Sociedad

Cuidar la lengua

Se ha dicho siempre que debemos cuidar la lengua (ortografía, sintaxis, signos de puntuación, tildes, pronunciación, vocalización, entonación) por respeto a los demás hablantes. Esto es una tontería. ¿A quién falto al rezpeto si escribo incorrectamente esa palabra? Sin embargo existen otras razones, mucho más poderosas, que apenas se mencionan.

Prestigio personal: quien habla y escribe bien goza de buena consideración. Es tratado con más amabilidad. Si es varón, liga más en Tinder: muchas mujeres rechazan posibles candidatos en cuanto ven en sus textos más de una falta de ortografía. Esto no quiere decir caer en la pedantería (peinar el diccionario en busca de palabras raritas y soltarlas sin venir a cuento para que todo el mundo vea lo culto que soy) ni corregir a los demás. Que cada cual hable y escriba como quiera, pero teniendo en cuenta las consecuencias.

Alcance: un texto bien escrito y un vídeo bien locutado (la RAE reconoce este verbo) llegarán a mucha más gente, porque es probable que sus primeros destinatarios lo reenvíen a más personas.

Capacidad de convicción: como el 90 % de las personas piensan con palabras, un discurso bien hilvanado puede hacernos cambiar de opinión. De forma análoga a como un virus inserta su material genético en una de nuestras células y hace que fabrique copias del virus, un texto bien escrito acerca de un asunto sobre el que no teníamos opinión puede convertirse en nuestra opinión firme sobre ese asunto a partir de ese momento. Como se comprenderá, esto es muy peligroso: una persona malintencionada, pero con grandes dotes de oratoria, puede incendiar las mentes de miles de fanáticos. Es el caso de Hitler. Sin llegar a esos extremos, cuando queramos convencer es necesario hablar y escribir bien. Una manera fácil de detectar bulos es ver si están mal escritos.

Ejercicio mental: cuidar la lengua supone un esfuerzo. Este ejercicio es muy beneficioso para nuestras neuronas: las personas que hablan varios idiomas, o que aprenden otro en la madurez, tienen menos probabilidades de padecer demencias o alzhéimer en su ancianidad. Al mismo tiempo mantiene encendido un sistema de alarma ante posibles engaños, lo que en estos tiempos de información desbordada y noticias falsas nunca está de más.

Capacidad de expresión: para cuidar la lengua hay que conocerla bien, tanto su léxico como los matices de las diferentes posibilidades sintácticas. Cómo se expresa el desaliento, la esperanza, el distanciamiento con lo descrito, o todo lo contrario, la cercanía y la inmediatez. Hay palabras que son tesoros, como sindéresis (capacidad para juzgar rectamente) o conticinio (hora de la noche a la que todo queda en silencio). Puede satisfacer mucho llegar a ser como ese personaje de Sabina que «para hacer poesía solo tenía que mover los labios».

Inteligencia artificial: un lector humano entenderá sin problemas un texto mal escrito. Pero no así una máquina. O lo entenderá mal, con las posibles consecuencias negativas, o directamente no lo entenderá. Ya hablamos con máquinas, en los sistemas de atención telefónica, por ejemplo, o con Alexa o Siri. Vamos a tener que acostumbrarnos a hacerlo cada vez más. Asimismo, la información que los humanos vamos dejando en Internet, por ejemplo esta misma publicación, ya está siendo analizada por complejos algoritmos lingüísticos. Lo que no se entienda bien no entrará en el análisis y no tendrá influencia futura.

Beneficio económico: un entorno donde se hable bien crea confianza, lo que estimula la inversión y el empleo. Por otra parte el castellano, debido a la gran variedad de sus acentos que, sin embargo, simultanea con bastante unidad de comprensión, es muy adecuado para entrenar máquinas, en algunos casos más que el inglés. La gran amplitud del mercado puede atraer empresas y fomentar los proyectos innovadores.

Autocomprensión: cuanto mejor empleemos el idioma para expresar lo que queremos y lo que pensamos del mundo exterior, tanto más capaces seremos de comprender lo que nos pasa —por qué estamos preocupados, tristes, ansiosos, desalentados o rabiosos—, de manejarlo mejor e incluso de ponerle remedio.

«Tan poderosas son las palabras que gracias a ellas podemos manejar y apartar sufrimientos que de otro modo nos enloquecerían» Gene Wolfe

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Prevenir el abuso de menores

En la entrada La prevención de la delincuencia dije que dedicaría una a medidas contra este delito, y otra contra la violación de mujeres adultas.

La razón: mientras que para prevenir los otros delitos quienes principalmente deben tomar las medidas son las autoridades, y para prevenir violaciones de mujeres adultas (digamos a partir de 15 años, aunque realmente no se pueda fijar un umbral), quienes deben adoptar la mayoría de las medidas de protección son las propias mujeres, para prevenir los abusos a menores quienes deben tomarlas son los padres.

