Política

Trump, día uno

Vivimos un tiempo fascinante para ser periodista, no tanto para ser ciudadano. La legislatura de Donald Trump es ahora, al primer día de su investidura, una incógnita, como apunta Carlos Franganillo (corresponsal de TVE en Washington) en Informe Semanal, pero su discurso inaugural no ha hecho más que aumentar el pesimismo de los que creemos, desde posiciones liberales, que su llegada al poder es una pésima noticia para Estados Unidos, para Europa y para el mundo.

Uno lleva demasiados años leyendo columnas de opinión de periodistas que nunca han vivido en Estados Unidos, que apenas conocen ese país y que no saben qué fue eso de la Tea Party. Muchos de ellos han dibujado a Trump como una especie de continuación de Ronald Reagan. Ojalá fuera así. Desde luego el populismo, el proteccionismo, el nacionalismo y el aislacionismo que defiende en su discurso el magnate, como ha señalado el economista Juan Ramón Rallo, nada tienen que ver con la tradición liberal. Y su ambigüedad, cuando no abierta simpatía, hacia Vladimir Putin, harían vomitar al que fuera 40º presidente de Estados Unidos.

Al margen de informes de inteligencia no totalmente verificados, no hay más que echar un vistazo al principal medio propagandístico de Putin, Russia Today (RT), para darse cuenta del inquietante buen trato que desde el Kremlin se dispensa al multimillonario neoyorquino, también acogido con sospechosa benevolencia por Nicolás Maduro. Será interesante conocer las decisiones que toma Trump en los próximos meses en torno al fracking, la expansión de la OTAN y Ucrania, las tres principales piedras en el zapato del mandatario ruso. Su reunión con Nigel Farage (sobre el cual también recaen ciertas sospechas de connivencia con el poder ruso) y su próximo encuentro con Theresa May, ya en la Casa Blanca, no hacen más que acentuar la percepción de que Trump percibe a una Europa unida no como un aliado, sino como un rival.

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Por otro lado, su cuestionamiento de la vieja y consolidada democracia americana, al afirmar que su investidura significaba la devolución del poder al pueblo -una frase prácticamente idéntica a la pronunciada por los portavoces de Podemos cuando este partido entró en el Congreso de los Diputados hace un año- sitúa a Donald Trump en el lado del populismo más demagógico, valga la redundancia, aunque al menos no ha llamado «papelito de 1789» a la Constitución sobre la que juró su cargo, una ley fundamental, por cierto, que nadie vivo ha votado (ejem).

La posición de Trump sobre la OTAN y el posible recorte del gasto militar estadounidense en Europa son las cuestiones que más nos deberían preocupar. Como bien apunta el diplomático Inocencio Arias, Estados Unidos ha pagado con abundante sangre y dinero su papel como gendarme mundial, muchas veces ante la vergonzosa indiferencia mundial, como ocurrió en Somalia. El doble mandato de Barack Obama, que retiró las tropas de Irak, con resultados más que cuestionables, y se inhibió en la guerra de Siria, ha sido un paso intermedio hacia la política aislacionista de su sucesor en la Casa Blanca. Es muy probable que Europa tenga que pagar a partir de ahora la factura de su propia defensa con porcentajes mucho más significativos de su PIB.

¿Merece Donald Trump un periodo de cien días de gracia? No seré quien defienda a Trump, pero las manifestaciones masivas que se han celebrado al día siguiente de su investidura se antojan tan prematuras como el premio Nobel de la Paz «preventivo» que recibió Barack Obama. Desde luego, manifestar que se ha pensado en volar la Casa Blanca, como Madonna en su discurso, no es la mejor forma de plantear una oposición cívica a Trump. El 45º presidente de los Estados Unidos lo es por elección democrática, mal que nos pese. Y el clima apocalíptico que ha desatado entre algunos sectores de la izquierda estadounidense resulta tan exagerado como las expectativas despertadas entre esos mismos sectores por Obama cuando accedió a la presidencia.

El homenaje a John Fitzgerald Kennedy se ha reducido a el mero guiño estético de Melania Trump y su traje azul pastel, al estilo de Jackie Kennedy. Si el único presidente católico de la historia americana propugnaba una «Nueva Frontera», más amplia, Trump amenaza con levantar muros, no solo de hormigón, sino en forma de aranceles. Justamente lo contrario del Tea Party de Boston, el episodio que dio origen a la Revolución Americana, y que no fue más que una protesta de los colonos contra la imposición,por parte de Gran Bretaña, de impuestos a la importación de té. En el origen de la democracia americana está, pues, el liberalismo y no el proteccionismo.

