Ana Popovic, mucho más que blues

La cantante y guitarrista de origen serbio Ana Popovic enardeció al público que llenó la sala Rouge de Vigo para escuchar sus canciones de blues, soul y funk, en uno de los conciertos más esperados del ciclo Máis Que Blues, que organiza la asociación cultural River Bucks.

La artista afincada en Los Ángeles demostró su virtuosismo con la guitarra eléctrica, tanto en los blues de 12 compases como en temas de estilo más soul, funk y jazz. Al frente de su excelente cuarteto, con batería, bajo de cinco cuerdas y teclados, Ana Popovic interpretó canciones de su último álbum, «Like it on top”. y de sus trabajos anteriores. Dos momentos culminantes fueron «Navajo Moon», tema original de Ana Popovic en homenaje a Stevie Ray Vaughan y Ronnie Earl, y su arrolladora versión de «Crosstown Traffic», de Jimi Hendrix, otro de sus ídolos. A lo largo de todo el concierto alternó dos guitarras Fender Stratocaster, en las que empleó en ocasiones el slide y el pedal de wah-wah.

Además, mostró una gran simpatía, acordándose del cumpleaños de una de las organizadoras, Ángela Martínez, y dedicándole una canción (“Woman to love”), además de agradecer constantemente los aplausos del público vigués, del que dijo que estaba «on fire».

Ha sido la primera actuación de Ana Popovic en Vigo y seguramente la última vez que se le ha podido ver en un local de tan reducidas dimensiones, donde unos pocos cientos de espectadores han podido admirar de cerca la increíble técnica, sentimiento y presencia escénica de esta auténtica diva del blues, que después del recital dedicó un tiempo a firmar autógrafos.

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Sobre «Zooropa», de U2

Lo dije sobre este reportaje publicado en Jot Down: he leído pocos artículos sobre U2 con tantos errores como este. Y he leído unos cuantos. Jot Down me pidió en Twitter que les apuntase los errores, y aquí accedo a su petición.

Vaya por delante que a mí su autor me merece todo el respeto, máxime cuando en Twitter ha transmitido una idea totalmente contradictoria con la tesis de su artículo: “A mí me gustaban desde el principio pero esa reinvención 1991-93 me pareció prodigiosa…”, admite Guillermo Ortiz, @guilleortiz_77. Se conoce que para conseguir “clicks” y lecturas hay que escribir como Julián Ruiz, con poco respeto y menos precisión, y que poner a parir a U2 vende, como sabe Quico Alsedo: los “odiadores” de los irlandeses devorarán el texto, igual que los amantes de U2 (entre los que me incluyo), por motivos opuestos.

Vayamos por partes, señalando una a una y por orden en el texto las incorrecciones y falacias (en negrita). Intentaré evitar criticar, en lo posible, los juicios de valor o posibles incorrecciones gramaticales como la del titular: “El año que U2 dejó…”

“U2 decidió abrazar la modernidad en 1991”. Toma ya. Primera afirmación lapidaria… y falsa. Creo que no peco de talibán (o “talibono”) si digo que “Boy” (1980) y “The unforgettable fire” (1984) fueron dos álbumes rabiosamente modernos e innovadores en su momento, por no hablar de “The Joshua tree”. Sostener que U2 abrazó la modernidad en 1991, como si antes hubiese sido un grupo de rock tradicional, sin ninguna influencia del punk rock y del post punk, es totalmente absurdo.

Se alude a The Edge como “David Howell”. En realidad The Edge se llama David Howell Evans o, más corto, David Evans. Su apellido es Evans, vaya.

“Island Records, la discográfica de toda la vida de los irlandeses, decidió presentar el disco a la prensa como «un proyecto de música de baile»”. No es así. En realidad fue parte de la prensa la que presentó el disco como de baile, debido a una mala traducción de un periodista, creo que alemán (lo de la nacionalidad no lo tengo seguro). Bono le comentó en una entrevista que el álbum iba a ser denso, palabra que en inglés (“dense”) suena prácticamente igual que “dance” (“baile”). De ahí la confusión.

“…baladones adolescentes tipo «One»”. Hombre, presentar “One” como un tema adolescente… Ni en el fondo (letra) ni en la forma (música) tiene nada de adolescente.

“«Light My Way»”. Obviamente se refiere a “Ultraviolet (Light my way)”.

“Las distorsiones acompañaban a cada canción”. “One” y “Ultraviolet (Light my way)”  son dos canciones de “Achtung Baby” en las que prácticamente no se usa la distorsión.

“Aquello fue un bombazo. Llegó al número uno en las listas de todo el mundo”. En realidad el éxito de “Achtung Baby” fue de cocción lenta. En muchos países no llegó al número uno, como se puede comprobar fácilmente en la Wikipedia anglosajona. Muchos fans de U2 se bajaron del carro ante el nuevo sonido. Bono se llegó a referir a los fans que habían perdido como los “pop kids”. Con el tiempo (el álbum necesitaba muchas escuchas para ser asimilado) “Achtung Baby” fue un éxito, pero no puede compararse al bombazo que sí fue “The Joshua tree”, todo un fenómeno social en muchos países. En San Sebastián, primer concierto de U2 en España tras la gira de “The Joshua tree”, quedaron entradas sin venderse hasta el último día. El gran salto mortal de U2 fue “Achtung Baby”, no “Zooropa”. Ahí estuvo la reinvención y el mayor riesgo.

