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Sting celebra treinta años de carrera en solitario en A Coruña*

El veterano músico inglés actúa el próximo martes en el Coliseum de A Coruña, con una banda de lujo y un repertorio con igual número de temas en solitario que de su etapa en The Police. Se prevé un lleno total.

Rafa López

Este año se cumplen 30 desde que arrancase la carrera en solitario de Sting, aunque el músico británico no quiere oír hablar de efemérides. De hecho, en esta gira interpreta el mismo número de canciones de The Police que de su repertorio en solitario. El que llegará al Coliseum de A Coruña el próximo martes día 14 (22.00 horas, entradas casi agotadas) será un “tour” más del músico inglés, sin título propio ni álbum que presentar. ¿Acaso hace falta alguna coartada para ver y escuchar a Sting, uno de los compositores más brillantes de la historia del rock, que lleva la friolera de 15 años sin tocar en Galicia?

Es cierto que el útimo álbum de Sting, “The last ship” (“El último buque”, 2013), concebido como la banda sonora de un musical escrito por él mismo sobre los astilleros de Wallsend (Newcastle, Inglaterra) junto a los que creció, pasó sin pena ni gloria, sin algo parecido a una canción de éxito que lo apoyase, y que para encontrar su anterior álbum original hay que remontarse doce años atrás (“Sacred love”, 2003). Pero también es verdad que, pese al letargo creativo en el que parece llevar sumido en la última década, con los paréntesis de la reunión de The Police y un par de álbumes de música renacentista, el bagaje musical de Gordon Matthew Sumner, desde que empezase su carrera como músico hace 44 años, resulta incontestable: más de cien millones de discos vendidos, tanto con The Police como en solitario; 16 premios Grammy, dos Brit, un Emmy, un Globo de oro, tres nominaciones a los Oscar, dos Ivor Novello, un Century Award de Billboard, un León de Oro en Cannes… Y, por encima de todo, el consenso de que estamos ante uno de los mejores compositores en activo, tanto de melodías como de letras. Colegas de la talla de Stevie Wonder, Bruce Springsteen, James Taylor, Rufus Wainwright, Paul Simon y Randy Newman, además de primeras figuras del jazz, han alabado su talento. “Es un gran compositor, gran cantante, gran músico y un espectacular bajista”, dijo Newman sobre Sting en una ocasión. “Admiro particularmente la complejidad armónica de su trabajo. No se conforma con los mismos acordes de siempre. Trabaja duro, y se nota”. Y es que, como compositor, Sting bebe tanto de la aparente sencillez de los Beatles y de Cream, sus influencias de juventud, como de la enorm complejidad de genios como Bach y Thelonious Monk. “Siempre busco la novedad, algo que nunca haya escuchado”, dijo Sting en un documental sobre “el cerebro musical” que produjo National Geographic.

Su último quehacer ha sido una gira conjunta con Paul Simon, un dúo desigual en estatura (1.82 metros mide el británico, 1.60 el norteamericano) y en edad (63 y 73 años), pero con un talento compositivo comparable.

El breve periplo que le trae de nuevo a tierras gallegas comenzó el pasado 26 de junio en Bergen, Noruega, y terminará en el mismo país nórdico el 1 de agosto. Por ahora, el álbum “The last ship” ha sido ignorado en los conciertos, y nada indica que pueda aparecer. La mitad de las 22 canciones que suele interpretar en esta minigira pertenecen a su etapa como líder de The Police: “Message in a bottle”, “Every breath you take”, “Roxanne”, “So lonely”… Así hasta once éxitos “policiales”, a los que hay que añadir un clásico de Simon & Garfunkel, “America”, y otra versión, una que ya apareció en su repertorio en directo hace más de dos décadas: “Ain’t no sunshine”, del “soulman” Bill Withers.

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Sting ha actuado cuatro veces en Galicia, dos en A Coruña y otras dos en Santiago. El seis de junio de 1991 inauguró los grandes conciertos internacionales en el Coliseum herculino, y su último recital en Galicia fue en el Multiusos Fontes do Sar de Santiago, el 2 de junio de 2000.

Su primera visita a Galicia, en 1991, fue con su álbum “The soul cages”, un trabajo introspectivo y casi conceptual en torno a la muerte de su padre. “Mi padre me llevaba a los astilleros y me decía que me embarcase en uno de esos grandes buques en cuanto me hiciese mayor, para conocer mundo. Supongo que le he decepcionado”, suele comentar Sting con ironía británica. Hijo de un lechero y de una peluquera, músicos aficionados ambos, Sting mamó la música desde pequeño, pero tardó muchos años en disfrutar las mieles de éxito. Cumpliendo el sueño de su padre, fue bajista en la banda de un crucero de la P&O, el Oriana. No el que recaló en Vigo en infinidad de ocasiones, sino otro más antiguo que fue retirado en 1986.