Suscribo el análisis de Cayetana Álvarez de Toledo, que ha escrito en «El Mundo» uno de los mejores análisis sobre Trump que he leído en la prensa española: «La derecha comete un grave error al asumir a Trump como uno de los suyos. Trump no tiene ideología, ha cambiado de partido cinco veces y su política ataca los fundamentos de la modernidad política: la nación cívica, la apertura económica, la alianza atlántica y una Europa unida. Fue Lincoln, un republicano, el que dejó dicho: «Una casa dividida contra sí misma no puede permanecer en pie»».

Apostilla: Gran parte de la responsabilidad de la elección de Donald Trump recae en los medios que lo utilizaron para elevar sus niveles de audiencia. No solo la Fox, próxima al discurso de Trump, sino también la CNN, que retransmitía en directo mítines enteros del magnate mucho antes de que pudiera ser considerado como serio candidato a ganar la candidatura republicana, dándole una cobertura mucho mayor que la de sus rivales simplemente por el hecho de que Trump «da titulares». Muy pocos creían que podría ser elegido, y por ello no vieron inconveniente en dedicarle horas de programación. Algo similar ocurrió en España con Podemos. Pero lo inesperado ocurrió:

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La inmigración como arma de doble filo

Intentaré explicarlo brevemente para reducir las posibilidades de meterme en un jardín. Lo que ahora expongo no es una simple impresión personal, sino un argumento basado en informaciones sobre el Daesh y en el libro «ISIS. The state of terror», de Jessica Stern y J.M. Berger, cuya lectura recomiendo. Ya sabemos hace tiempo que Daesh infiltra terroristas entre los refugiados. Recordarlo resulta políticamente incorrecto, pero es la pura verdad. Siempre que un refugiado, o en todo caso, un inmigrante musulmán, comete un atentado yihadista, Daesh consigue un efecto que se retroalimenta, un círculo vicioso perfecto: el atentado aumenta la desconfianza de la opinión pública ante los refugiados (y los inmigrantes musulmanes en general), la comunidad musulmana de ese país tiende a ser estigmatizada por un sector de la población, con lo cual el Daesh ve aumentadas sus probabilidades de reclutar nuevos terroristas entre la población musulmana descontenta.
Es importante recordarlo tras el atentado de Berlín. Darle la vuelta a la valiente política de Angela Merkel, lo que plantea la ultraderecha alemana, supondría darle muchas más facilidades al Daesh en su escalada terrorista. Es necesario aumentar al máximo los controles de inmigración, algo realmente difícil, como hemos visto, pero sin cerrar las puertas a los refugiados ni estigmatizarlos. La seguridad absoluta es imposible, y aunque se cierren totalmente las fronteras, algo inconcebible en el mundo libre, globalizado y humanitario del siglo XXI, el Daesh podría seguir infiltrando terroristas. Solo un porcentaje muy reducido de los refugiados puede ser terroristas infiltrados, pero ese mínimo porcentaje puede causar una masacre como la de París.
Desde luego el problema es mucho más difícil y complejo de lo que los populistas dicen. Esto no se arregla con muros al estilo de Donald Trump, pero tampoco con pancartas de «Refugees welcome» en las fachadas de los ayuntamientos. Hay que hilar muy fino, y en esto tienen mucho que ver los servicios de inteligencia y los cuerpos de seguridad del Estado. En España llevamos 12 años sin atentados yihadistas (toquemos madera). No es por casualidad.

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Esperpento en la UNESCO

Suscribo el comunicado de la Asociación Galega de Amizade (AGAI) con Israel, y como español me da vergüenza que España se haya abstenido en la votación de la UNESCO que niega cualquier vinculación del Monte del Templo con Israel.

Reproduzco aquí el comunicado de AGAI:

Comunicado de prensa: Esperpento na UNESCO


Desde a Asociación Galega de Amizade con Israel (AGAI) queremos manifestar a nosa condena e o noso máis radical rexeite á resolución aprobada onte pola UNESCO (24 votos a prol, 26 abstencións e 6 en contra) na que de xeito delirante négase o vencello histórico do pobo xudeu cos seus lugares fundacionais en Xerusalén, nomeadamente o Monte do Templo (Muro das Lamentacións).