“De grupo «comprometido» y a menudo coñazo, U2 pasó a ser una banda de rock digna de ese estatus”. U2 nunca dejó de ser una banda comprometida ni a dar el “coñazo” con sus causas. Que se lo pregunten a George Bush (padre) y a Bill Clinton. Abrían la gira “Outside Broadcast”, el Zoo TV en Estados Unidos, con un vídeo del presidente George H. Bush, al que llamaron por teléfono y le intentaron decir que empezarían a molestar a (el siguiente presidente) Bill Clinton. En cuanto a la temática “coñazo”, que algunos identifican con los U2 “evangélicos” (sic), nunca se fue de las canciones: véase “Until the end of the world”, con esa alusión a Judas y Jesucristo, “One” (Jesús y los leprosos) y “Mofo” (“intentando llenar ese agujero con la forma de Dios”). Por no hablar del apoyo constante a Amnistía Internacional y Greenpeace. En apoyo a esta última se implicaron personalmente en una acción de la ONG contra la central nuclear de Sellafield, en Inglaterra, en plena gira Zoo TV.

“Ni un solo escándalo que confirmara la intención más allá de la fallida boda del bajista con la modelo Naomi Campbell”. O sea, que para ser una banda de rock digna de ese estatus hay que protagonizar escándalos. Ya. Malas noticias para los buenazos Bruce Springsteen y Paul McCartney, faltos de pedigrí rockero, según esta curiosa tesis. Pero tampoco U2 estuvo exento de algún otro escándalo: Adam Clayton fue condenado en 1989 (cuando U2 aún era un “coñazo”) por posesión de marihuana. ¿Eso cuenta como escándalo? Y en 1993 el mismo bajista no pudo tocar en un concierto en Sídney por estar demasiado pasado. ¿Es ya U2 una banda de rock digna?

“U2 prometía diversión y el público se divertía, entre confusas apelaciones a la unidad de Europa que pintaban más bien poco”. Hombre, apelaciones a la unidad de Europa… Lo que transmitía “Zooropa”, especialmente la canción que daba nombre al disco, era incertidumbre ante el futuro de Europa, una incertidumbre que “podía ser una luz que guiara”, como reza la letra. Mientras nacía la Unión Europea con el tratado de Maastricht, Yugoslavia se desangraba en una guerra y U2 conectaba con Sarajevo.

“… la clandestinidad de su publicación: en medio de una enorme gira, sin anuncio previo”. No es cierto. Sí hubo anuncio previo de la publicación de “Zooropa”, con fecha incluida, de la discográfica “Island”. Yo mismo conservo una octavilla original de aquel año, parecida a la que ilustra esta entrada, con la fecha anunciada del 5 de julio de 1993.

“Si Achtung Baby era un disco «obligatoriamente» raro por las circunstancias de la industria y del grupo, Zooropa era un gustazo que se daba la banda para darles en las narices a todos los críticos”. Es difícilmente sostenible que la industria pidiese un disco como “Achtung Baby”. Es cierto que bebía de influencias que estaban de moda en la música alternativa (no demasiado comercial), como el sonido Mánchester (o “Madchester”), pero el paso lógico comercialmente, lo que la industria deseaba, era un disco en la línea de “The Joshua tree” y “Rattle and hum”.

“Por primera vez en su historia, el cantante no era Bono sino The Edge”. Aquí el autor, que se refiere a «Numb», se olvida de “Van Diemen’s Land” (1988), cantada en su totalidad por el guitarrista en el álbum “Rattle and hum”, por no hablar de “Seconds”, del álbum “War” (1983), en la que The Edge canta una parte significativa de la canción.

“The Flood, su ingeniero de sonido fetiche”. El pseudónimo profesional de Mark Ellis no es The Flood sino Flood, a secas. En otra parte del texto vuelve a escribir «The Flood».

“…cantando toda la canción en falsete. Otra vez, más de cinco minutos”. Se refiere a “Lemon”, que en realidad no está cantada en su totalidad en falsete. Y que “Lemon” durase más de cinco minutos no es novedad. “Where the streets have no name” y “Bad” también duraban más de cinco minutos y fueron éxitos. La propia “With or without you”, éxito comercial mundial, dura casi cinco minutos.

“Veinticuatro años de palos de ciego”. Es un juicio de valor y una opinión, y como tal difícil de rebatir, pero descalificar así todo el periodo 1993-2017 de U2, incluyendo discos arriesgados como “Pop” y “No line on the horizon”, es algo que difícilmente se sostiene.