Con la Newcastle Big Band de jazz actuó por primera vez en España, en San Sebastián, en 1972. Con Last Exit, su siguiente banda, repetiría en Donosti tres años más tarde. Ejercía como profesor (enseñaba lengua, geografía y fútbol) y destacó en atletismo, deporte que abandonó porque, según dijo, para él no tenía sentido no terminar la carrera en primera posición. Ese afán por la excelencia lo ha tenido siempre en su carrera, incluso desde los primeros tiempos de The Police (1977), cuando el trío que formó con el guitarrista Andy Summers (sustituto del mediocre Henry Padovani) y el baterista Stewart Copeland enarboló el pabellón de conveniencia del punk en sus comienzos. Aquella tripulación de excelentes músicos iba a llevarle mucho más lejos que el vetusto Oriana. En apenas un lustro, The Police le convirtió en uno de los artistas más populares y venerados del mundo, gracias a himnos como “Roxanne” (un tango convertido en un reggae-rock), “Message in a bottle”, “Everything she does is magic” y “Every breath you take”.

Sting fue el autor del 90 por ciento de las canciones de The Police y del cien por ciento de sus éxitos. “Un grupo no puede funcionar democráticamente”, decía Sting a mediados de los ochenta para explicar la ruptura de uno de los mejores “power trio” de la historia en el punto de mayor éxito de su carrera. En 1985 Sting iniciaba su carrera en solitario con una canción de título elocuente, “If you love somebody set them free”: “Si quieres a alguien, libéralo”. Y esa ha sido su norma desde entonces, una absoluta libertad creativa, incorporando a su propuesta elementos del jazz, el funk, el folk, la música clásica y la “world music”.

Su siguiente movimiento fue subvertir los prejuicios raciales del rock, reuniendo una banda de excelentes músicos negros de jazz: Omar Hakim (batería), Darryl Jones (bajo), Kenny Kirkland (teclados), Brandford Marsalis (saxofón), Dolette McDonald y Janice Pendarvis (coros). El nacimiento de aquella fantástica banda quedó inmortalizado en la película “Bring on the night”, de Michael Apted, un más que notable documental que también cumple tres décadas este año.

Aunque han pasado treinta años en solitario, Sting sigue fiel a ese afán de excelencia en sus discos y en sus conciertos. En A Coruña le acompañarán tres de sus músicos habituales en las últimas décadas; los tres, instrumentistas muy cotizados: Dominic Miller, su guitarrista y mano derecha desde hace un cuarto de siglo. David Sancious, teclista y guitarrista que perteneció a la primera formación de la E Street Band de Bruce Springsteen (entre 1973 y 1975), y ha tocado también con Eric Clapton y Peter Gabriel, entre otros. Y Vinnie Colaiuta, uno de los mejores del mundo a la batería, que fue el baterista habitual de Frank Zappa y de Joni Mitchell, y que tocó por primera vez con Sting en 1990. Completan el grupo la corista australiana Jo Lawry y el joven violinista Peter Tickell, paisano de Sting y hermanastro y miembro de la banda de la famosa gaitera inglesa Kathryn Tickell.

A la voz y al bajo, Sting, que a sus 63 años sigue conservando una de las voces más sobresalientes del panorama pop-rock. Influido por las cantantes de jazz femeninas y por Joni Mitchell, Sting saca partido a uno de los registros más agudos de un cantante masculino de su género. “Cantar con un registro alto en una banda de rock es útil, tu voz destaca y no queda enterrada en la mezcla”, ha declarado a “The Observer”. “Estoy orgulloso de mis letras y quiero que la gente entienda lo que estoy cantando”.

Con las cuatro cuerdas también es uno de los mejores. Influido por Jaco Pastorius y curtido en el jazz, Sting es autor de líneas de bajo tan memorables como las de “Walking on the moon”, “Bring on the night” o “Spirits in a material world”.

Pese a todos sus méritos musicales, o quizá tal vez por ellos, Sting ha sido objeto de críticas furibundas. Al igual que Bono, el talón de Aquilés que han atacado sus detractores ha sido su activismo (contra la deforestación y a favor de Amnistía Internacional) y su fortuna personal, cifrada en más de 150 millones de euros. Marido feliz de la productora Trudie Styler (“mi primer matrimonio fue la única cosa en la que he fracasado”, ha dicho), padre de seis hijos y dueño de una finca vitivinícola en la Toscana, su perfil no se corresponde con el tópico de la estrella del rock cínica y autodestructiva. Su aspecto, a sus 63 años, resulta envidiable, quién sabe si por su afición al yoga o al sexo tántrico, una leyenda que le lleva persiguiendo 20 años, desde que un día dijo supuestamente en una entrevista que era capaz de hacer el amor durante ocho horas. “No hay nada más sagrado que poder dar y recibir placer y, quizá, crear vida”, ha explicado cuando se le ha preguntado sobre el tantrismo. “Quien quiera que haya inventado el sexo, que me imagino que es Dios, debe de estar muy orgulloso”. Sobre sus creencias, se declara una persona más espiritual que firmemente creyente. “No me arrepiento de mi educación católica, pero desprecio la certeza inamovible en cuestiones espirituales. Es sumamente peligrosa”, declaró a “The Observer”.