Esto no quiere decir en absoluto que, si se produce el abuso, los padres sean responsables por no haber adoptado estas u otras medidas; el responsable SIEMPRE será el abusador.

Una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños varones pueden convertirse en víctima de abuso sexual antes de llegar a la mayoría de edad. En esta entrada (elaborada a partir de la información sobre la cuestión disponible en Internet) se empleará «niño» como término no marcado, refiriéndose tanto a la niña como al niño varón, ya que no se observan diferencias significativas en la incidencia de los abusos y en las medidas para prevenirlos.

Entre un 60 y un 70 % de los abusos los ejercen familiares y personas del entorno próximo al niño. En muchos casos los comete el padre biológico, o bien el nuevo compañero de la madre sobre los hijos que ella tuvo con otro hombre. Otras veces son profesores de la escuela a la que asiste el niño, sacerdotes, familiares, e incluso desconocidos. También se dan abusos sexuales entre los propios escolares (distintos del acoso escolar, que será el tema de otra entrada).

Las consecuencias a largo plazo de haber sufrido violencia sexual en una edad temprana son muy graves, e incluyen depresión, ansiedad, estrés postraumático, drogadicción, delincuencia, prácticas sexuales arriesgadas, contagio de enfermedades de transmisión sexual y embarazo adolescente. Muchas de las víctimas de abusos continuados acaban suicidándose.

Para evitar estos abusos deberían tomarse las siguientes medidas:

1. La prevención de los abusos debe empezar a los 3 años, explicando a los niños qué partes de su cuerpo no deben permitir que nadie (salvo el médico) les toque.

2. Explicarles que existen secretos que no deben ser guardados, porque guardarlos hace daño, y es necesario contarlos para que dejen de hacer daño. Ante ellos, introducirse una piedrecilla en el zapato, andar unos pasos y mostrarles la marca que deja en el pie. Explicarles que hay que sacar la piedrecilla, porque si no hace una herida que sangra y duele muchísimo más.

3. Dejarles claro que hay personas malas que pueden intentar obligarlos a guardar secretos mediante amenazas, pero que esas amenazas son mentira y no se llevan a cabo.

4. Hablar del tema periódicamente, al menos una vez cada dos años. El cerebro de los niños se encuentra en constante desarrollo, y una de las cosas que hace es olvidar información que no se verifica en la experiencia (como, afortunadamente, ocurrirá en la mayoría de los casos).

5. El abuso ocurre cuando un adulto está a solas con el niño (salvo en el caso del ciberabuso, que se trata en el último punto). Los padres deben intentar conocer a la persona con quien se queda su hijo y, después, preguntar al niño si se lo han pasado bien, a qué han jugado, etc.

6. Los abusadores manipulan a los niños para que crean que la culpa es de ellos, o que lo que están haciendo es normal, o un juego. Pueden amenazar al niño con hacerle daño a él o a otras personas de su familia. Esas amenazas pueden conseguir su propósito si los padres no han explicado antes al niño que son mentiras.

7. Señales físicas como irritación, inflamación o sarpullido en los genitales, infecciones de vías urinarias, dolor abdominal o de cabeza fruto de la ansiedad, retraimiento o depresión, exceso de autoexigencia, o rabia y rebeldía inexplicables, pueden ser síntomas de abusos sexuales. Pero hay que valorarlos muy cuidadosamente: cada uno de estos síntomas puede darse en niños que no estén sufriendo ningún abuso.

8. Lo que sí puede ser un síntoma claro es un cambio brusco en el niño: era alegre y se vuelve triste; sacaba buenas notas y empieza a suspender; era tranquilo y comienza a tener rabietas, etc. Ojo, porque esto también puede ocurrir si es víctima de acoso escolar. En estos casos, el progenitor con el que el niño se encuentre más a gusto (generalmente la madre) debe hablar con él (mejor uno solo que los dos a la vez, lo que puede cohibir al niño) e intentar averiguar, con mucho cariño y ternura (sin asomo de ansiedad, sin tensión, que no conseguirán más que el niño se cierre en banda) qué ocurre. Si no se consigue hallar, conviene consultar a un psicólogo infantil.

9. Un comportamiento y lenguaje abiertamente sexual y atípico para la edad pueden ser también signos de alarma.

10. Mucho cuidado con la reacción si el niño cuenta que es víctima de abusos: responder con incredulidad, rabia o enfado puede hacer que el niño intente justificar la acción, que cambie la versión o que evite nuevas preguntas sobre el tema. Ante el niño debe actuarse con contención, como si se tratara de un tema de importancia menor, como un resfriado, que exige acudir al médico, sí, pero que se cura y no va más allá. Una vez fuera de la presencia del menor, debe denunciarse inmediatamente el caso a la policía, para que el abusador sea puesto a buen recaudo y no cause más víctimas. Si se sospecha que podría haber abusado también de otros niños (como en un entorno escolar, por ejemplo) debe difundirse el caso y animar a otros padres a preguntar a sus hijos y denunciar.