Evidentemente a UNESCO podería de igual xeito aprobar por «maioría» que o Sol xira ao redor da Terra, que a Terra é plana, que as Pirámides non teñen relación con Exipto ou incluso que a Catedral de Santiago non ten relación histórica, cultural e relixiosa con Galecia e tería o mesmo rigor científico e histórico da resolución aprobada onte por iniciativa de varios estados musulmáns: Exipto, Alxeria, Marrocos, Líbano, Omán, Catar, Sudán e a Autoridade Palestina.

Ninguén con honestidade intelectual pode dubidar de que o pobo xudeu ten vencellos históricos, nacionais, culturais e relixiosos coa Terra de Israel. Calquera intento de negar estes vencellos é unha burda terxiversación da ciencia. Que a UNESCO incomprensiblemente estea a botar unha man en tal terxiversación é un tráxico testemuño do penoso estado actual das institucións da ONU.

A conexión xudía con Xerusalén foi unha constante desde a antigüidade até os tempos modernos. Durante máis de 3.000 anos esta conexión xogou un papel fulcral e sustentador na historia do pobo xudeu, política, nacional. espiritual e culturalmente.

Xerusalén tamén é innegablemente parte fundamental no desenvolvemento da Civilización Occidental, e a resolución aprobada pola UNESCO atribúe só ao islam ese vencello con Xerusalén, negando tamén esa fonda raigame cristián cos Santos Lugares da capital de Israel.

Desde a Asociación Galega de Amizade con Israel (AGAI) e como cidadáns e contribuíntes -e xa que logo financiadores a través do estado español do orzamento da UNESCO-, recomendamos vivamente á Organización das Nacións Unidas para a Educación, a Ciencia e a Cultura (UNESCO) que atenda aos moitos e importantes temas e retos que ten pendentes no mundo. Porque cando este organismo foi fundado pola comunidade internacional en novembro de 1945 déronselle coma obxectivos contribuír á paz e a seguridade no mundo mediante a educación, a ciencia, a cultura e as comunicacións. Precisamente todo o contrario do que representa a vergoñenta resolución aprobada onte.

Vigo, 14 de outubro de 2016 
www.amizadeconisrael.org
Asociación Galega de Amizade con Israel
Apartado de Correos 730
Teléfono: +34 610 424174
36200 Vigo – GALICIA
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El miedo está sólo en un bando

«Carretaxe de votos», gente de ENCE que incendia montes, la Santa Compaña, caciquismo, octogenarios dementes que votan obligados por sus familiares, Reyes Magos… Todo esto es realismo mágico o ficción. Vamos a ver, luminarias de izquierdas, que sois tan inteligentes y todo lo sabéis: ¿Por casualidad no habéis sospechado jamás que quizá los que no votan a En Marea ni al BNG ni a ninguna opción de izquierda nacionalista oculten su voto, por miedo a que gente como vosotros (incluso el supuesto «intelectual» Fernán Vello) les insulte gravemente? ¿No os dais cuenta de que con vuestra actitud intolerante y sectaria estáis propiciando la mayoría silenciosa y el voto oculto de los que simplemente no tienen ganas de que les injurien, les agredan y les llamen ignorantes? ¿Acaso pensáis que vais a ganar votos gracias a expresiones guerracivilistas como «el miedo va a cambiar de bando»? No sé, oye, igual es una impresión mía, ¿eh?

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80 años

Cada 18 de julio se repite el mismo curioso fenómeno: españoles de a pie que discuten sobre quién tuvo la culpa de la guerra civil, una cuestión que apenas han podido dilucidar los miles de libros y estudios que se han escrito sobre la materia. Porque la guerra civil española es, probablemente, el conflicto armado de un país sobre el que más ríos de tinta han corrido en toda la historia.