Muchos de los tópicos sobre Sting han contribuido a construir un prejuicio negativo sobre él, incluso entre sus propios colegas. Hace unos años, VISADO preguntaba a Coque Malla sobre sus canciones favoritas. El músico madrileño citaba “I hung my head, de Johnny Cash”. Cuando le dijimos que esa interpretación fue una versión de Cash, y que es original de Sting (la publicó en 1996), no daba crédito. Una prueba más de que el talento de Sting como compositor puede resultar sorprendente si se dejan de lado prejuicios absurdos.

Sting inicia hoy su gira española en el Festival de Cap Roig; el domingo actuará en el Festival de la Guitarra de Córdoba y el martes tocará en A Coruña. Habrá una nueva oportunidad para verle no muy lejos de Galicia, el jueves 16 en el festival Superbock Super Rock de Lisboa. En el momento de terminar este reportaje, para A Coruña solo quedaban entradas de grada, entre 48.50 y 69.10 euros, en Ticketmaster.es.

*Esta es la versión completa de un artículo publicado en el suplemento VISADO de Faro de Vigo el 10 de julio de 2015.

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La pitada y la ventosidad

Se ha dicho muchas veces estos días que la pitada contra el himno de España en la final de la Copa del Rey (el pasado 30 de mayo en el Camp Nou) es un acto de libertad de expresión. Uno sigue albergando ciertas dudas. Es cierto que, al contrario de lo que ocurre en otros países de larga tradición democrática, como Francia y Alemania, la legislación no contempla sanciones contra los que pitan el himno nacional. ¿Pero estamos ante un acto de libertad de expresión o simplemente de una criticable falta de educación y de respeto?
Se me ocurre comparar lo de los pitos con un pedo, con perdón. Al fin y al cabo, en ambos casos se trata de expulsar aire de forma sonora y con el propósito de molestar al prójimo, por decirlo de forma suave. Si bien te pueden multar por dejar excrementos en la vía pública (tuyos o de tu perro), que yo sepa no se contemplan sanciones por tirarse un pedo en un lugar especialmente sensible, como el ascensor de unos grandes almacenes. Pongamos por caso -ficticio, por supuesto- que Jaimito (nombre inventado) estuviera terriblemente enfadado con El Corte Inglés, porque su agencia de viajes le dejó tirado en su luna de miel. Imaginemos que quisiera tomarse cumplida venganza, y que no tuviera mejor idea que expeler una ventosidad en uno de sus amplios ascensores atestados de clientes en plena campaña navideña. La gamberrada de Jaimito no sería objeto de sanción, pero sí de reprimenda. Si se descubre, claro, que fue él el guarro. Y los perjudicados por su mala educación serían los clientes de El Corte Inglés que se encontraran con la peste en el ascensor, no los responsables de los grandes almacenes.
Pues algo parecido ocurre con los que pitaron el himno: los perjudicados por su mala educación han sido todos los españoles, incluidos los catalanes y los vascos, y los que están a favor del mal llamado «derecho a decidir». Y su acto no será objeto de sanción, pero sí de reprimenda moral por parte de todos. El error de los que pitaron es el mismo que el de Zapatero, que no se levantó ante la bandera de Estados Unidos: el objeto de su desaire no fue Aznar, que es lo que él pretendía, sino todos los ciudadanos del país norteamericano. Y las consecuencias de esa absurda falta de respeto las pagamos todos los españoles durante años.
Por otra parte, ¿qué respeto merecen quienes no respetan a los demás? ¿Qué pensarían los catalanes que pitaron el himno si otros ciudadanos pitaran «Els segadors»?
Mas y Louzán Copa Rey

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Del postureo a la impostura

Sorprende el doble rasero de algunos con el asunto de Anna Allen, la actriz que se inventó una carrera cinematográfica y televisiva, amistades en Hollywood, asistencias a las galas de los Óscar y (según sospecho) varios perfiles de Twitter de inexistentes agencias, representantes y periodistas. Parece que al pequeño Nicolás, con esa pinta de borjamari de FAES y adlátere del PP, hay que lincharle, pero pobrecilla esta actriz, que no encontraba nuevos trabajos (eso dicen) y se lanzó a colgar una serie de montajes fotográficos en internet (nadie le ha preguntado a las suplantadas qué les ha parecido que «robase» sus cuerpos, por cierto) y soltar cuentos chinos en medios de difusión nacional, como Telecinco (Pasapalabra), El Mundo y la SER. Puedes engañar a alguna gente durante un tiempo, pero no a todo el mundo durante todo el tiempo, según decía, creo, Abraham Lincoln. Lo más sorprendente es que no descubrieran antes a alguien tan poco hábil con el Photoshop, en un mundo virtual en el que, más que nunca, se pilla antes a un mentiroso que a un PC con Windows 95.