11. Todo centro escolar, y todo centro donde un adulto trabaje con menores (polideportivos, catequesis, campamentos de verano…) debe contar con un protocolo antiabuso, firmado por el responsable del centro (por ejemplo, el director de la escuela), que debe exponerse legible y públicamente en la pared de una zona transitada (no vale un desván ni un cuarto de la limpieza). Debe cumplirse este protocolo (por ejemplo en lo referido a la entrada de profesores en los vestuarios) aunque no haya habido denuncias por abuso (el protocolo es, precisamente, para evitar los abusos). Si cualquier padre considera que no se cumple, podrá exigir su cumplimiento.

12. Toda persona denunciada por abuso a menores deberá ser suspendida inmediatamente del trato con ellos. Eso sí, se le mantendrá su sueldo íntegro y no podrá ser despedido ni represaliado de ninguna manera hasta que recaiga sentencia firme. La policía y la fiscalía investigarán hasta el final las denuncias recibidas, que no podrán ser retiradas en ningún caso, y que deberán acabar, necesariamente, bien en una condena al abusador, bien en una absolución por falta de pruebas que reconozca que había indicios suficientes para investigar el caso, o bien en una condena al denunciante por denuncia falsa al carecer de indicios suficientes para efectuarla.

13. El ciberabuso, conocido por el término inglés grooming, (y distinto del ciberacoso) consiste en que el abusador adulto se introduce en un chat de niños, y se gana la confianza de uno de ellos, fingiendo ser de su edad. Lo incita a que le mande fotos en grados crecientes de desnudez y, valiéndose de ellas, lo chantajea, amenazando con difundirlas, para conseguir fotos cada vez más explícitas, o un encuentro físico. A este respecto, como explica detalladamente esta entrada del Instituto Nacional de Ciberseguridad, la reforma de 2015 del Código Penal español castiga, por un lado, la simple propuesta al menor de un encuentro; por otro, la petición al menor de fotos de contenido sexual; y finalmente, la difusión en redes sociales de fotos o vídeos sexuales que dos personas (menores o adultas) se hayan intercambiado con el propósito implícito de no difundirse a más gente. Para evitar el ciberabuso, no debe comprarse al niño su teléfono móvil antes de que cumpla once años. Antes de que empiece a navegar por Internet, debe advertírsele que allí puede haber gente mala que le quiere hacer daño. Para evitarlo, nunca debe facilitar su domicilio, ni su teléfono, ni fotos donde no aparezca completamente vestido.

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Para que la pareja funcione

Redactando la entrada contra los asesinatos de mujeres tuve la sensación de que el maltrato es justo lo contrario de lo que hay que hacer para que la pareja funcione. «¿Y qué hay que hacer para que funcione?» pregunté, primero a mí y luego a Google. Esta es una compilación de las primeras respuestas. No pretendo descubrir nada nuevo, simplemente complementar la entrada anterior.


1. Comunicación: lo más básico. Cada miembro de la pareja debe contar francamente al otro sus objetivos, sus miedos, sus deseos, sus planes y sus gustos. Una buena comunicación requiere que ambos se esfuercen por manifestar sus pensamientos y sentimientos con, a la vez, sinceridad y delicadeza, por escuchar al otro con interés genuino y tratar de entenderlo.

2. Respeto: respetar al otro incluye desde lo más básico, no pegar, pasando por no insultar, no chillar, no hacer comentarios denigratorios, hasta no espiarle su teléfono móvil o su ordenador. Incluye también no exigir unilateralmente cambios en aspectos de su personalidad o su comportamiento. A la vez incluye que uno se abstenga de comportamientos objetivamente molestos para el otro. Por ejemplo, si uno de los miembros de la pareja fuma y el otro no, exigirle al que fuma que lo deje es no respetarlo. Pero a su vez, el que fuma, para respetar al que no, debe evitar fumar en su presencia (saliendo a la terraza o haciéndolo solamente cuando pasea al perro). El respeto a la pareja incluye también respetar a sus familiares y amigos. 

3. Sexo: la relación de pareja entre dos adultos debe incluir relaciones sexuales satisfactorias y frecuentes. El modo y la frecuencia deben acordarlas los dos componentes de la pareja, sin presionarse. Los diversos problemas que puedan coartar esta necesidad (falta de deseo, impotencia, penetración dolorosa, eyaculación precoz…) deben consultarse con el especialista correspondiente, e intentar resolverlos por los medios que sean necesarios.

4. Cariño: no hay que confundir el cariño con el sexo, ni pensar en lo primero como un pasaporte a lo segundo. Dice el tópico que las mujeres dan sexo para obtener cariño, mientras que los hombres dan cariño para obtener sexo, y en algunos casos es cierto. Pero no debe ser así: el cariño (abrazos, caricias, besos, palabras tiernas…) debe darse por el cariño y nada más. Ninguno debe pensar que tiene una finalidad ulterior.