Estamos en 2016, se han cumplido 80 años del comienzo de la guerra civil, y los mayores nostálgicos del franquismo están en la izquierda. Afortunadamente, no toda. Joaquín Leguina ha dicho en Twitter no entender “una izquierda que quiere ganar ahora una guerra perdida en 1939 y que cree que desde 1975 en España no ha pasado nada bueno”.  No se puede describir mejor el absurdo de una parte de la izquierda revanchista y maniquea, empeñada en dividir a los españoles y en considerar la contienda del 36 como una lucha entre clases sociales perfectamente delimitadas, una guerra de ricos contra pobres, de opresores contra oprimidos. En definitiva, entre malos y buenos.

Ha dicho Errejón: “Esta noche hace 80 años, (sic) las mejores de nuestras abuelas y abuelos comenzaban a salir en alpargatas a luchar por los humildes y la libertad”. No, señor Errejón. Había personas humildes en ambos bandos. Mi familia paterna pasó mucha hambre y penalidades en la zona roja de Madrid, y ni los republicanos ni los franquistas podían arrogarse el mérito de defender la libertad, tal como la entendemos hoy.

Fraga y Carrillo

Santiago Carrillo y Manuel Fraga, en el Club Siglo XXI, Madrid, 27 de octubre de 1977.

A mi abuelo José, trabajador y padre de familia numerosa, lo metieron prisionero en una checa de Madrid y le hubieran fusilado si no hubiera sido por la mediación de un allegado socialista. Su único “delito” fue ser católico practicante. Esta historia no la supe hasta hace bastante poco. Mi padre sí que nos contaba el hambre que pasó en la guerra (tenía entre 6 y 9 años), cómo un día comprobaron que un edificio adyacente había sido reducido a escombros por un bombardeo, o la imagen de “la bella tapada”, la estatua de La Cibeles protegida contra las bombas. Pero lo que más me impresionó fue el relato, recogido en su libro (“Yo también estuve allí”, pendiente de publicación), del regreso de la familia a Galicia. Cuando mi abuelo, el mismo que estuvo a punto de ser pasado por las armas por el bando republicano, escuchó las duras historias sobre la represión en Vigo, en zona nacional como toda Galicia, rompió a llorar. Se dio cuenta de que en el bando en el que él creía también se habían cometido atrocidades, asesinatos, o “paseos”, como se les llamaba entonces de forma eufemística.

 

Mi abuelo tuvo siempre amigos de todo signo político, y mi padre también. Uno de los mejores amigos de mi padre fue el histórico socialista vallisoletano Leopoldo García Ortega, que combatió en el bando franquista durante la guerra civil (obligado, naturalmente), y cuya biografía puede leerse en este enlace de la Fundación Pablo Iglesias. Pocos años antes de morir, Leopoldo me reveló que él había dado refugio clandestino a Joaquín Delgado y Francisco Granados, anarquistas que fueron ejecutados a garrote vil en Madrid el 18 de agosto de 1963 acusados de haber puesto una bomba en la Sección de Pasaportes de la Dirección General de Seguridad en Madrid. Con su permiso y supervisión, conté la historia en un reportaje de Faro de Vigo. A mi padre le incomodó. Creía que no había necesidad de que se supiese aquello, tal vez porque se podrían reabrir viejas heridas.

Como periodista, solo puedo defender que se averigüe toda la verdad, pero la llamada “memoria histórica” no puede convertirse en un ejercicio de revanchismo, ni puede servir para echar por tierra lo conseguido durante la Transición, el espíritu de reconciliación. Afortunadamente, poco o nada se parece la España de 2016 a la de 1936, salvo en el afán de los que quieren dividirla, bien desde el independentismo o bien desde planteamientos populistas.

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Russia Today, Putin y Trump

Si queréis saber cómo será Televisión Española si alguna vez gobierna Podemos, ved Russia Today (RT). El grupo de comunicación controlado por el Kremlin se dedica a ensalzar el legado de Hugo Chávez, a asegurar que todos los males del mundo se deben a los financieros de Wall Street, a decir que el proceso de “impeachment” contra Dilma Rousseff es un “golpe de Estado” y que en España vivimos en una auténtica “emergencia social”, como le gusta decir a Pablo Iglesias y a otros dirigentes podemitas. En la línea de CubaVisión y de la venezonala Telesur, RT tiene mucho más de medio de propaganda que de medio de información, hasta el punto de que algunos de sus periodistas han denunciado el desprecio de RT por la verdad y su “blanqueo” de la figura de Vladimir Putin. Fue el caso de Sara Firth y de Liz Wahl, que abandonaron la cadena. La segunda llegó a dimitir durante una emisión en directo de RT. Periodistas de RT en el Reino Unido y Estados