Algo no va bien cuando tienes que recordarle a algunos que la mentira está mal y que la sinceridad y la honestidad son valores en sí mismos, sin necesidad de recurrir a comparaciones (es que todo el mundo miente en sus currículums, aducen) ni a listas de damnificados. Aunque Anna Allen no hubiese engañado a multitud de periodistas, productores, lectores, televidentes y seguidores; aunque no se hubiese aprovechado de una sarta de mentiras para obtener ventajas profesionales (en detrimento de muchos compañeros en paro), la actriz de «Cuéntame cómo pasó» se ha engañado, en primer lugar, a sí misma. Ha perjudicado (de momento) su carrera, y eso ya merece censuras y reprimendas. Tampoco se trata de «crucificarla» ni de cebarse con ella gratuitamente, no es eso. Algún psicólogo se ha lanzado a aventurar que podría padecer un trastorno narcisista de la personalidad, un problema por el que merecería nuestra compasión, pero que tampoco anularía su capacidad de discernir el bien del mal (sería penalmente imputable). Otros dicen que ha sido víctima de los malos consejos de su representante. Quién sabe. A Anna Allen parece habérsela tragado la tierra y no parece querer dar explicaciones.

Si Anna Allen merece toda nuestra comprensión, ¿por qué no Francisco Nicolás y otros sujetos con un exagerado sentido del postureo? ¿Disculpamos a un político cuando miente, porque todos lo hacen y era necesario para ganar unas elecciones?
En España se ha perdido un poco el apego a la verdad como valor de la sociedad. Aquí aún no se entiende que Bill Clinton se ganase el impeachment no propiamente por ponerle los cuernos a Hillary con Monica Lewinsky, sino por mentirle al Congreso de los Estados Unidos. ¿De verdad queremos un Gobierno que nos diga la verdad, como decía Rubalcaba tras el 11-M? A veces parece que no. Lo recordaba en este artículo Antonio Pérez Henares. Lo que en realidad quieren muchos ciudadanos son políticos que les digan lo que quieren oír, da igual que no se corresponda con la realidad, y no verdades incómodas. Así que por qué iban a molestarnos las mentiras de una actriz del montón.

Qué quieren que les diga, yo le sigo teniendo mucho cariño a la verdad, esa cosa tan aburrida y muchas veces tan esquiva. Soy periodista, pertenezco a ese oficio dedicado a preservar la verdad de igual forma que el médico cuida la salud. Soy así de previsible, qué le voy a hacer.

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A propósito del currículo de la enseñanza de Religión Católica

Hay que estar bastante confundido (por decirlo finamente) para pensar que, por el mero hecho de que el BOE publique el currículum de la asignatura de Religión católica, el Gobierno comparte o defiende las creencias religiosas contenidas en ese documento, ni mucho menos que pretenda imponerlas «por decreto», como se ha publicado en varios medios de comunicación. Creer eso es tanto como pensar que el Gobierno está de acuerdo con todas las sentencias del Tribunal Constitucional porque las publica en el BOE, o que la Diputación de Pontevedra promueve todas las multas y sanciones que se publican en el boletín oficial de dicha provincia.

Por aclarar, el polémico documento en cuestión fue redactado por la Conferencia Episcopal Española para una asignatura, la Religión, totalmente voluntaria. Se supone que el currículum correspondiente al Islam lo redactará la autoridad religiosa musulmana correspondiente, y cuando lo publique el BOE no significará que Rajoy y sus ministros se hayan convertido a la religión de Alá ni que recen mirando a la Meca en La Moncloa.

Esto, que es tan sencillo, lo han retorcido algunos medios de comunicación de este país y otros les han seguido el juego en un lamentable ejercicio de borreguismo informativo.

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Peor que los nazis

Alrededor de un millón y medio de judíos y gitanos murieron durante la Segunda Guerra Mundial en el “Holocausto por balas”. Las víctimas cayeron masacradas por las ráfagas de ametralladora de los nazis, que reunían a los desdichados -también mujeres y niños- en grandes fosas y abrían fuego contra ellos en países como Ucrania, Rusia y Bielorrusia. Sin embargo, este horripilante método de exterminio masivo fue pronto sustituido al comprobar personalmente Heinrich Himmler, comandante en jefe de las SS, que muchos soldados alemanes quedaban psicológicamente afectados tras llevar a cabo las ejecuciones. Himmler se propuso encontrar un método de ejecución rápido y masivo que no afectase tanto a la moral de sus tropas. Probó a encerrar a las víctimas en camiones y a conectar el tubo de escape a su interior. Los judíos morían dentro del camión sin que nadie presenciase su agonía, y los cadáveres eran rápidamente trasladados al lugar de enterramiento dentro del propio camión. Este método derivó en las tristemente célebres cámaras de gas y hornos crematorios de los campos de concentración. El régimen nazi había ideado así un proceso “industrial” de exterminio con una doble ventaja: no afectaba a la moral de sus soldados y además ahorraba munición.