5. Confianza: significa pensar que el otro hará aquello a lo que se ha comprometido. La confianza se debe tener de entrada, y solo perderse a partir de promesas incumplidas. Los celos sin que haya habido una infidelidad son destructivos. Pero tampoco favorece a la relación de pareja que uno recuerde a otro repetidamente un compromiso antes de que haya llegado el momento de materializarlo, como si temiera que lo fuera a incumplir.

6. Equilibrio: cada miembro debe pensar que lo que aporta a la pareja es análogo a lo que aporta el otro. No se trata solamente del dinero, sino de la crianza de los hijos, de las tareas domésticas, de las visitas a familiares, etc. No es equilibrado, por ejemplo, que Ana tenga que recibir en su casa a los amigos de su marido Juan, y él no permita que vengan las compañeras de ella.

7. Divertirse juntos y separados: es necesario que haya actividades que les gusten a los dos y que compartan (por ejemplo ir al cine, salir a cenar, montar en bicicleta) pero también que haya actividades que solo gusten a uno de los dos, y las practique en solitario. Por ejemplo, mientras Ana sale a correr, Juan se queda haciendo bricolaje.

8. Compatibilidad: los objetivos y comportamientos de los dos miembros deben ser compatibles a medio y largo plazo. Por ejemplo, si él quiere tener varios hijos y ella ninguno, está claro que hay un problema. Pero también si ella mantiene una profesión que exige viajar constantemente y a él le gusta la vida hogareña.

9. Negociación: los dos deben saber negociar objetivos y métodos, con sinceridad, con asertividad, dejando claro lo que desean y por qué, sin tensiones, sin chantajes emocionales, manteniendo el respeto en todo momento y, llegado el caso, siendo generosos, unas veces uno, otras el otro.

10. Buen humor: la convivencia es dura, y muchas veces, incómoda. Pero con una buena pareja, tiene muchas ventajas frente a la soledad. Hay que ser optimista, bromear, tratar de reír con frecuencia y evitar la negatividad.


Notas:

a) Este es un blog político, y he dudado bastante antes de escribir esta entrada. Pero creo que es un buen complemento a la anterior y no reduce la eficacia de ninguna de las demás. Por otra parte, los problemas de pareja en principio son personales, no sociales. Pero acaban desbordando el ámbito personal y saltando al social (maltrato, adicciones, depresiones…).

b) Los consejos son válidos tanto para parejas heterosexuales como homosexuales.

c) Entre los factores no he puesto el amor por considerarlo condición previa: si dos personas forman pareja, será porque se aman, digo yo. Pero por desgracia un amor sincero no basta para que la pareja perdure.

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Parar los asesinatos de mujeres

«Violencia de género», «violencia doméstica», «violencia contra las mujeres», «violencia machista», «violencia sexista»… Llámese como se quiera. Lo importante es que en España mueren más de cincuenta mujeres al año (61 en 2011, 52 en 2012, 54 en 2013…) a manos de sus parejas o exparejas, siempre hombres. Y el asesinato viene casi siempre después de un calvario de insultos, golpes y palizas.


A pesar de estas cifras terribles, España está muy por debajo de la media europea y mundial en estas muertes: si en España fallecen así 2,8 por millón de mujeres, en un país supuestamente civilizado como Austria son 9,4, y en Finlandia, 9,3 . En todo caso, más de cincuenta asesinadas al año son demasiadas. Sin olvidar que son decenas de miles las que sufren palizas y maltrato psicológico.

Se puede y se debe hacer algo en España. Hay que seguir fomentando las órdenes de alejamiento (a pesar de que no sean eficaces para alguna de las fallecidas, porque nunca presentó denuncia). Hay que abrir más casas de acogida en las poblaciones donde las existentes estén saturadas. Hay que fomentar la independencia económica (con formación pagada hasta que encuentre empleo) y psicológica de la mujer maltratada. Hay que castigar con la mayor severidad cualquier intento de su expareja de interferir en su nueva vida. Hay que facilitar a los maltratadores terapias de grupo u otras que se hayan demostrado eficaces, tanto para que dejen de acosar a su expareja como para evitar que reincidan en su comportamiento con sus nuevas parejas.

Pero todo esto no basta: también debe trabajarse en la prevención.

