Pablo Iglesias

Sangre, sudor y lágrimas

¿Se imaginan a Winston Churchill explicándole a los británicos en 1940 que el nazismo se combate «con más democracia», como ha dicho Pablo Iglesias sobre el terrorismo después de los atentados de París? ¿O que De Gaulle le dijera a los franceses que la violencia no es la solución contra Hitler? ¿Qué creen que hubiese ocurrido si Franklin D. Roosevelt hubiese culpado a Francia del auge del nazismo, al haber impuesto a Alemania unas reparaciones de guerra draconianas en el Tratado de Versalles (1919)?

Necesitamos unos dirigentes políticos no ya que nos digan la verdad -tal vez sería pedir demasiado-, sino que no nos traten como si fuéramos niños. Urge un Winston Churchill que admita que acabar con el Dchurchill_walking_1600x1200aesh costará sangre, sudor y lágrimas, que prometa defender nuestra libertad en los desiertos y en las playas y que jure que nunca nos rendiremos.

Por el momento solo François Hollande ha demostrado un notable valor en su respuesta al desafío del mal llamado Estado Islámico. El resto de los dirigentes mundiales, con Obama a la cabeza, han mostrado una preocupante falta de determinación. Tal vez porque todos saben que las bajas producidas en combate -que en todo caso serían muchas menos que las producidas en Normandía y en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial- les costarán millones de votos. Y porque recuerdan que Churchill perdió las elecciones incluso después de ganar la guerra que terminó en 1945.

Y es que, volvemos a Churchill, Occidente no necesita políticos condicionados por las próximas elecciones, sino estadistas preocupados por las próximas generaciones.

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Pablemos

Si lo de Francia con Le Pen y lo de Grecia con Amanecer Dorado da miedo, lo de Podemos en España, también. Ya se ha hablado del programa electoral de este partido, un completo disparate, más parecido a una carta a los Reyes Magos, como dice un buen colega mío, que a una lista de medidas mínimamente razonable. No se sabe si es más peligroso que Podemos se haya convertido en la cuarta fuerza política -en solo cuatro meses de existencia- impulsada por votantes conocedores de su ideología, afín al castrismo y al bolivarianismo, o por quienes la desconocían. Porque si se ha votado con las vísceras, o simplemente por la dimensión mediática de Pablo Iglesias, tertuliano en varios debates de televisión, parte de la opinión pública tiene que hacérselo ver. Y empresarios como Vasile y Lara deben hacer examen de conciencia sobre el tipo de personajes que promocionan en sus tertulias televisivas.
Posiblemente no existe un conocimiento generalizado entre los votantes sobre cuál es la naturaleza extremista de Podemos, que ha triunfado adoptando como nombre el lema para el Mundial 2010 de Cuatro -los inefables «Manolos», que a su vez tradujeron el «Yes we can» de Obama- y colocando en el logotipo del partido la efigie de su líder mediático, Pablo Iglesias. Pocos sabrán que detrás está un personaje tan siniestro como Juan Carlos Monedero, defensor a ultranza de dirigentes como Chávez y Maduro. Y, en el fondo, en España, en general, no se considera la extrema izquierda tan dañina como la extrema derecha, porque no se ha padecido una dictadura comunista y se ha idealizado la II República hasta la saciedad.
Veremos en las próximas elecciones si Podemos es un suflé que termina desinflándose. Ha dicho algún compañero que es un partido que nadie vota a partir de los 23 años. Yo soy más pesimista al respecto.

 

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Rafael Rodríguez López (Rafa López)
Periodista + información

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