Hago esta referencia histórica para afirmar algo que, como todo lo que tiene que ver con el nazismo y las comparaciones que se realizan sobre él, no gustará a todo el mundo. Afirmo que el autodenominado Estado Islámico, también llamado ISIS o Daesh, es, en su esencia ideológica y moral, peor que el nazismo: mientras que muchos soldados alemanes -no todos, se supone, compartían el mismo nivel de fanatismo-, quedaban “tocados” psicológicamente por los crímenes de guerra que cometían, los terroristas del ISIS se retratan sonrientes con las cabezas cortadas de sus víctimas, se recrean en torturas inimaginables y parecen incluso disfrutar con delectación de sus atrocidades, cometidas incluso sobre mujeres y niños. Todo lo difunden en YouTube con un claro propósito propagandístico.

Añádase a ello que los terroristas del Estado Islámico, como yihadistas que son, arden en deseos de morir en el campo de batalla, para -según sus creencias-, reunirse en el más allá con decenas de huríes.

Isis

A la vista de estas dos evidencias, cabe preguntarse retóricamente si se puede negociar con el Estado Islámico, y por qué amplios sectores de la izquierda, sobre todo en España -ya hemos visto que Hollande no tiene problemas en enviar el portaaviones nuclear Charles de Gaulle y en combatir sin complejos el Estado Islámico-, siguen cegados por un absurdo buenismo antropológico que les impide ver el yihadismo como lo que es, un movimiento terrorista abominable que aniquila hombres, mujeres y niños y que debe ser combatida con la legítima fuerza de las armas de los estados democráticos. Estamos ante una clarísima “guerra justa” que incluso el papa Francisco ha aprobado.

Esta es la dura realidad. Cuanto más tiempo pierdan los gobiernos occidentales sin poner “botas sobre el terreno” será peor. Por suerte, el Estado Islámico no es una potencia industrial como lo era Alemania en los años 30. Pero los terroristas siguen acumulando pozos petrolíferos, riqueza y nuevos medios materiales y humanos, financiándose tal vez por ricos países del Golfo que siguen en el punto de mira de todas las sospechas.

Los más egoístas deberían saber que no se trata solo de miles de víctimas inocentes en países lejanos. Tenemos a los yihadistas mucho más cerca de lo que pensamos. La duda no es si matarán en España, eso se da por seguro; sino cuándo lo harán.

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Coppini

Es difícil escribir sobre Germán Coppini cuando ya lo han hecho mucho y bien maestros como Diego A. Manrique y Lorenzo Silva. No puedo aportar más datos ni expresarlo mejor que ellos, pero se lo debía a la voz del que fue uno de mis primeros grupos favoritos: Golpes Bajos. Gracias a mi hermano mayor (nacido en 1965, y habitual del Satchmo vigués en los primeros años 80) y a las cintas que le grababan sus amigos -bendita piratería de baja intensidad- pude conocer el primer disco de Golpes Bajos y «A Santa Compaña», magistral álbum del que se cumplirán tres décadas en 2014. Corría el año 1985 y yo tenía 13 años. Con el tiempo compré todas sus grabaciones en CD. Porque yo era de Golpes Bajos, mientras que el 99% de la gente de mi edad, en Vigo, vibraba con Siniestro Total. No es que no me gustasen hasta cierto punto temas como «Ayatolah» o «Matar hippies en las Cíes», pero nunca las consideré más que un divertimento. Las canciones de Golpes Bajos, además de tener unas excelentes melodías, tenían profundidad, te hablaban al corazón y hasta te enseñaban verdades como puños: «No se ama a los sumisos, simplemente se les quiere». Me sentía un poco bicho raro como fan de Golpes Bajos, mientras la gente de mi edad escuchaba a los más festivos Siniestro y Aerolíneas Federales.

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Como letrista, Germán Coppini alcanzó alturas comparables a las de Santiago Auserón y Antonio Vega, aunque no tuviera un talento comparable en la parte musical. Dio lo mejor de sí con Golpes Bajos, una feliz conjunción de cuatro talentos: no hay que olvidar al guitarrista y productor Pablo Novoa y al excelente bajista Luis García (gran intérprete de la técnica de «slap»), luego en Semen Up. Tanto en el caso de Coppini como en el de Teo Cardalda (cuyo silencio tras la muerte de su antiguo compañero ha sido muy significativo) , no volvieron a producir canciones de tanta calidad después de Golpes Bajos. El intento de reunión de 1998 fue decepcionante, al no contar con Novoa ni con García (Cardalda no quiso llamarles, según la versión de Coppini) y cambiar algunas letras de las canciones, algo verdaderamente incomprensible. La química se había esfumado. Recuerdo que la crónica de Faro de Vigo del concierto que dieron en Castrelos (Vigo) se titulaba algo así como «Siguen siendo malos tiempos».