Según un reciente informe, que resume  el Centro Nacional de Investigación e Innovación Educativa, «Haber trabajado en la escuela contra la violencia de género reduce su riesgo. La prevención de la violencia de género debe desarrollarse en todas las etapas educativas, adaptando el tratamiento a cada edad. Debe iniciarse en la educación infantil sobre el valor de la igualdad, la resolución pacífica de los conflictos y el rechazo a toda forma de violencia. Desde los 12-13 años, es necesario enseñar la incompatibilidad del amor con la violencia, erradicando los mitos que a dicha asociación contribuyen (como: ‘quien bien te quiere te hará llorar’ o ‘por amor hay que estar dispuesto a todo’) y volverlo a tratar a los 14-16 años, momento en que pueden aprender a detectar cómo son las primeras manifestaciones del abuso en la pareja y cómo evoluciona, así como las medidas para ayudar a otras parejas próximas que puedan encontrarse en dicha situación.«

La mayoría de las personas que vivieron violencia en su familia de origen (alrededor del 67%) no reproducen dicho problema en la familia que establecen como adultos (Kauffman, 1997) y difieren de los que sí lo hacen por cuatro características 

  1. Establecimiento de vínculos sociales no violentos que ayuden a desarrollar esquemas y expectativas sociales básicos alternativos a la violencia.
  2. Rechazo a toda forma de violencia.
  3. Compromiso explícito de no ejercerla.
  4. Adquisición de habilidades alternativas a la violencia que permitan afrontar el estrés y resolver los conflictos sociales con eficacia.

 


Reproduzco aquí este gráfico del estudio porque lo he encontrado especialmente interesante. Preguntan a un conjunto de chicas qué harían en el caso de sufrir maltrato por parte de sus parejas. De acuerdo con sus actitudes hacia esta situación, las chicas se dividen en tres grupos: las que presentan una buena protección frente a la violencia de género, las que presentan protección intermedia y las víctimas potenciales. Pues bien, cuanto más alta es la probabilidad de que la mujer tome medidas drásticas (presentar una denuncia o romper la relación), mayor es la protección frente a la violencia.

Y a la inversa, cuanto mayor es la probabilidad de que la mujer deje pasar el maltrato (pedirle que no lo vuelva a hacer: víctimas potenciales, 30,4; mujeres bien protegidas, solo 13,2, casi tres veces menos), más alta es la probabilidad de que pase de víctima potencial a real.

Es necesario enseñar qué comportamientos constituyen violencia de género a los chicos (para que no los practiquen) y a las chicas (para que no los toleren), y cuáles no constituyen violencia (por ejemplo, llevar la contraria).



CHICAS, NO HAY QUE PASARLES NI UNA


El estudio muestra también que el sustrato de la violencia de género es un conjunto de ideas erróneas sobre el amor, la pareja, las capacidades y deberes de la mujer. Por suerte, ese conjunto anida en un porcentaje pequeño de personas (alrededor del 15%), tanto hombres como mujeres. Es necesario desarraigarlas. Para ello, nada mejor que la exposición en clase de la idea errónea (‘quien bien te quiere te hará llorar’ , ‘por amor hay que estar dispuesto a todo’, ‘cuando encuentras a tu media naranja es para toda la vida’, ‘el hombre debe mostrar autoridad’) y su cuestionamiento público con razonamientos y datos sólidos hasta que los potenciales maltratadores y maltratadas se queden sin argumentos.


Díptico contra el maltrato del Ministerio de Sanidad

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Reducir los accidentes de tráfico

España ha reducido las víctimas mortales en accidentes de tráfico de las 5347 en 2002 (cifra de Eurostat) hasta las 1903 de 2012 (cifra de la DGT). Un 64%. La tercera mayor reducción de los 18 países para los que Eurostat da cifras de 2002 y 2012 (es una vergüenza que a 25 de mayo de 2014 no estén disponibles las cifras de 2013 y que falten tantos datos de años anteriores). El esfuerzo ha sido enorme y digno de los mayores elogios. Pero todavía es posible disminuir más este fatídico número.


Investigadores noruegos recomiendan diez medidas adicionales:

1. Reducción de los límites de alcoholemia: En Suecia y Noruega el límite legal de alcoholemia es de 0,2 gramos por litro de alcohol en sangre, mientras que en España, para los conductores normales, todavía es del 0,5.

2. Restricciones a conductores condenados por conducir con exceso el alcohol: varios estudios han analizado el efecto de los alcolock, dispositivos que condicionan el funcionamiento del vehículo a la comprobación previa de que el conductor no ha ingerido alcohol. Todos concluyen que son efectivos. Es necesario obligar a que los conductores sancionados por conducir bajo los efectos del alcohol los instalen en sus vehículos y los mantengan operativos. Para ellos, conducir un vehículo sin este dispositivo operativo debería suponer la retirada definitiva del permiso.

3. Sanciones más duras por exceso de velocidad combinadas con más controles de velocidad y con la obligación para los conductores sancionados de instalar en sus vehículos limitadores de velocidad, con el mismo régimen que para los alcolock.

4. [no estoy de acuerdo en bajar de 18 a 16 años la edad para comenzar las prácticas de conducción]

5. Educación vial en las escuelas: La formación de los niños sobre cuál es el modo correcto de cruzar una vía “parece reducir el número de accidentes que se producen” por atropello, especialmente entre los niños de 9 y 12 años, según un estudio norteamericano.