Putin RT

Fotomontaje de www.buzzfeed.com

Unidos, donde la apuesta del grupo multimedia de Putin -llamémosle así para abreviar- les llevó a fichar nada menos que a Larry King, el famoso entrevistador estadounidense de la CNN. También tienen emisiones en español. Mi paisana, la viguesa María Rodríguez Abalde, presentadora de informativos, forma parte del equipo de profesionales de habla hispana de la cadena. Entre los méritos profesionales de esta antigua periodista de Antena 3, TVE y Canal + está el haber entrevistado al actual presidente de Venezuela, Nicolás Maduro (seré benevolente y obviaré que la entrevista fue prácticamente un monólogo de Maduro).


A la vista de estos datos resultaría fácil imaginar que la línea editorial de la cadena de Putin es totalmente contraria a Donald Trump. No es así. En la madrugada del 12 de mayo, en un programa presentado por el español Javier Rodríguez Carrasco, se deshacían en elogios hacia el millonario norteamericano. Citando a un politólogo ruso (¡cómo no!), Serguéi Sudakov, el espacio Zoom alabó sin disimulo las bondades de Trump. Cito aquí un extracto de la propia web de RT: “Trump logrará ciertos cambios, porque la historia demuestra que lo que estaba haciendo Obama ahora no funciona. Y EE.UU. no tolerará a un nuevo Obama. Trump quiere cambios y se van a producir, y serán para mejor», opina Sudakov.

Asimismo, según el politólogo aquellos que le «pondrán palos en las ruedas a Trump» son «el aparato burocrático de EE. UU., los líderes del Partido Republicano criticados por Trump y la gente que lleva a cabo actividades ilegales en EE.UU. y acumula capitales demasiado grandes». «Un ejemplo es Soros, que casi todos los días hace declaraciones en contra de Trump y anima a sus seguidores y a los empresarios a no votarle», recuerda.

La sorpresa ante este tipo de propaganda es solo relativa. Trump y Putin tienen mucho en común. Ambos van de líderes providenciales, son creadores de enemigos exteriores y manejan perfectamente el discurso populista y los medios de comunicación. Pero, al margen de la sintonía personal y de los elogios que se hayan intercambiado, a Putin le conviene tener un adversario como Trump, un personaje lo suficientemente fanfarrón como para justificar las reacciones bravuconas del presidente ruso; un líder norteamericano receloso del libre comercio y a priori más centrado en la política doméstica de Estados Unidos de lo que será Hillary Clinton, experta en política exterior. Si Donald Trump llega a la Casa Blanca será una buena noticia para Putin y mala para el mundo.


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Sangre, sudor y lágrimas

¿Se imaginan a Winston Churchill explicándole a los británicos en 1940 que el nazismo se combate «con más democracia», como ha dicho Pablo Iglesias sobre el terrorismo después de los atentados de París? ¿O que De Gaulle le dijera a los franceses que la violencia no es la solución contra Hitler? ¿Qué creen que hubiese ocurrido si Franklin D. Roosevelt hubiese culpado a Francia del auge del nazismo, al haber impuesto a Alemania unas reparaciones de guerra draconianas en el Tratado de Versalles (1919)?

Necesitamos unos dirigentes políticos no ya que nos digan la verdad -tal vez sería pedir demasiado-, sino que no nos traten como si fuéramos niños. Urge un Winston Churchill que admita que acabar con el Dchurchill_walking_1600x1200aesh costará sangre, sudor y lágrimas, que prometa defender nuestra libertad en los desiertos y en las playas y que jure que nunca nos rendiremos.

Por el momento solo François Hollande ha demostrado un notable valor en su respuesta al desafío del mal llamado Estado Islámico. El resto de los dirigentes mundiales, con Obama a la cabeza, han mostrado una preocupante falta de determinación. Tal vez porque todos saben que las bajas producidas en combate -que en todo caso serían muchas menos que las producidas en Normandía y en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial- les costarán millones de votos. Y porque recuerdan que Churchill perdió las elecciones incluso después de ganar la guerra que terminó en 1945.

Y es que, volvemos a Churchill, Occidente no necesita políticos condicionados por las próximas elecciones, sino estadistas preocupados por las próximas generaciones.