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Tuve ocasión de entrevistar al santanderino en 2008 con motivo de su primer disco con Álex Brujas, «Primo tempo», con el que formó el proyecto llamado Lemuripop. Era un álbum más que interesante que pasó sin pena ni gloria y que apenas tuvo repercusión en los medios de comunicación. Faro de Vigo fue una de las escasas excepciones. Si la mitad de los que le reivindicaban en Twitter hubiesen escuchado algo de aquel material…

Lemuripop

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Seguramente no era el tío con el que la mayoría se hubiese ido de copas. Tenía fama de borde, o al menos, de muy reservado. Y políticamente no podíamos sostener posiciones más opuestas, aunque ni en 1985 se sabía eso ni importa para lo que nos ocupa. Solo los sectarios desprecian la obra de un artista simplemente por sus ideas políticas.

La influencia de Germán Coppini fue patente en músicos como el vigués Juan Rivas (con el que colaboró) y el grupo granadino Lori Meyers. Pero había que vivir aquella época de mediados de los 80 para recordar lo que fue Golpes Bajos. Aquel Vigo gris y lluvioso, duramente afectado por la reconversión industrial, tuvo un artista (vigués de adopción, porque nació en Santander) que convirtió el tedio y el pesimismo en poesía. Si Manchester tuvo a Morrissey, Vigo tuvo a Germán Coppini.

 

 

Mi excelente final
para una corta vida,
divertidas caras de asombro
cuando recibáis la noticia.

Ni una sola lágrima,
todo queda en palabras,
anécdotas e historias, pero
¿a que soy algo que se atraganta?

Ni una sola lágrima,
ni una sola lágrima.

Y tú, mi pequeña,
¿me tratarás igual
o te sujetarán unos brazos
cuando te desvanezcas?

«Era una bella persona»,
menuda sarta de hipócritas,
mas ni siquiera por asomo
habéis llegado a superarme.

Ni una sola lágrima.

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Una historia de amistad

Dalmacio (nacido en 1928) y Juan (nacido en 1930) se hicieron amigos cuando estudiaron en la misma escuela, en Vigo, en torno a 1950. Coincidieron en sus primeros trabajos, lejos de sus casas, pero luego la vida les distanció. Dalmacio trabajó durante diez años en una refinería de Venezuela y perdió todo contacto con su amigo, que siguió trabajando en Galicia. Pasado el tiempo, Dalmacio regresó a Vigo para trabajar y en esa ciudad sufrió la pérdida de su mujer, a la que quería con locura. Sumido en una profunda depresión, Dalmacio se desconectó de la vida, hasta que en 1999, y de forma totalmente casual, le encontró en la calle su amigo de la juventud, Juan. Cuatro décadas después de haberse visto por última vez, su amistad seguía viva como si no hubiese pasado tiempo. Siguieron compartiendo paseos y tertulias y hoy Juan, de 83 años, enfermo de Parkinson y con importantes lagunas de memoria, recibe la visita de Dalmacio (de 85) asiduamente en la residencia de la tercera edad, y salen juntos a pasear. Nadie podía imaginar que el amigo de mayor edad iba a cuidar del más joven. Hoy por ti y mañana por mí. «La vida tiene mucho de lotería», dice Dalmacio. Y un amigo de verdad es el mejor premio.

Basada en hechos reales.

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Atentado al lenguaje

Ha vuelto a ocurrir. En TVE (podría ser cualquier medio de comunicación) se decía anoche (22 de mayo de 2013) que el asesinato de Londres (dos individuos atropellaron y degollaron a un soldado británico) «podría ser un atentado». Una vez más, se asume, erróneamente, que todo atentado es una acción terrorista, cuando en absoluto es así. El diccionario de la Real Academia en internet define «atentado», en su cuarta acepción, como «agresión contra la vida o la integridad física o moral de alguien». En ninguna de las acepciones se hace alusión al terrorismo. Por lo tanto, lo ocurrido en Londres es, a todas luces, un atentado, haya tenido o no una motivación terrorista. Una agresión motivada, por ejemplo, por una enajenación mental, también es un atentado. Seguramente los cientos de atentados de ETA han provocado que, para muchos españoles, la palabra «atentado» equivalga a crimen terrorista, pero no es así.
Los informadores, y muy especialmente los de los medios públicos (algunos, muy bien pagados), deberían cuidar más el lenguaje. El diccionario de la RAE en internet permite despejar cualquier duda en segundos. Ya no hay excusas.

