detrás está un personaje tan siniestro como Juan Carlos Monedero, defensor a ultranza de dirigentes como Chávez y Maduro. Y, en el fondo, en España, en general, no se considera la extrema izquierda tan dañina como la extrema derecha, porque no se ha padecido una dictadura comunista y se ha idealizado la II República hasta la saciedad.
Veremos en las próximas elecciones si Podemos es un suflé que termina desinflándose. Ha dicho algún compañero que es un partido que nadie vota a partir de los 23 años. Yo soy más pesimista al respecto.
Coppini
Es difícil escribir sobre Germán Coppini cuando ya lo han hecho mucho y bien maestros como Diego A. Manrique y Lorenzo Silva. No puedo aportar más datos ni expresarlo mejor que ellos, pero se lo debía a la voz del que fue uno de mis primeros grupos favoritos: Golpes Bajos. Gracias a mi hermano mayor (nacido en 1965, y habitual del Satchmo vigués en los primeros años 80) y a las cintas que le grababan sus amigos -bendita piratería de baja intensidad- pude conocer el primer disco de Golpes Bajos y «A Santa Compaña», magistral álbum del que se cumplirán tres décadas en 2014. Corría el año 1985 y yo tenía 13 años. Con el tiempo compré todas sus grabaciones en CD. Porque yo era de Golpes Bajos, mientras que el 99% de la gente de mi edad, en Vigo, vibraba con Siniestro Total. No es que no me gustasen hasta cierto punto temas como «Ayatolah» o «Matar hippies en las Cíes», pero nunca las consideré más que un divertimento. Las canciones de Golpes Bajos, además de tener unas excelentes melodías, tenían profundidad, te hablaban al corazón y hasta te enseñaban verdades como puños: «No se ama a los sumisos, simplemente se les quiere». Me sentía un poco bicho raro como fan de Golpes Bajos, mientras la gente de mi edad escuchaba a los más festivos Siniestro y Aerolíneas Federales.
Como letrista, Germán Coppini alcanzó alturas comparables a las de Santiago Auserón y Antonio Vega, aunque no tuviera un talento comparable en la parte musical. Dio lo mejor de sí con Golpes Bajos, una feliz conjunción de cuatro talentos: no hay que olvidar al guitarrista y productor Pablo Novoa y al excelente bajista Luis García (gran intérprete de la técnica de «slap»), luego en Semen Up. Tanto en el caso de Coppini como en el de Teo Cardalda (cuyo silencio tras la muerte de su antiguo compañero ha sido muy significativo) , no volvieron a producir canciones de tanta calidad después de Golpes Bajos. El intento de reunión de 1998 fue decepcionante, al no contar con Novoa ni con García (Cardalda no quiso llamarles, según la versión de Coppini) y cambiar algunas letras de las canciones, algo verdaderamente incomprensible. La química se había esfumado. Recuerdo que la crónica de Faro de Vigo del concierto que dieron en Castrelos (Vigo) se titulaba algo así como «Siguen siendo malos tiempos».
Tuve ocasión de entrevistar al santanderino en 2008 con motivo de su primer disco con Álex Brujas, «Primo tempo», con el que formó el proyecto llamado Lemuripop. Era un álbum más que interesante que pasó sin pena ni gloria y que apenas tuvo repercusión en los medios de comunicación. Faro de Vigo fue una de las escasas excepciones. Si la mitad de los que le reivindicaban en Twitter hubiesen escuchado algo de aquel material…
Seguramente no era el tío con el que la mayoría se hubiese ido de copas. Tenía fama de borde, o al menos, de muy reservado. Y políticamente no podíamos sostener posiciones más opuestas, aunque ni en 1985 se sabía eso ni importa para lo que nos ocupa. Solo los sectarios desprecian la obra de un artista simplemente por sus ideas políticas.
La influencia de Germán Coppini fue patente en músicos como el vigués Juan Rivas (con el que colaboró) y el grupo granadino Lori Meyers. Pero había que vivir aquella época de mediados de los 80 para recordar lo que fue Golpes Bajos. Aquel Vigo gris y lluvioso, duramente afectado por la reconversión industrial, tuvo un artista (vigués de adopción, porque nació en Santander) que convirtió el tedio y el pesimismo en poesía. Si Manchester tuvo a Morrissey, Vigo tuvo a Germán Coppini.
Mi excelente final
para una corta vida,
divertidas caras de asombro
cuando recibáis la noticia.
Ni una sola lágrima,
todo queda en palabras,
anécdotas e historias, pero
¿a que soy algo que se atraganta?
Ni una sola lágrima,
ni una sola lágrima.
Y tú, mi pequeña,
¿me tratarás igual
o te sujetarán unos brazos
cuando te desvanezcas?
«Era una bella persona»,
menuda sarta de hipócritas,
mas ni siquiera por asomo
habéis llegado a superarme.
Ni una sola lágrima.
