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Mis padres se esforzaron en educarme pero me gusta el fútbol

Después de la polémica surgida en este país con respecto al fútbol y sus manifestaciones, decidí hacer una breve reflexión en Facebook que ahora reproduzco aquí. No va contra nadie ni tan sólo pretende aproximarse a la realidad. Sólo es mi verdad y lo único que pretende es aportar otro punto de vista a la jugada, sin renunciar jamás a mi espríritu crítico.

Como lo mejor en estos casos es aportar pruebas, lo hago con dos vídeos. En el primero podréis comprobar mi capacidad para adentrarme en la prehistoria, muchos milenios después, desde el sofá de casa. En el segundo, disfrutaréis de una obra maestra dirigida por la BBC para resumir en dos minutos la Eurocopa 2012.

España ha ganado su segunda Eurocopa en cuatro años. En los 31 anteriores había sido incapaz de verla pasar de cuartos. Y era feliz, relativamente feliz, sin duda. Ahora he podido celebrar el tercer trofeo desde 2008 y lo he hecho sin cataclismos, sin perder el norte, sabiendo dónde está mi pan y el de los míos, sabiendo que hay infinitas prioridades por encima del fútbol. Pero disfrutando el momento, volviéndome loco por un instante -así lo atestigua el primer vídeo-, dejándome llevar por ese sentimiento de haber olvidado aquel «eso, tú y yo no lo veremos, hijo», por el reconocimiento a la excelencia de aquel deporte que creí practicar durante 15 años, por la admiración hacia unos valores que, después de tener un justo reconocimiento en personalidades de otros sectores de la sociedad, ahora vemos representados en futbolistas de casa, esos que se han criado con Cola-Cao, bocadillos de embutido o viendo a Oliver y Benji. Como yo.

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También por ver a Casillas pidiendo clemencia en nombre del rival y cumpliendo, por muchos 10 millones de euros que contemple su nómina, lo que desde el primer día me enseñaron en el club de mi barrio cuando con 5 años me vestí por primera vez de corto: «al acabar el partido se le da la mano al rival, uno a uno»; por un genio despistado llamado Cesc que asume la responsabilidad, reivindicando ese derecho que tenemos -tienen, un lapsus- los jóvenes, y le pide a su entrenador que le deje tirar el último penalti del siglo; por un albaceteño reservado que quiere el balón cuando las cosas no vienen de cara para demostrar que la filosofía rural sigue vigente; por un seleccionador que huye de los focos y recuerda que «esto sólo es fútbol» mientras bate todos los récords sin levantar la voz a las primeras de cambio; por dos clanes, los Capuleto y Montesco, que se retan a muerte permanentemente y durante uno de cada veinticuatro meses nos muestran que siempre hay un camino hacia el entendimiento y los puntos comunes, siempre que cuentes con dos comandantes generales, como Xavi y Casillas, que saben de dónde vienen, lo que han logrado juntos y cuánto les ha costado… Y así podría citarte virtud tras virtud de esta selección, experta en despertar simpatías más allá de nuestras fronteras…

Hoy hay que volver a la batalla. Sin analgésicos, sin pantallas que desvíen atenciones y sin refugios virtuales. Pero habremos disfrutado de una experiencia que lejos de solventarnos la papeleta, nos habrá ayudado a recargar unos milímetros nuestro maltrecho depósito de optimismo, o cómo mínimo a taponar alguna que otra fuga. El reto que tenemos ahora por delante consistirá en saber tomar todos esos valores y aplicarlos a nuestro día a día, no sé si haciéndonos mejores pero seguro que retrasando sensiblemente nuestro empeoramiento.

BBC Euro2012 thriller closing credits

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Cuando el fútbol es lo de menos

He decidido profanar este bendito blog (recordemos que me soporta a diario y eso implica una prima automática de cielo ganado) y hablar de fútbol aunque sea por una vez. Pasar por alto que los cuatro partidos entre las dos medias Hispanias -así no ofendemos a nadie- están consiguiendo lo que no ha logrado la crisis (movilizar a todo un país para defender una causa, ya sea blanca o azulgrana) merece nuestra atención, en el grado que cada uno encuentre oportuno y desde la perspectiva más o menos favorable que decida cada cuál, Mou me libre.

Si bien la primera entrega de la saga más prolífica después de Millenium no fue memorable -salvo para para el responsable del abono del Bernabéu-, sí que en el caso del segundo fascículo el espectáculo exhibido y sus consecuencias han sido contundentes. Gracias a los responsables -y amigos- del blog Zona Mixta que me ceden sus bites de tanto en tanto, me he arrancado por soleares para ofrecer mi visión del asunto, ni mucho menos la correcta. Ellos, como buenos periodistas deportivos, saben que si no fuera por la desgravación fiscal que se asocia a este gesto solidario, no me permitirían tal exceso. Será cuestión de dejarse de rodeos, hincar los tacos y colocarme las espinilleras para prevenir vuestras represalias. Empieza así:

 

El Hachazo | Daños colaterales

Por Héctor Romero

Empezaré por el principio. José Mourinho no me gusta. En concreto, lo que me desagrada especialmente es todo lo que tiene que ver con su puesta en escena lejos de la espesa hierba, retratada en esa cruzada caza-fantasmas fruto de la obsesión por colocar el foco mediático en la dirección que marque su índice, y no al revés. Un intento por encajar en la historia del Real Madrid algunas de sus actitudes requeriría de la intervención de dinamiteros ejerciendo un preciso trabajo de voladura, reduciendo a escoria valores que hasta la fecha han llevado el copyright blanco. Tal vez sea la ausencia de un currículum de primer nivel como futbolista, o tal vez no, el detonante de su goma dos verbal como el único modo de lograr posicionar su discurso a la altura del de sus colegas, que en muchos de los casos cuentan sus carreras calzando botas de tacos a base de entorchados… [SIGUE AQUÍ]