“Solo que era imposible volver a lo de antes si lo de antes era «I Still Haven’t Found What I’m Looking For» y las búsquedas espirituales de Dios, la patria y la justicia”. Estaría bien que explicase lo de la búsqueda de la patria, porque hay pocos grupos menos nacionalistas y “patrióticos” que U2. ¿A qué patria se refiere? Durante muchas décadas Bono rechazó enarbolar enseña alguna salvo la bandera blanca.

“… en 1995 incluyeron «Hold Me, Thrill Me, Kiss Me, Kill Me» en la banda sonora original de Batman Forever, que ya apuntaba a un giro hacia lo convencional”. La canción “Hold Me, Thrill Me, Kiss Me, Kill Me” nació precisamente en las sesiones de “Zooropa”. Incluso su título aparece escondido en la portada del álbum “Zooropa”. No tiene mucho sentido afirmar que apuntase a un giro hacia lo convencional si procedía de una etapa tan rompedora como la de “Zooropa”.

“…a la vez el título dejaba claro que aquello no iba a ser demasiado excéntrico”. El título de “Pop” es irónico y no se refiere al género “pop” entendido como música comercial y de consumo rápido, sino al “pop art” y a la acepción “explosiva” e inmediata de la palabra “pop” en inglés (como “pop corn”, palomitas de maíz).

“El intento por recuperar a los posibles fans perdidos con el experimento Zooropa fracasó: los conciertos se llenaron pero estuvieron repletos de pequeños fallos técnicos y de infraestructura”. Dos errores en una frase. “Pop” no fue en absoluto un intento por recuperar a los posibles fans perdidos con el experimento “Zooropa”. Primero, porque “Pop” no era un disco especialmente comercial, y se gundo porque ese tipo de fans se perdieron ya con “Achtung Baby”. Segunda imprecisión: los conciertos no se llenaron. En Estados Unidos hubo muchos estadios (la mayoría, de hecho) que se quedaron bastante lejos de colgar el cartel de “no hay entradas”. En el resto de países la asistencia fue mejor. Por otra parte, hubiese resultado paradójico que U2 hubiese intentado recuperar a los posibles fans perdidos con el experimento “Zooropa” con un disco como “Pop”, también experimental, y que incluía cuatro canciones concebidas durante las propias sesiones de “Zooropa”: «If you wear that velvet dress», «Wake up dead man”, “If God will send his angels” y “Last night on earth”.

“Bono se perdió en causas benéficas y conciertos de Pavarotti”. Bono ya actuó con Pavarotti en septiembre de 1995, casi dos años antes de la publicación de “Pop”, por lo que esta afirmación no concuerda cronológicamente en este relato. Llama también la atención que no se mencione el disco “Original Soundtracks 1” (1995), proyecto experimental de U2 con Brian Eno (bajo el nombre de Passengers) que desmiente también la tesis central del artículo, que después de “Zooropa” se acabó el riesgo y la experimentación en U2.

“Aunque el talento de Bono dejaba algunas buenas canciones, el resultado era un disco mediocre. No malo, simplemente vulgar, algo mil veces oídoya. La diversión pasaba definitivamente a un segundo plano y volvían los años de plomo”. Llamar “años de plomo” a todo lo anterior a “Zooropa” o “Achtung Baby” no hace justicia a uno de los mejores grupos de rock de los años 80, según el consenso de la crítica internacional. Es tan exagerado como llamar a toda la etapa de los Beatles anterior a “Revolver” “años de plomo”.

“Sin embargo, no parece que hayan conseguido conectar con las siguientes generaciones ni que hayan mostrado empeño alguno en volver a renovarse”. Otro juicio de valor y una opinión que comparte, esta vez sí, un número no pequeño de gente. Gente que quizá no ha escuchado “No line on the horizon” (2009), un disco innovador lastrado por un mal primer primer sencillo, “Get on your boots”.

¿Mostrará U2 empeño en renovarse de nuevo con “Songs of experience”, el nuevo álbum para el que todavía no hay fecha? Apuesto a que sí.

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La vida que suena

«La radio es la vida que suena», decía el profesor Ángel Faus, nuestro profesor de Radio en Pamplona. Aquella frase se nos quedó grabada a fuego a todos, nos dedicáramos o no a la radio. Yo no me he dedicado a ella, aunque hacia el año 2000 pude hacerlo, pero forma parte de mi vida. Desde niño, escuchando los partidos del Barcelona en la narración de Héctor del Mar (SER) y escuchando la buena música que programaba «Musical Cassette» en Radio Popular de Vigo (Cope). Después, de adolescente con la magnífica Antena3, la cadena más erótica, que empezaba con «El primero de la mañana» (con Antonio Herrero) y terminaba con «Polvo de estrellas» (Carlos Pumares). Entre uno y otro, los fantásticos Gomaespuma, Juan Luis Cano y Guillermo Fesser, maestros del humor que al cabo de los años tuve la suerte de conocer; y cómo no, José María García, posiblemente el culpable de que yo y otros muchos como yo nos dediquemos al periodismo. Con sus luces y sus sombras, las que refleja en su magnífica biografía Vicente Ferrer Molina. Yo era uno de los alumnos de la Universidad de Navarra que asistía a sus charlas en el aula magna de Pamplona. Otro era Fernando Echeverría, un joven invidente que ya de aquella era un magnífico imitador de García y se hizo amigo del célebre periodista. Hoy es el líder del genial Grupo Risa. La canción «Love song», de Simple Minds, todavía la asocio a la sintonía de «Supergarcía», y eso que Simple Minds es uno de mis grupos favoritos. El «antenicidio», que acabó con Antena3, llegó la tragedia de la prematura muerte de Antonio Herrero, el 2 de mayo de 1998. Fue el final de una época dorada, que terminó definitivamente cuando García (ya en franco declive en sus últimos años) dejó la radio en 2002 .