6. Inspecciones a pie de carretera: según dos estudios estadounidenses que comparan la siniestralidad entre Estados que realizan inspecciones a pie de carretera y los que no, la tasa de fallecidos es un 15% menor en los primeros.

7. Mejoras en las infraestructuras: los carriles bicis, la sustitución de cruces por rotondas, la construcción de circunvalaciones en las ciudades y de intersecciones a distinto nivel contribuyen a reducir los accidentes mortales y sus beneficios superan ampliamente sus costes.

8. Luces de conducción diurna: Canadá, Dinamarca, Finlandia, Suecia, Noruega y Hungría obligan a llevar siempre encendidas al menos las luces cortas cuando se conduce un vehículo a motor de día. Los estudios realizados en estos países sobre los efectos de la medida concluyen que los accidentes con varios vehículos implicados durante el día se redujeron en un 6%.

9. Notificación automática de accidentes: los sistemas de e-Call se utilizan para detectar que el coche en el que están instalados ha sufrido un accidente. El dispositivo envía a una central de servicios de emergencia la localización del vehículo accidentado con el fin de reducir los tiempos de reacción y evitar así que una lesión grave cause una discapacidad o la muerte. Dos estudios estadounidenses y uno finlandés indican que la medida es efectiva, especialmente cuando el siniestro ocurre por la noche o en áreas rurales y con un solo vehículo implicado, aunque su eficacia total depende del tiempo de respuesta de los servicios de emergencia.

10.Corrección de señales erróneas: un estudio realizado en Noruega detectó hasta un 60% de señales que estaban mal ubicadas, mal diseñadas, que eran difíciles de ver o que estaban instaladas junto a otras muchas señales de forma que dificultaban al conductor su interpretación correcta. Según la investigación, si las señales cumplen los requisitos de calidad, los accidentes con víctimas se reducen en un 15% y los siniestros que solo provocan daños materiales, en un 7%.

Personalmente creo que, además, debe promoverse la instalación de limitadores automáticos de velocidad en los vehículos. En principio, fijos a 120 kilómetros por hora (y renunciar a incrementar este límite, incluso en autopistas y autovías). Después, progresivamente, se deberían ir implantando puntos de transmisión de velocidad límite en las principales vías (especialmente en los puntos de alta siniestralidad), y que esa velocidad límite fuera variable con las condiciones del momento (ejemplo: en una autopista, 120 en condiciones normales, 100 por la noche y 80 si hay niebla).

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Las personas sin hogar

El fenómeno de la gente durmiendo en las calles de los países desarrollados (no es que los refugiados en los países pobres tengan menos importancia; tienen más, pues su número es mucho mayor, pero sus problemas se deben a causas distintas) hiere profundamente nuestra sensibilidad. Estos países tienen recursos suficientes para eliminar el problema y la inmensa mayoría de sus ciudadanos está de acuerdo en que una pequeña parte de sus impuestos se gaste con esa finalidad. Por tanto, si las noches frías sigue muriendo gente que duerme al raso, entonces no se están tomando las medidas adecuadas.

No todas las personas sin hogar se encuentran en la calle por la misma razón. La página de la Wikipedia sobre el fenómeno considera que casi siempre se debe a la ruptura de lazos familiares, laborales o sociales. Esto puede concretarse en un divorcio, quedarse sin empleo, ser desahuciado, sufrir un trastorno mental, una enfermedad que imposibilite trabajar, volverse adicto a alguna sustancia, etc. Dichas causas pueden encadenarse en la misma persona: alguien puede perder su trabajo, como resultado ser desahuciado de su casa, caer en una depresión y hacerse alcohólico.

Está claro, por tanto, que debe analizarse cada caso y tratarlo de la forma más adecuada. Las personas sin hogar que sufren una enfermedad incapacitante curable deben ser tratadas y curadas. Si se niegan a ello, deben poder ser llevadas ante un juez que, de forma temporal, las incapacite legalmente si lo considera adecuado, hasta que estén curadas.

Si su enfermedad es incurable (por desgracia hay muchas personas en esta situación que padecen graves trastornos mentales incurables), el Estado debe hacerse cargo de ellas, con una pensión por incapacidad permanente, si son capaces de vivir dignamente por si mismas, o, si eso no es posible, internándolas en manicomios.

Si padecen una adicción al alcohol (muy frecuente) o a otras drogas, deben ser incluidas en programas de desintoxicación, y si se niegan, forzarlas a ello. Esto supone una discriminación respecto a adictos que sí tienen hogar, pero está justificada porque si la persona conserva su hogar, conserva cierto control sobre su vida y tiene más probabilidades de superar su adicción.