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Del postureo a la impostura

Sorprende el doble rasero de algunos con el asunto de Anna Allen, la actriz que se inventó una carrera cinematográfica y televisiva, amistades en Hollywood, asistencias a las galas de los Óscar y (según sospecho) varios perfiles de Twitter de inexistentes agencias, representantes y periodistas. Parece que al pequeño Nicolás, con esa pinta de borjamari de FAES y adlátere del PP, hay que lincharle, pero pobrecilla esta actriz, que no encontraba nuevos trabajos (eso dicen) y se lanzó a colgar una serie de montajes fotográficos en internet (nadie le ha preguntado a las suplantadas qué les ha parecido que «robase» sus cuerpos, por cierto) y soltar cuentos chinos en medios de difusión nacional, como Telecinco (Pasapalabra), El Mundo y la SER. Puedes engañar a alguna gente durante un tiempo, pero no a todo el mundo durante todo el tiempo, según decía, creo, Abraham Lincoln. Lo más sorprendente es que no descubrieran antes a alguien tan poco hábil con el Photoshop, en un mundo virtual en el que, más que nunca, se pilla antes a un mentiroso que a un PC con Windows 95.

Algo no va bien cuando tienes que recordarle a algunos que la mentira está mal y que la sinceridad y la honestidad son valores en sí mismos, sin necesidad de recurrir a comparaciones (es que todo el mundo miente en sus currículums, aducen) ni a listas de damnificados. Aunque Anna Allen no hubiese engañado a multitud de periodistas, productores, lectores, televidentes y seguidores; aunque no se hubiese aprovechado de una sarta de mentiras para obtener ventajas profesionales (en detrimento de muchos compañeros en paro), la actriz de «Cuéntame cómo pasó» se ha engañado, en primer lugar, a sí misma. Ha perjudicado (de momento) su carrera, y eso ya merece censuras y reprimendas. Tampoco se trata de «crucificarla» ni de cebarse con ella gratuitamente, no es eso. Algún psicólogo se ha lanzado a aventurar que podría padecer un trastorno narcisista de la personalidad, un problema por el que merecería nuestra compasión, pero que tampoco anularía su capacidad de discernir el bien del mal (sería penalmente imputable). Otros dicen que ha sido víctima de los malos consejos de su representante. Quién sabe. A Anna Allen parece habérsela tragado la tierra y no parece querer dar explicaciones.

Si Anna Allen merece toda nuestra comprensión, ¿por qué no Francisco Nicolás y otros sujetos con un exagerado sentido del postureo? ¿Disculpamos a un político cuando miente, porque todos lo hacen y era necesario para ganar unas elecciones?
En España se ha perdido un poco el apego a la verdad como valor de la sociedad. Aquí aún no se entiende que Bill Clinton se ganase el impeachment no propiamente por ponerle los cuernos a Hillary con Monica Lewinsky, sino por mentirle al Congreso de los Estados Unidos. ¿De verdad queremos un Gobierno que nos diga la verdad, como decía Rubalcaba tras el 11-M? A veces parece que no. Lo recordaba en este artículo Antonio Pérez Henares. Lo que en realidad quieren muchos ciudadanos son políticos que les digan lo que quieren oír, da igual que no se corresponda con la realidad, y no verdades incómodas. Así que por qué iban a molestarnos las mentiras de una actriz del montón.

Qué quieren que les diga, yo le sigo teniendo mucho cariño a la verdad, esa cosa tan aburrida y muchas veces tan esquiva. Soy periodista, pertenezco a ese oficio dedicado a preservar la verdad de igual forma que el médico cuida la salud. Soy así de previsible, qué le voy a hacer.

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A propósito del currículo de la enseñanza de Religión Católica

Hay que estar bastante confundido (por decirlo finamente) para pensar que, por el mero hecho de que el BOE publique el currículum de la asignatura de Religión católica, el Gobierno comparte o defiende las creencias religiosas contenidas en ese documento, ni mucho menos que pretenda imponerlas «por decreto», como se ha publicado en varios medios de comunicación. Creer eso es tanto como pensar que el Gobierno está de acuerdo con todas las sentencias del Tribunal Constitucional porque las publica en el BOE, o que la Diputación de Pontevedra promueve todas las multas y sanciones que se publican en el boletín oficial de dicha provincia.