Una historia de amistad
Dalmacio (nacido en 1928) y Juan (nacido en 1930) se hicieron amigos cuando estudiaron en la misma escuela, en Vigo, en torno a 1950. Coincidieron en sus primeros trabajos, lejos de sus casas, pero luego la vida les distanció. Dalmacio trabajó durante diez años en una refinería de Venezuela y perdió todo contacto con su amigo, que siguió trabajando en Galicia. Pasado el tiempo, Dalmacio regresó a Vigo para trabajar y en esa ciudad sufrió la pérdida de su mujer, a la que quería con locura. Sumido en una profunda depresión, Dalmacio se desconectó de la vida, hasta que en 1999, y de forma totalmente casual, le encontró en la calle su amigo de la juventud, Juan. Cuatro décadas después de haberse visto por última vez, su amistad seguía viva como si no hubiese pasado tiempo. Siguieron compartiendo paseos y tertulias y hoy Juan, de 83 años, enfermo de Parkinson y con importantes lagunas de memoria, recibe la visita de Dalmacio (de 85) asiduamente en la residencia de la tercera edad, y salen juntos a pasear. Nadie podía imaginar que el amigo de mayor edad iba a cuidar del más joven. Hoy por ti y mañana por mí. «La vida tiene mucho de lotería», dice Dalmacio. Y un amigo de verdad es el mejor premio.
Basada en hechos reales.
Por qué el «fin de la cita» de Rajoy es correcto
Que Mariano Rajoy haya pronunciado en reiteradas ocasiones «fin de la cita» en su intervención del pasado 1 de agosto no tiene nada de erróneo, al contrario de lo que la mayoría sostiene. Una vez más, como decía Goebbels, una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, y es lo que ha ocurrido en este caso, con el agravante de que los ignorantes se han querido mofar con el «hashtag» #findelacita de quien ha hecho un uso correcto de la oratoria, con independencia de la opinión política que nos merezca su discurso.
El presidente del Gobierno estaba citando a Rubalcaba, por lo que es perfectamente correcto que haya utilizado la expresión «fin de la cita». Como ha señalado en Twitter mi colega y paisana Montse Doval, experta en comunicación, una cita «por escrito se señala con comillas; cuando se habla, se señala diciendo dónde empieza y termina una cita». Es decir, quien lee el texto sabe que está leyendo una cita ajena porque lee las comillas (o la letra en cursiva). Sabe dónde empieza y dónde termina el texto citado porque ve dónde se abren y se cierran las comillas. Sin embargo, el oyente no sabe dónde termina la cita, por lo que el orador tiene que aclararlo. Que ese «fin de la cita» estuviese entre paréntesis, como aseguró la SER (sin aportar pruebas), es totalmente anecdótico.
Otra forma de expresar lo que quiso decir Rajoy sería utilizar la fórmula «abro comillas» y «cierro comillas», como ha destacado el autor del (muy recomendable) blog Elentir, pero dicha fórmula es mucho menos culta y más vulgar, como sugiere Elentir. En inglés oral está muy extendida la expresión «quote» (cita) y «end quote» (fin de la cita). Lo mismo ocurre con el español, aunque la expresión «fin de la cita», insisto, sea menos coloquial que «abro comillas» y «cierro comillas».
Es muy triste tener que explicar esto, pero así está el nivel cultural de una España víctima de la Logse.
Por último, considero que el recurso de Rajoy al «fin de la cita» es, en sí mismo, una reiteración, un elemento retórico que recuerda al «váyase señor González» que pronunció Aznar en el Congreso en 1994, a raíz del escándalo Filesa. Dentro de unos años se conocerá esta intervención del presidente como la del «fin de la cita», igual que todos recordamos el «váyase señor González» casi veinte años después. Una vez más, como pasó con la ya célebre «niña de Rajoy», el presidente del Gobierno ha tratado de añadir una peculiaridad a su discurso, aunque los resultados hayan sido más bien pobres en ambas ocasiones.
Atentado al lenguaje
Ha vuelto a ocurrir. En TVE (podría ser cualquier medio de comunicación) se decía anoche (22 de mayo de 2013) que el asesinato de Londres (dos individuos atropellaron y degollaron a un soldado británico) «podría ser un atentado». Una vez más, se asume, erróneamente, que todo atentado es una acción terrorista, cuando en absoluto es así. El diccionario de la Real Academia en internet define «atentado», en su cuarta acepción, como «agresión contra la vida o la integridad física o moral de alguien». En ninguna de las acepciones se hace alusión al terrorismo. Por lo tanto, lo ocurrido en Londres es, a todas luces, un atentado, haya tenido o no una motivación terrorista. Una agresión motivada, por ejemplo, por una enajenación mental, también es un atentado. Seguramente los cientos de atentados de ETA han provocado que, para muchos españoles, la palabra «atentado» equivalga a crimen terrorista, pero no es así.
Los informadores, y muy especialmente los de los medios públicos (algunos, muy bien pagados), deberían cuidar más el lenguaje. El diccionario de la RAE en internet permite despejar cualquier duda en segundos. Ya no hay excusas.