Los desempleados capaces de trabajar deberían recibir la formación adecuada para desempeñar un trabajo que la sociedad demande y así obtener un salario a cambio. No estoy de acuerdo con que solo se les ofrezca la posibilidad de vender publicaciones caritativas. A nadie debería dejársele como única salida el vivir de la caridad de otros. Eso equivale a que los demás juzguen si vive o muere, y ninguna persona merece morir. Aunque tampoco estoy de acuerdo con la prohibición de la mendicidad. Sí con la resolución, caso por caso, de los problemas que han llevado al mendigo a esa situación, y con una fuerte concienciación social para no dar dinero a los mendigos.

Debería haber una directiva en la Unión Europea que obligara a cada municipio a proporcionar alojamiento y comida a cada persona nacida en ese municipio y que se encontrara sin hogar. Las personas que fueran halladas sin hogar en un municipio diferente al de su nacimiento serían trasladadas (si se niegan, a la fuerza) al de su nacimiento. Y allí recibirían, sin excepción alguna, esos beneficios. Eso no viola la libertad de circulación de los ciudadanos de la UE: una cosa es la libertad de circulación, y otra la libertad de establecimiento. Las personas libres deben poder ir (moviéndose) donde quieran, pero no quedarse tiradas en la calle, apropiándose así de un espacio comunitario que es de todos y que tiene otros usos.

Lo contrario haría que los municipios que cumplieran la directiva se llenaran de personas sin hogar,  causando la lógica irritación del resto de sus habitantes.

Las personas sin hogar no nacidas en la UE y que no tuvieran permiso de residencia en vigor serían deportadas a sus países de origen.

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Sobre las drogas

En principio parece que la sociedad no tendría que meterse en lo que una persona hace con su cuerpo, aunque se lo dañe. Es su cuerpo, le pertenece y puede hacer uso de él de acuerdo con su libertad, mientras no perjudique a otros. El problema viene cuando algunas personas se aprovechan de las debilidades de otras para obtener un lucro perjudicándolas. Eso debe impedirse. Cualquier persona puede convertirse en adicta a cualquier sustancia o actividad, pero hay perfiles sicológicos más propensos: las personalidades adictivas, las que tienen mayor dificultad para tolerar situaciones de estrés o sufren falta de autoestima. 
La mayor parte de las drogas tiene efectos dañinos sobre el organismo del consumidor (el alcohol destroza el hígado; el tabaco, los pulmones; la cocaína, el cerebro; la heroína  ….). También provocan un notable daño social (tratamiento de las enfermedades que producen, accidentes y malos tratos provocados por el alcohol…). 
Está claro que las experiencias de prohibición de las drogas legales (en EE.UU., de 1920 a 1933 se prohibió el alcohol, y fue la causa de un notable aumento de la actividad mafiosa) no han funcionado. Pero tampoco han mejorado la situación las experiencias de legalización parcial (el famoso Needle Park de Zurich acabó cerrando; los coffe shops de Holanda, donde se vende libremente marihuana, son muy contestados: por un lado son motivo de fricciones con Francia y Alemania; por otro, se ha prohibido que vendan cannabis a extranjeros, y se quiere prohibir que vendan hierba con más del 15% de principio activo (tetrahidrocannabinol). De hecho, según la normativa holandesa, tales establecimientos son ilegales; lo que ocurre es que no se persiguen.
Lo que realmente funciona es suministrar a los adictos su sustancia, facilitarles medios higiénicos para consumirla y proporcionar terapia a los que quieran abandonarla. Los programas de metadona han hecho prácticamente desaparecer a los yonquis de las calles. Con la cocaína y las pastillas se debería hacer algo similar.
Las campañas contra el tabaco han hecho bajar el porcentaje de fumadores en EE.UU. del 20% en 1993 al 16% en 2009. La política más eficaz es aumentar el precio de la cajetilla (a la vez, por supuesto, que se reprime el contrabando). Creo que se deben ir restringiendo los horarios y los puntos de venta. Actualmente en España se puede comprar tabaco en estancos, quioscos, bares, gasolineras… Tras un proceso gradual, para permitir a los otros establecimientos amortizar las máquinas expendedoras que han adquirido, al final solo deberían quedar los estancos, que como máximo podrían abrir de nueve de la mañana a ocho de la tarde.
Con el alcohol (cualquier alcohol, incluidos vino y cerveza) se debería hacer algo similar, y prohibir su venta en establecimientos (supermercados, tiendas de ultramarinos, gasolineras…) que no fueran bares y licorerías. Los bares tendrían prohibido servir a un cliente más de dos dosis de licor fuerte, o servir a una persona que se encuentre en evidentes condiciones de embriaguez. En las licorerías habría un límite a la cantidad de alcohol que puede llevarse un mismo cliente en un día.