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Cristiano Ronaldo y la estupidez (historia de otro bulo)

No se asusten. Aunque soy culé (mala noche para recordarlo, tras la dolorosa eliminación ante el Bayern por un global de 7-0), esta entrada no trata de la estupidez de Cristiano Ronaldo (jugador que en la última temporada ha mejorado notablemente su comportamiento dentro y fuera del campo), sino de la del género humano en general. «Sólo hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana», reza la frase atribuida a Einstein, y cada vez me doy más cuenta de la razón que tenía el genio de origen judío alemán. De nuevo otra falsa noticia es difundida interesadamente por un blog (no llega a la categoría de medio de comunicación), y miles de internautas se la tragan sin más, difundiéndola en las redes sociales. Fue la supuesta negativa de Cristiano Ronaldo a intercambiar su camiseta con un jugador de la selección de Israel. El jugador portugués declaró luego, supuestamente, a los periodistas: «Yo no intercambio mi camiseta con asesinos».

El bulo surgió hace unas semanas y hasta ahí el proceso era normal. Ningún medio de comunicación serio, que yo sepa, había caído en la trampa, hasta que hoy he leído a José Manuel Ponte, columnista de Faro de Vigo (sí, el periódico en el que trabajo), y he comprobado con estupor cómo ha metido la pata hasta el cuello dándole total credibilidad a esa falsa noticia en un artículo de opinión de un medio serio como el decano de la prensa nacional. Obviamente se trata de la opinión de un colaborador, que en nada tiene que ver con la línea editorial del periódico. Siento no poder enlazarlo, porque Faro de Vigo (con muy buen criterio, en mi opinión), sigue manteniendo la mayoría de sus contenidos de pago, sólo disponibles en la edición en papel o en Orbyt.

Indicios y pruebas de que estamos ante un bulo:

1) La «noticia» surge un mes después de la disputa del partido entre Israel y Portugal, el pasado 22 de marzo de 2013. El bulo se difunde a mediados de abril. Significativo, ¿no?

2) Los medios de comunicación españoles no se han hecho eco de él, pese a que muchos de ellos (Marca, As, Cuatro…) están pendientes hasta de la marca de gafas de sol que usa la estrella lusa del Real Madrid. ¿Será por la censura del sionismo internacional?

3) El «medio de comunicación» al que se alude como fuente de la noticia no es más que un blog francés de extrema izquierda, Street Télé Virtuelle, comparable a Kaosenlared.net y Rebelion.org por su sesgo político y por el escaso apego que tiene a la verdad cuando no favorece sus ideas. Ya se sabe que la mentira es un arma revolucionaria para quienes profesan esta ideología. Mediante un breve repaso a este blog encontramos, entre otras cosas, una lista de empresas supuestamente vinculadas a Israel que deben ser boicoteadas: Coca-Cola, Disneylandia, Estée Lauder, Intel, Danone, Nestlé… Otra prueba de su nula credibilidad: en su apartado dedicado a la «desinformación», se asegura que Al Qaeda no es más que un montaje «fabricado por los partidarios del nazismo y el sionismo en los Estados Unidos». Ahí queda eso.

4) Ni siquiera el vídeo de YouTube que Street Télé Virtuelle enlaza aporta prueba alguna a lo afirmado por este blog. De hecho, en los 14 segundos de imágenes solamente se ve a Cristiano Ronaldo hablando con un jugador israelí, dándole la mano a otro jugador de la selección hebrea y finalmente pasando de largo ante un futbolista de su propia selección: aunque no lleva camiseta, viste pantalones y medias rojas, lo que le identifica como jugador luso (la selección israelí juega totalmente de blanco con ribetes azules). Pese a lo burdo del vídeo y de lo afirmado en el título (Cristiano Ronaldo refused to exchange his T-Shirt with Israel players. Say NO to Israel!), contaba con 614 «likes» (usuarios que le dieron al «me gusta») y absolutamente ninguna desaprobación, algo extremadamente raro en un vídeo de YouTube. Muy pocos comentarios ponían en duda lo afirmado y la mayoría calificaban a Israel y Estados Unidos de países terroristas.

5) Por supuesto, no hay prueba documental alguna de las declaraciones de Cristiano Ronaldo, ni en vídeo ni en audio. Como ocurre frecuentemente con Balotelli y con Ibrahimovic, parece que se han inventado sus palabras.

Asusta la credulidad de buena parte de la opinión pública. ¿En los colegios y universidades no se enseña a pensar por uno mismo, a tener espíritu crítico y no creerse todo lo que aparezca en internet? Difama, que algo (mucho en este caso) queda.

