Rescue me

Hace unos días vino a verme alguien a mi trabajo. Un compañero me alertó de que me estaba buscando un tal Walter (nombre ficticio) que, según decía, aseguraba conocerme. Le cité para unos minutos más tarde, justo después de cumplir con unos asuntos profesionales ineludibles. Antes de finalizar mis obligaciones ví pasar a un tipo desconocido pero familiar a la vez. Conseguí recordar quién era poco después. Varios años atrás se me presentó en la oficina. Era un tipo de mi quinta, de origen sudamericano y empeñado en buscarse un hueco en nuestra jungla profesional. Me dijo que era «un apasionado del deporte» y que estaba convencido de que «podía aprender rápido y hacer carrera en la formación de los más jóvenes». Se expresaba con enorme educación, a veces excesiva, y siempre finalizaba sus frases con una sonrisa en los labios. Después de aquella primera toma de contacto le perdí la pista.

Ahora, años más tarde, su aspecto apenas ha variado. Su comportamiento sigue siendo exquisito. Venía a ofrecer sus servicios, esta vez con más premura. Durante todo este tiempo había trabajado de todo: mozo de almacén, camarero, repartidor, organizador de eventos… Mientras ocupaba todos aquellos puestos de trabajo su ilusión se mantuvo intacta. Aparenta ser un tipo de convicciones firmes. Aquella ilusión era el motor que le empujaba a buscar su lugar en el deporte profesional, de la misma forma que otros muchos lo intentaron con éxito antes que él. O no. Walter siempre te cede la palabra y pide perdón antes de ofender, para cobrar ventaja por si llegado el momento le traicionaran sus impulsos. «Si no es mucha molestia» o «si te parece bien» son sus encabezamientos de frase predilectos. Quedamos en vernos nuevamente para que me deje su currículum y yo pueda facilitarle un par de contactos con los que llamar a algunas puertas. Posiblemente ya no haya nadie tras esos umbrales. Muchos no abrirán a su llamada por traspaso. Razonable. Otros no lo harán por hijos de puta. Miserable. Que le escuchen es importante para la autoestima de Walter. Lástima que no sea suficiente.

Hoy, puntual como las rodillas ovales de Lewinsky muchas felaciones atrás, ha acudido a nuestra cita. Ha sido breve. Parecía no querer abusar, increiblemente discreto a pesar de su deseperada situación. Desde mi atril privilegiado, mientras nos despedíamos le he deseado mucha suerte y que no dude en buscarme si me necesita. Después me he ido a casa a comer caliente. «La vida sigue», me he dicho. «Sobre todo la mía», me he corregido después. Walter tiene ganas de buscarse la suya con dignidad. Walter hoy es Walter. Mañana yo puedo ser Walter, y pasado él puede estar en mi lugar. Porque con trabajo la suerte llega… Pero para eso siempre necesitas que alguien confíe en ti y que ningún malnacido quiera utilizarte de felpudo o sacudirte con el mismo desprecio con el que lo hace con su prepucio tras miccionar -por que estos no mean, contaminan-. Es una estupidez olvidarse de que hoy en día hay Walters a toneladas. Una cosa es pensar que vamos a salvar el culo de todos aquellos con problemas que se topen con nosotros, y otra muy diferente es escudarse en un «lo siento pero yo no puedo hacer nada; la vida es así», para escurrir el bulto antes de entonar un «tonto el último» introspectivo, pero con dos bemoles.

Se despide, Héctor… o Walter, vosotros sabréis.

Cita postuaria: «La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respetuo mutuo». (Eduardo Galeano)

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2 Respuestas para “Rescue me”

  1. Pedro Robledo 6 febrero, 2009 a las 20:07 #

    Cuanta razón tienes. Quien no ha sido Walter alguna vez o muchas veces?. O quien no puede volver a serlo?. Sin embargo, no comparto que la caridad sea horizontal, por lo menos la verdadera. La caridad es a la vez solidaridad y esta, no es ni horizontal ni vertical, en realidad es humanidad, humildad, respeto y tantas cosas fáciles que conseguimos hacer imposibles, mejor dicho, conseguimos no hacer y no hacemos. Seguramente, a Walter le sobra con ver que hay alguien que lo escucha, lo respeta y se pone en su lugar aún sin poder hacer nada, que no ayudarlo. Felicidades por ser persona, buena persona. Pedro Robledo

  2. HACHEctor 7 febrero, 2009 a las 11:00 #

    Gran Peter. Es uno honor tenerte por estos lares. Gracias por tu comentario tan sincero. Sólo te haré una objeción. La comparación entre caridad y solidaridad no la hago yo, es una cita del escritor uruguayo Eduardo Galeano. Siempre acompaño cada entrada/post con una cita relacionada con el tema, aunque no coincida con lo que pienso yo. Estoy de acuerdo en parte contigo y en parte con él: todo depende de la intención y la posición desde la que se ejerza la caridad. Si es por empatía con el sufridor, porque puedes verte reflejado, me parece sincero. Cuando es por motivos más superficiales ya no me vale.Lo dicho. Eres un grande entre los grandes… que no mayor.Un abrazo.