A día de hoy sigo disfrutando de programas como el de Carlos Herrera (aunque a veces parece más de Canal Sur que de una cadena nacional) y el de Juan Pablo Colmenarejo, que fue mi profesor de radio en Pamplona y me llamaba, en broma, «estadio insular». Su programa, «La linterna», me ha acompañado en muchos momentos de tristeza, sobre todo en el hospital, junto a mi padre, al igual que Paco González y su equipo de deportes. Por cierto, Herrera ha hecho historia reuniendo a Luis del Olmo, Iñaki Gabilondo y José María García en su programa matinal, y mientras escribo esto lo escucho por internet. Entre otras cosas, quiero saber si García le ha llamado «Sor Iñaki» a Gabilondo, y cómo demonios ha conseguido Herrera que esos tres monstruos no hayan acaparado los micrófonos durante horas.

Pasado el Día Mundial de la Radio me he permitido este ejercicio de nostalgia y también de homenaje al presente de un medio que fue mil veces desahuciado, sobre todo tras la llegada de la televisión, pero que siempre se ha abierto camino, como la vida se hace camino.

Mi padre escuchaba mucha radio. Todavía recuerdo su viejo transistor a pilas, rojo con funda negra, pese a que hace décadas que lo vi por última vez. Fue a través de la radio como supe que mi padre, con párkinson y demencia, se iba de este mundo. Seguía vivo, pero su conciencia se había convertido en un borrón. Estaba en una residencia geriátrica y yo, al igual que mi hermana, sufría por verlo allí, despistado y con la mirada perdida por momentos. Le pregunté si quería que le llevase una radio. No se me ocurría otra forma mejor de que se sintiese acompañado cuando nosotros no estábamos allí. Para mi sorpresa, me dijo que no la quería. Era la evidencia definitiva de que se había desconectado definitivamente de la vida, aunque no murió hasta algunos años después. Se lo digo a mi mujer: no te preocupes si escucho la radio a todas horas; preocúpate cuando deje de escucharla, será muy mala señal.

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Cena atragantada

Bueno, pues esto es lo que nos ocurrió anoche a mi mujer y a mí en un restaurante del Casco Viejo de Vigo. Llegamos sobre las 23.30, después de asistir a un concierto, y solo quedaba una mesa para seis personas. Estábamos a punto de salir por donde entramos (en esa zona hay muchos sitios abiertos y no íbamos «a tiro fijo» a ese sitio), pero el encargado (o dueño, no sé) nos dijo que nos sentáramos en esa mesa para seis, que luego ya se vería. «Uy, a ver…», pensé.

No pretendíamos tomar una cena formal con postre, café y chupitos, sino tomar algo ligero y rápido. Nos advierte la camarera que se les han acabado dos platos. No pasa nada. Pedimos, y después de pedir nos dice que tampoco queda uno de los platos que hemos solicitado. Bueno, pues cambiamos otra vez.

Nos traen el entrante, unas croquetas. Primera visita del encargado para meternos prisa. Han entrado cinco clientes y el encargado quiere que apuremos para dejar nuestra mesa de seis, y eso que hemos sido los últimos en llegar. Terminamos las croquetas y vuelve el encargado con nuevas indirectas. Que «hay que trabajar», dice, con una sonrisa forzada. Ya con la prisa metida en el cuerpo tomamos el plato principal, unas zamburiñas para mi mujer y un arroz mexicano para mí. Nueva visita del encargado, que viene a preguntarnos, con otras palabras, si nos falta mucho. Yo no sé si el encargado se ha tomado algo de más (su voz me parecía un poco gangosa) o si esa era su actitud habitual. Pretende tener gracia, pero es muy pesado. Al menos con nosotros lo fue.

Terminamos a toda prisa, en tiempo récord. Se me queda algún grano de arroz en la garganta con el que luego me atragantaré. El encargado, consciente de su labor de acoso y derribo, nos dice que nos quedemos tomando el postre y el café. Eso sí, en la barra. Declinamos con una sonrisa su invitación y pedimos que nos cobren ya, que nos vamos. Nos hacen la cuenta «a boli» y salen 32,80 euros, ni un céntimo menos. Pagamos (sin propina) y nos largamos, con el íntimo propósito de no volver allí nunca jamás.