Por aclarar, el polémico documento en cuestión fue redactado por la Conferencia Episcopal Española para una asignatura, la Religión, totalmente voluntaria. Se supone que el currículum correspondiente al Islam lo redactará la autoridad religiosa musulmana correspondiente, y cuando lo publique el BOE no significará que Rajoy y sus ministros se hayan convertido a la religión de Alá ni que recen mirando a la Meca en La Moncloa.

Esto, que es tan sencillo, lo han retorcido algunos medios de comunicación de este país y otros les han seguido el juego en un lamentable ejercicio de borreguismo informativo.

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Peor que los nazis

Alrededor de un millón y medio de judíos y gitanos murieron durante la Segunda Guerra Mundial en el “Holocausto por balas”. Las víctimas cayeron masacradas por las ráfagas de ametralladora de los nazis, que reunían a los desdichados -también mujeres y niños- en grandes fosas y abrían fuego contra ellos en países como Ucrania, Rusia y Bielorrusia. Sin embargo, este horripilante método de exterminio masivo fue pronto sustituido al comprobar personalmente Heinrich Himmler, comandante en jefe de las SS, que muchos soldados alemanes quedaban psicológicamente afectados tras llevar a cabo las ejecuciones. Himmler se propuso encontrar un método de ejecución rápido y masivo que no afectase tanto a la moral de sus tropas. Probó a encerrar a las víctimas en camiones y a conectar el tubo de escape a su interior. Los judíos morían dentro del camión sin que nadie presenciase su agonía, y los cadáveres eran rápidamente trasladados al lugar de enterramiento dentro del propio camión. Este método derivó en las tristemente célebres cámaras de gas y hornos crematorios de los campos de concentración. El régimen nazi había ideado así un proceso “industrial” de exterminio con una doble ventaja: no afectaba a la moral de sus soldados y además ahorraba munición.

Hago esta referencia histórica para afirmar algo que, como todo lo que tiene que ver con el nazismo y las comparaciones que se realizan sobre él, no gustará a todo el mundo. Afirmo que el autodenominado Estado Islámico, también llamado ISIS o Daesh, es, en su esencia ideológica y moral, peor que el nazismo: mientras que muchos soldados alemanes -no todos, se supone, compartían el mismo nivel de fanatismo-, quedaban “tocados” psicológicamente por los crímenes de guerra que cometían, los terroristas del ISIS se retratan sonrientes con las cabezas cortadas de sus víctimas, se recrean en torturas inimaginables y parecen incluso disfrutar con delectación de sus atrocidades, cometidas incluso sobre mujeres y niños. Todo lo difunden en YouTube con un claro propósito propagandístico.

Añádase a ello que los terroristas del Estado Islámico, como yihadistas que son, arden en deseos de morir en el campo de batalla, para -según sus creencias-, reunirse en el más allá con decenas de huríes.

Isis

A la vista de estas dos evidencias, cabe preguntarse retóricamente si se puede negociar con el Estado Islámico, y por qué amplios sectores de la izquierda, sobre todo en España -ya hemos visto que Hollande no tiene problemas en enviar el portaaviones nuclear Charles de Gaulle y en combatir sin complejos el Estado Islámico-, siguen cegados por un absurdo buenismo antropológico que les impide ver el yihadismo como lo que es, un movimiento terrorista abominable que aniquila hombres, mujeres y niños y que debe ser combatida con la legítima fuerza de las armas de los estados democráticos. Estamos ante una clarísima “guerra justa” que incluso el papa Francisco ha aprobado.

Esta es la dura realidad. Cuanto más tiempo pierdan los gobiernos occidentales sin poner “botas sobre el terreno” será peor. Por suerte, el Estado Islámico no es una potencia industrial como lo era Alemania en los años 30. Pero los terroristas siguen acumulando pozos petrolíferos, riqueza y nuevos medios materiales y humanos, financiándose tal vez por ricos países del Golfo que siguen en el punto de mira de todas las sospechas.

Los más egoístas deberían saber que no se trata solo de miles de víctimas inocentes en países lejanos. Tenemos a los yihadistas mucho más cerca de lo que pensamos. La duda no es si matarán en España, eso se da por seguro; sino cuándo lo harán.

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Rafael Rodríguez López (Rafa López)
Periodista + información

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