Archivo 8 octubre, 2011
Salario máximo: la regla del 10
Está muy clara la razón por la que la desigualdad lleva al crash: la mayoría de los ciudadanos reduce sus ingresos, y por tanto debe disminuir su consumo o endeudarse para mantenerlo, mientras que una escasa minoría aumenta desproporcionadamente su renta, pero con ella no incrementa su consumo, sino que la invierte en activos especulativos. Únase a esto el crecimiento de la deuda en los más desfavorecidos, los más vulnerables ante una eventual disminución del empleo, y el crash está servido.
¿Cómo se crea esta desigualdad? La dirección de las empresas multinacionales congela en la práctica los salarios en los países donde tienen sus sedes o, directamente, cierra allí plantas, que reabre en otros países donde los sueldos son menores. Después reparte entre los miembros de esa dirección ese aumento de las ganancias propiciado por la reducción de los costes salariales.
Ante los efectos devastadores de esta práctica, se hace necesario ponerle coto. Como ningún eminente economista ha propuesto medidas (y ya sería hora), me permito, desde mi condición de humilde ciudadano, sugerir la regla del 10: en una empresa, ninguna retribución bruta anual, por todos los conceptos, puede ser más de 10 veces superior a la retribución del trabajador a tiempo completo que menos gana.
Esto no es ninguna utopía. Por ejemplo, en la Administración española funciona grosso modo: el Presidente Zapatero tiene en el año 2011 un sueldo de alrededor de 76.000 euros anuales. Según la regla, lo mínimo anual que podría cobrar el empleado público más humilde serían 7.600 y, según mis datos, el sueldo mínimo realmente es superior.
Sería cuestión de apoyar esta medida para que, en un primer momento, la fueran adoptando ONG, y luego se fuera extendiendo.
Existe además otra razón para limitar estos salarios desproporcionados: según Teoría de la Justicia, de John Rawls, la única razón por la que se puede permitir una desigualdad es porque supone un beneficio para la colectividad.
Pensemos, por ejemplo, en una población campesina que vive relativamente bien de los frutos de la tierra. Necesita médicos, pero si el salario del médico fuera igual al del bracero, nadie querría ser médico. Está justificado, por tanto, que los médicos cobren más, porque con su actividad benefician a la comunidad mucho más que el leve perjuicio que esa desigualdad supone.
Pero es que los altos salarios de banqueros y ejecutivos no los han hecho en absoluto más capaces de capear esta crisis que estamos viviendo; todo lo contrario: LA HAN PROVOCADO. Por eso, cuando al decir que, si se limitan los salarios en algunos países, las mentes empresariales más brillantes emigrarán a otros, habría que responder: «¡Que se vayan! ¡Menudo desastre han causado esas mentes supuestamente brillantes!»