Fue uno de esos momentos en los que uno desea ser, por un momento, inspector de Sanidad o de Hacienda, o el mismo Chicote de «Pesadilla en la cocina».

El sitio tiene cierta fama y puede que más de uno de vosotros habréis tenido buenas experiencias gastronómicas allí, pero nosotros no. Nos sentimos francamente ninguneados y humillados, y si nos fuimos sin rechistar es porque queríamos perder de vista a ese señor y no quisimos montar una escena. La gente que estaba cenando allí con toda tranquilidad (no como nosotros) no tenía la culpa de la mala educación del responsable del restaurante. Si os pasa algo así tened más reflejos que yo y pedid una hoja de reclamaciones.

No voy a decir el nombre del sitio, tampoco quiero que sea la comidilla de todo el mundo…

 

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Trump, día uno

Vivimos un tiempo fascinante para ser periodista, no tanto para ser ciudadano. La legislatura de Donald Trump es ahora, al primer día de su investidura, una incógnita, como apunta Carlos Franganillo (corresponsal de TVE en Washington) en Informe Semanal, pero su discurso inaugural no ha hecho más que aumentar el pesimismo de los que creemos, desde posiciones liberales, que su llegada al poder es una pésima noticia para Estados Unidos, para Europa y para el mundo.

Uno lleva demasiados años leyendo columnas de opinión de periodistas que nunca han vivido en Estados Unidos, que apenas conocen ese país y que no saben qué fue eso de la Tea Party. Muchos de ellos han dibujado a Trump como una especie de continuación de Ronald Reagan. Ojalá fuera así. Desde luego el populismo, el proteccionismo, el nacionalismo y el aislacionismo que defiende en su discurso el magnate, como ha señalado el economista Juan Ramón Rallo, nada tienen que ver con la tradición liberal. Y su ambigüedad, cuando no abierta simpatía, hacia Vladimir Putin, harían vomitar al que fuera 40º presidente de Estados Unidos.

Al margen de informes de inteligencia no totalmente verificados, no hay más que echar un vistazo al principal medio propagandístico de Putin, Russia Today (RT), para darse cuenta del inquietante buen trato que desde el Kremlin se dispensa al multimillonario neoyorquino, también acogido con sospechosa benevolencia por Nicolás Maduro. Será interesante conocer las decisiones que toma Trump en los próximos meses en torno al fracking, la expansión de la OTAN y Ucrania, las tres principales piedras en el zapato del mandatario ruso. Su reunión con Nigel Farage (sobre el cual también recaen ciertas sospechas de connivencia con el poder ruso) y su próximo encuentro con Theresa May, ya en la Casa Blanca, no hacen más que acentuar la percepción de que Trump percibe a una Europa unida no como un aliado, sino como un rival.

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Por otro lado, su cuestionamiento de la vieja y consolidada democracia americana, al afirmar que su investidura significaba la devolución del poder al pueblo -una frase prácticamente idéntica a la pronunciada por los portavoces de Podemos cuando este partido entró en el Congreso de los Diputados hace un año- sitúa a Donald Trump en el lado del populismo más demagógico, valga la redundancia, aunque al menos no ha llamado «papelito de 1789» a la Constitución sobre la que juró su cargo, una ley fundamental, por cierto, que nadie vivo ha votado (ejem).

La posición de Trump sobre la OTAN y el posible recorte del gasto militar estadounidense en Europa son las cuestiones que más nos deberían preocupar. Como bien apunta el diplomático Inocencio Arias, Estados Unidos ha pagado con abundante sangre y dinero su papel como gendarme mundial, muchas veces ante la vergonzosa indiferencia mundial, como ocurrió en Somalia. El doble mandato de Barack Obama, que retiró las tropas de Irak, con resultados más que cuestionables, y se inhibió en la guerra de Siria, ha sido un paso intermedio hacia la política aislacionista de su sucesor en la Casa Blanca. Es muy probable que Europa tenga que pagar a partir de ahora la factura de su propia defensa con porcentajes mucho más significativos de su PIB.

¿Merece Donald Trump un periodo de cien días de gracia? No seré quien defienda a Trump, pero las manifestaciones masivas que se han celebrado al día siguiente de su investidura se antojan tan prematuras como el premio Nobel de la Paz «preventivo» que recibió Barack Obama. Desde luego, manifestar que se ha pensado en volar la Casa Blanca, como Madonna en su discurso, no es la mejor forma de plantear una oposición cívica a Trump. El 45º presidente de los Estados Unidos lo es por elección democrática, mal que nos pese. Y el clima apocalíptico que ha desatado entre algunos sectores de la izquierda estadounidense resulta tan exagerado como las expectativas despertadas entre esos mismos sectores por Obama cuando accedió a la presidencia.