Pero por encima de todo hay que formar a la gente, desde muy pequeña, sobre la realidad de las drogas, más allá del Simplemente di no o Bad Night. Que cada persona sea consciente de las circunstancias que pueden llevarla a la droga (estrés, conflictos familiares, inconsciencia, impulsividad…) y de cómo puede salir. Y que, a partir de la edad que determinen los expertos, pero no antes de los veinte años, por los efectos que causa, aprendan a disfrutar de la única droga sana en pequeñas dosis, el alcohol, y a saborear, distinguir y apreciar sus infinitas variantes (vino, cerveza, pacharán, orujo, anís……).

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Sobre la prostitución

En principio el intercambiar sexo y dinero no plantea problemas morales: una persona quiere sexo, otra dinero, se ponen de acuerdo y se realiza la transacción. Ninguno tiene por qué resultar perjudicado, ni se produce un daño para la sociedad en su conjunto, por lo que la sociedad no tendría que imponer ninguna normativa al respecto, más allá de la aplicable para el resto de transacciones comerciales.

Sin embargo, en la práctica, la existencia de la prostitución genera una terrible e intolerable esclavitud de muchas mujeres que, por sus circunstancias personales, o por presiones de proxenetas, se ven forzadas a ejercer esta actividad. Lo que se debe evitar es precisamente ese tipo de esclavitud. Las experiencias de legalización, por ejemplo en Holanda y en Alemania, no han funcionado: paradójicamente han propiciado un incremento de esta esclavitud. En cambio, la experiencia de prohibición total y penalización del cliente aplicada en Suecia sí ha conseguido una reducción del fenómeno. Por eso yo abogo por que en todo el mundo se prohíba el ofrecimiento o la compra de servicios sexuales con contacto físico (el sexo telefónico o la pornografía, por ejemplo, no han demostrado propiciar la esclavitud de personas). Quienes los compren, o intenten comprarlos, deben ser penalizados mucho más intensamente que quienes los ofrezcan, mientras que la persona que físicamente proporcione el servicio no debe ser represaliada.

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Los costes del horario español

Reproduzco y suscribo enteramente el artículo de Fiona Maharg-Bravo en El País Negocios del 25/09/2011.

España está asolada por una tasa de desempleo del 21%, pero también necesita soluciones creativas para incrementar la productividad de los que trabajan. Queda pendiente una reforma laboral más profunda, y habría que reducir las cargas sociales para incentivar el empleo. Pero una forma modesta de incrementar la productividad sin coste alguno, que puede parecer absurda o ilógica a primera vista, sería acortar los almuerzos.

Los españoles tienen una de las jornadas laborales más largas de Europa, según la OCDE. Otros estudios muestran que duermen menos que la media europea. Una de las razones fundamentales es un almuerzo maratoniano, que empieza tarde (a las 14.00) y dura al menos dos horas. La jornada laboral se alarga a menudo más allá de las 20.00 para mucha gente. Las horas de máxima audiencia televisiva se prolongan hasta después de medianoche.

Esto no siempre ha sido así. La pausa larga para comer se desarrolló en la España de la posguerra, cuando muchos ciudadanos tenían que tener dos trabajos para llegar a fin de mes y necesitaban el mayor descanso posible entre los dos.

Una salida de la oficina a las 17.00 o las 18.00 podría ahorrarles dinero a las empresas reduciendo las facturas de la calefacción y de la luz. También permitiría que los padres que trabajan gastaran menos en largas horas de guardería. Y finalmente, unos días laborables más racionales podrían hacer que la gente se fuera a dormir más temprano. Esto mejoraría la concentración en el lugar de trabajo y en el colegio, y daría lugar a un menor número de accidentes de tráfico y de trabajo.

¿Pero cómo se consigue que la gente cambie sus hábitos? Las empresas podrían empezar por tener unos horarios de trabajo más flexibles. Podrían fomentar una hora del almuerzo más corta y empezar a programar reuniones a las 15.00. Esto ya sucede en algunos sectores, o durante el verano, pero dista mucho de ser algo generalizado. Los jefes podrían dar ejemplo marchándose de la oficina no más tarde de las 18.00 la mayoría de los días. Todo el mundo seguiría su ejemplo.

Algunos pueden quejarse de que las ciudades como Madrid perderían su energía, sobre todo nocturna. Pero se podría disfrutar más el fin de semana. Los trabajadores a menudo se quejan de sus largas jornadas laborables y la difícil conciliación. El hacer cambios en la forma en que España trabaja, cambiando la forma en que España almuerza, tiene sentido.

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Mete "Lo que hay que hacer" en Google y mira qué te sale: enlaces a un libro "Lo que hay que hacer con urgencia" del que las primeras páginas no están disponibles para descargar. Y mientras, tu ciudad, tu país, tu planeta bullen de problemas a los que no se pone remedio adecuado, cuando existen soluciones para todos. Escribo este blog desde Madrid, España, la Tierra, para unir mi voz a los que proponen estas soluciones y presionan para que se apliquen.
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