Se lamentaba José Manuel Ponte (siempre a la izquierda y extremadamente crítico con Estados Unidos en sus opiniones, si a alguien le sirve este dato) de que «la influencia de Israel en el mundo es muy superior a su tamaño y a su población». No debe de ser tanta la influencia del «sionismo internacional» cuando bulos como estos se propalan de forma tan generalizada en internet. Si Dreyfus levantara la cabeza…

P.D.: Esta es una imagen del artículo de José Manuel Ponte del 1 de mayo de 2013 que he citado:

Ponte Israel asesina CR7

 

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Caso Carromero: en Cuba también tienen Photoshop

Por fin Ángel Carromero ha roto su silencio en torno al supuesto accidente en el que murieron los disidentes cubanos Oswaldo Payá y Harold Cepero. Lo ha hecho en uno de los periódicos de mayor prestigio del mundo, el Washington Post. Según su testimonio, un coche les embistió por detrás, provocando el siniestro. Un resumen de su entrevista está disponible en este artículo del diario El Mundo, y la entrevista en inglés, en este otro artículo del Washinton Post en internet.

En resumen, la versión del joven político del PP es que un coche del Gobierno cubano que llevaba tiempo siguiéndoles, les embistió por detrás: «La última vez que miré por el espejo retrovisor, me di cuenta de que el coche se había acercado demasiado y de repente sentí un golpe muy fuerte atrás», afirma Ángel Carromero. También cuenta que fue drogado y sedado durante mucho tiempo, además de recibir presiones y amenazas, y ser sometido a un juicio sin garantía alguna (Carromero es licenciado en Derecho).

No han tardado algunos internautas de la izquierda en negar la versión de Carromero y de la propia familia de Payá, que ha sostenido siempre la inocencia del político español. Que la dictadura cubana les suscite mayor credibilidad que el testimonio del político español puede resultar indignante, aunque en vista de sus elogios al legado del difunto Hugo Chávez, no puede extrañar. Lo que raya en lo cómico es que muchos hayan comprado la versión oficial del régimen cubano, un vídeo en YouTube del que han extraído una captura en particular. Esa imagen muestra el parachoques trasero del coche accidentado con algún rayazo, pero sin golpe alguno, lo que aparentemente rebatiría la versión de Carromero de que le embistieron fuertemente por detrás. Esta es la imagen que esgrimen:

 

Sin embargo, visionando el vídeo colgado por la web oficialista cubana Cuba Debate (www.cubadebate.cu), algo no encaja. Hacia los 22 segundos de vídeo (0.22) aparece la imagen superior, con el parachoques trasero medio arrancado, pero casi intacto. Sin embargo, si paramos el vídeo hacia los 5 minutos y 3 segundos (5.03), vemos el mismo parachoques claramente abollado en el lado derecho. Fíjense en esta fotografía:

Resulta, además, sospechoso, que la primera imagen, en la que aparece el parachoques sin apenas daños, sea una fotografía, no un vídeo, y así aparece en el vídeo de YouTube elaborado por Cuba Debate. Sin embargo, la segunda imagen corresponde a un vídeo, y aparece fugazmente (apenas un segundo o dos). Modificar una imagen fija está al alcance de cualquier usuario que disponga de PhotoShop o de un programa similar. Modificar un vídeo, no tanto. ¿Se habrán olvidado de aplicar el PhotoShop al parachoques los propagandistas del régimen cubano?

Para que cada uno pueda juzgar como quiera, este es el enlace al vídeo de Cuba Debate, de menos de seis minutos de duración:

Imagen de previsualización de YouTube

Resulta también significativo que en el minuto 2.33 Carromero declare que ningún vehículo les embistió por la parte trasera. El exceso de celo de los funcionarios cubanos les ha hecho incurrir en un claro excusatio non petita, accusatio manifesta. ¿Alguien se imagina al Gobierno de España montando un vídeo cutre para explicar el accidente de, por ejemplo, José Ortega Cano?

Hay otros detalles del vídeo que despiertan el escepticismo de cualquier persona mínimamente inteligente. El sueco que viajaba con Carromero y las dos víctimas mortales apenas recuerda nada del accidente, ni de cuando lo metieron «en una especie de ambulancia». Raro caso de amnesia de alguien que no presenta lesión alguna en su cabeza, ni un rasguño.

Parece imposible que después de tantos testimonios e informes independientes sobre el nulo respeto del régimen cubano a los derechos humanos más elementales, todavía haya quien conceda credibilidad a la dictadura castrista. También ayuda el hecho de que se haya filtrado vergonzosamente el historial de tráfico de Ángel Carromero, que tal vez no sea un conductor ejemplar, pero la mayoría de sus infracciones son de aparcamiento, y no consta incidente alguno por conducción temeraria.

Y es que en Cuba también tienen PhotoShop, aunque el uso chapucero que han hecho de él parece más propio de los tiempos de Stalin, gran pionero del retoque fotográfico con fines propagandísticos.

 

 

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Rafael Rodríguez López (Rafa López)
Periodista + información

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