El homenaje a John Fitzgerald Kennedy se ha reducido a el mero guiño estético de Melania Trump y su traje azul pastel, al estilo de Jackie Kennedy. Si el único presidente católico de la historia americana propugnaba una «Nueva Frontera», más amplia, Trump amenaza con levantar muros, no solo de hormigón, sino en forma de aranceles. Justamente lo contrario del Tea Party de Boston, el episodio que dio origen a la Revolución Americana, y que no fue más que una protesta de los colonos contra la imposición,por parte de Gran Bretaña, de impuestos a la importación de té. En el origen de la democracia americana está, pues, el liberalismo y no el proteccionismo.

Suscribo el análisis de Cayetana Álvarez de Toledo, que ha escrito en «El Mundo» uno de los mejores análisis sobre Trump que he leído en la prensa española: «La derecha comete un grave error al asumir a Trump como uno de los suyos. Trump no tiene ideología, ha cambiado de partido cinco veces y su política ataca los fundamentos de la modernidad política: la nación cívica, la apertura económica, la alianza atlántica y una Europa unida. Fue Lincoln, un republicano, el que dejó dicho: «Una casa dividida contra sí misma no puede permanecer en pie»».

Apostilla: Gran parte de la responsabilidad de la elección de Donald Trump recae en los medios que lo utilizaron para elevar sus niveles de audiencia. No solo la Fox, próxima al discurso de Trump, sino también la CNN, que retransmitía en directo mítines enteros del magnate mucho antes de que pudiera ser considerado como serio candidato a ganar la candidatura republicana, dándole una cobertura mucho mayor que la de sus rivales simplemente por el hecho de que Trump «da titulares». Muy pocos creían que podría ser elegido, y por ello no vieron inconveniente en dedicarle horas de programación. Algo similar ocurrió en España con Podemos. Pero lo inesperado ocurrió:

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La inmigración como arma de doble filo

Intentaré explicarlo brevemente para reducir las posibilidades de meterme en un jardín. Lo que ahora expongo no es una simple impresión personal, sino un argumento basado en informaciones sobre el Daesh y en el libro «ISIS. The state of terror», de Jessica Stern y J.M. Berger, cuya lectura recomiendo. Ya sabemos hace tiempo que Daesh infiltra terroristas entre los refugiados. Recordarlo resulta políticamente incorrecto, pero es la pura verdad. Siempre que un refugiado, o en todo caso, un inmigrante musulmán, comete un atentado yihadista, Daesh consigue un efecto que se retroalimenta, un círculo vicioso perfecto: el atentado aumenta la desconfianza de la opinión pública ante los refugiados (y los inmigrantes musulmanes en general), la comunidad musulmana de ese país tiende a ser estigmatizada por un sector de la población, con lo cual el Daesh ve aumentadas sus probabilidades de reclutar nuevos terroristas entre la población musulmana descontenta.
Es importante recordarlo tras el atentado de Berlín. Darle la vuelta a la valiente política de Angela Merkel, lo que plantea la ultraderecha alemana, supondría darle muchas más facilidades al Daesh en su escalada terrorista. Es necesario aumentar al máximo los controles de inmigración, algo realmente difícil, como hemos visto, pero sin cerrar las puertas a los refugiados ni estigmatizarlos. La seguridad absoluta es imposible, y aunque se cierren totalmente las fronteras, algo inconcebible en el mundo libre, globalizado y humanitario del siglo XXI, el Daesh podría seguir infiltrando terroristas. Solo un porcentaje muy reducido de los refugiados puede ser terroristas infiltrados, pero ese mínimo porcentaje puede causar una masacre como la de París.
Desde luego el problema es mucho más difícil y complejo de lo que los populistas dicen. Esto no se arregla con muros al estilo de Donald Trump, pero tampoco con pancartas de «Refugees welcome» en las fachadas de los ayuntamientos. Hay que hilar muy fino, y en esto tienen mucho que ver los servicios de inteligencia y los cuerpos de seguridad del Estado. En España llevamos 12 años sin atentados yihadistas (toquemos madera). No es por casualidad.

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Presunción de inocencia

Pasó casi hace un cuarto de siglo, pero lo recuerdo muy bien. Ocurrió en la Exposición Universal de Sevilla, en 1992. Yo había ido a verla con dos amigos de Vigo. Hacíamos cola los tres en uno de los pabellones más visitados, donde fácilmente se podían superar las dos horas haciendo cola. En un momento dado, y ante el intenso calor, mis dos amigos decidieron salir de la cola para comprar un refresco. Era una práctica habitual y perfectamente aceptada que algunas personas saliesen de la cola siempre que quedase alguien del grupo esperando en ella. Entonces ocurrió algo inesperado y muy desagradable.

Uno, que es callado, tiene el inconveniente (o la ventaja, según se mire) de pasar inadvertido, y en aquel caluroso día de septiembre de 1992 un grupo de señoras, que no había reparado en mí hasta ese momento, me acusó de haberme colado. De nada sirvieron mis explicaciones y ruegos, ni el hecho de que no era razonable pensar que aquellos dos chicos, mis dos amigos, se hubiesen ido sin más para no volver, después de un buen rato haciendo cola. La actitud de aquellas mujeres pasó de la desconfianza a la mala educación y a la abierta hostilidad. Su indignación se contagió a buena parte de la cola, que exigió mi expulsión inmediata. Temí que alguien llegase a la agresión física. Ante el revuelo formado llegó una azafata del pabellón (creo que era el de Canadá). Con buenos modales me invitó a salir de la cola. Lo hice, a condición de no perder mi sitio en ella en cuanto volviesen mis dos amigos.

Fue uno de los peores ratos de mi vida, pero al cabo de un tiempo volvieron mis amigos. Alguien de la cola, no las mujeres que me acusaban, reconoció haberles visto antes. Gracias a aquel testigo (siempre hay un justo en Sodoma) regresamos los tres a nuestro sitio en la cola. Clavé mis ojos en los de aquellas mujeres que me habían acusado sin razón. Se limitaron a bajar la mirada y a disimular. Ninguna de ellas tuvo la gallardía de pedirme perdón.

Puede parecer una anécdota sin importancia, pero en aquel momento (yo tenía 19 años) lo pasé realmente mal. Que te acusen sin motivo cuando eres una persona honrada e inocente produce un sufrimiento moral considerable.

Miren por dónde, estos días, tras la inesperada muerte de Rita Barberá, me he acordado de la Expo de Sevilla y de lo poco que se respeta en este país la presunción de inocencia.

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Esperpento en la UNESCO

Suscribo el comunicado de la Asociación Galega de Amizade (AGAI) con Israel, y como español me da vergüenza que España se haya abstenido en la votación de la UNESCO que niega cualquier vinculación del Monte del Templo con Israel.

Reproduzco aquí el comunicado de AGAI:

Comunicado de prensa: Esperpento na UNESCO


Desde a Asociación Galega de Amizade con Israel (AGAI) queremos manifestar a nosa condena e o noso máis radical rexeite á resolución aprobada onte pola UNESCO (24 votos a prol, 26 abstencións e 6 en contra) na que de xeito delirante négase o vencello histórico do pobo xudeu cos seus lugares fundacionais en Xerusalén, nomeadamente o Monte do Templo (Muro das Lamentacións).

Evidentemente a UNESCO podería de igual xeito aprobar por «maioría» que o Sol xira ao redor da Terra, que a Terra é plana, que as Pirámides non teñen relación con Exipto ou incluso que a Catedral de Santiago non ten relación histórica, cultural e relixiosa con Galecia e tería o mesmo rigor científico e histórico da resolución aprobada onte por iniciativa de varios estados musulmáns: Exipto, Alxeria, Marrocos, Líbano, Omán, Catar, Sudán e a Autoridade Palestina.

Ninguén con honestidade intelectual pode dubidar de que o pobo xudeu ten vencellos históricos, nacionais, culturais e relixiosos coa Terra de Israel. Calquera intento de negar estes vencellos é unha burda terxiversación da ciencia. Que a UNESCO incomprensiblemente estea a botar unha man en tal terxiversación é un tráxico testemuño do penoso estado actual das institucións da ONU.

A conexión xudía con Xerusalén foi unha constante desde a antigüidade até os tempos modernos. Durante máis de 3.000 anos esta conexión xogou un papel fulcral e sustentador na historia do pobo xudeu, política, nacional. espiritual e culturalmente.

Xerusalén tamén é innegablemente parte fundamental no desenvolvemento da Civilización Occidental, e a resolución aprobada pola UNESCO atribúe só ao islam ese vencello con Xerusalén, negando tamén esa fonda raigame cristián cos Santos Lugares da capital de Israel.

Desde a Asociación Galega de Amizade con Israel (AGAI) e como cidadáns e contribuíntes -e xa que logo financiadores a través do estado español do orzamento da UNESCO-, recomendamos vivamente á Organización das Nacións Unidas para a Educación, a Ciencia e a Cultura (UNESCO) que atenda aos moitos e importantes temas e retos que ten pendentes no mundo. Porque cando este organismo foi fundado pola comunidade internacional en novembro de 1945 déronselle coma obxectivos contribuír á paz e a seguridade no mundo mediante a educación, a ciencia, a cultura e as comunicacións. Precisamente todo o contrario do que representa a vergoñenta resolución aprobada onte.

Vigo, 14 de outubro de 2016 
www.amizadeconisrael.org
Asociación Galega de Amizade con Israel
Apartado de Correos 730
Teléfono: +34 610 424174
36200 Vigo – GALICIA
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El miedo está sólo en un bando

«Carretaxe de votos», gente de ENCE que incendia montes, la Santa Compaña, caciquismo, octogenarios dementes que votan obligados por sus familiares, Reyes Magos… Todo esto es realismo mágico o ficción. Vamos a ver, luminarias de izquierdas, que sois tan inteligentes y todo lo sabéis: ¿Por casualidad no habéis sospechado jamás que quizá los que no votan a En Marea ni al BNG ni a ninguna opción de izquierda nacionalista oculten su voto, por miedo a que gente como vosotros (incluso el supuesto «intelectual» Fernán Vello) les insulte gravemente? ¿No os dais cuenta de que con vuestra actitud intolerante y sectaria estáis propiciando la mayoría silenciosa y el voto oculto de los que simplemente no tienen ganas de que les injurien, les agredan y les llamen ignorantes? ¿Acaso pensáis que vais a ganar votos gracias a expresiones guerracivilistas como «el miedo va a cambiar de bando»? No sé, oye, igual es una impresión mía, ¿eh?

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Eid al-Adha (Colau)

No sé qué ha sido más hipócrita y absurdo, la foto del secesionista Raül Romeva ante la estatua de Lincoln, el presidente unionista de Estados Unidos que paró con una guerra el “derecho a decidir” de los estados del Sur, o el tuit de la alcaldesa de Barcelona, la antitaurina Ada Colau, felicitando a los musulmanes (y musulmanas) de Barcelona el Eid al-Adha, la máxima celebración del islam, consistente en sacrificar millones de corderos degollándolos y dejando que mueran desangrados.

Al menos el PACMA ha denunciado lo que considera sacrificios “crueles”, ya que el animal no es aturdido ni se le evita, en lo posible, el sufrimiento.

No entraré a discutir la legitimidad de este cruel rito islámico, que más que hacer correr ríos de tinta, ha hecho correr ríos de sangre, sobre todo en la capital de Bangladesh… Y que los malnacidos del Daesh han aprovechado para grabar uno de sus abominables vídeos de ejecuciones, asesinando salvajemente a prisioneros como si fueran corderos (si tiene estómago, lea esta noticia).

Lo que quería comentar aquí es la motivación teológica por la que el islam celebra el Eid al-Adha, el sacrificio ritual de millones de corderos. Como recoge tanto la Biblia como el Corán, Abraham (Ibrahim), el profeta común al judaísmo, el cristianismo y el islam, iba a sacrificar a su hijo siguiendo órdenes de Dios, que en el último momento le detiene a través de un Ángel y le proporciona un cordero para que lo sacrifique en su lugar.

Mucho antes de que conociese siquiera la existencia del islam, durante mi educación religiosa en los Maristas de Vigo, este pasaje del Antiguo Testamento me causó una gran inquietud y curiosidad. Ni siendo niño ni ahora, como adulto, puedo comprender la actitud de Abraham. ¿Por qué accede, muy a su pesar, a la arbitraria petición de Dios de sacrificar a su hijo? ¿Cabe obedecer a un Dios que le pide a un padre que asesine a su hijo? Porque, según este pasaje, la muerte de Ismael (o de Isaac, según la tradición judeocristiana), no es en aras de un fin mayor. Es un sacrificio (holocausto) a la mayor gloria de Dios. Este es el pasaje bíblico del Génesis (22), copiado de Wikipedia:

Filippo-Abiati

«Sacrificio de Isaac», del pintor italiano Filippo Abbiati. Barroco, siglo XVII.

(…) Dios puso a prueba a Abraham: (v. 1)

«Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moriá, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré». (v.2)

(…)

Isaac rompió el silencio y dijo a su padre Abraham: «¡Padre!». El respondió: «Sí, hijo mío». «Tenemos el fuego y la leña, continuó Isaac, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?». (v. 7)

«Dios proveerá el cordero para el holocausto» respondió Abraham.(v. 8)

Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. (v. 9)

Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. (v. 10)

Pero el Angel del Señor lo llamó desde el cielo .(v. 11)

Y el Angel le dijo: «No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único». (v. 12)

Tanto para el judaísmo como para el islam, el pasaje muesta la sumisión de Abraham a la voluntad de Dios. Ambas religiones lo conmemoran con su propias “fiestas del cordero”. El cristianismo añade como interpretación (exégesis) la prefiguración del sacrificio de Cristo.

No parece casual que el Eid al-Adha sea la fiesta mayor del islam, palabra que significa, precisamente, “sumisión”. El aspecto de la sumisión a Dios se antoja central para el islam. Y esa sumisión se presenta como absoluta, por encima incluso de la razón y del amor. Mientras que el Dios de los cristianos se hace hombre, habita entre nosotros y sacrifica a su propio hijo, el de los musulmanes exige un sacrificio y solo después de comprobar la obediencia ciega de Abraham salva la vida de su único vástago. Mientras que el mensaje central del cristianismo -la buena noticia del Evangelio- es el amor incondicional y la gracia, el perdón incondicional, el del islam parece ser la sumisión y la obediencia ciega a Alá, autor (que no inspirador, como es el caso de la Biblia) de un texto, el Corán, que debe ser seguido a rajatabla.

Como dicen en un blog vecino: así es… o no…

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Rafael Rodríguez López (Rafa López)
Periodista + información

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