Elegancia frente a zafiedad

perio5.jpg Jesús Salamanca sebastian1.jpg Miguel Sebastián

La diferencia entre un caballero y un insensato bien puede verse en la actitud de Alberto Ruiz-Gallardón y Miguel Sebastián. “No hay por mi parte ningún rencor”, se ha apresurado a decir el actual alcalde en funciones y alcalde efectivo en pocos días. Hay que tener temple y elegancia para aguantar el tipo ante marrulleros ataques personales, descorteses acusaciones y ruines intenciones.

Aficionados al arte de la política suelen hacer más daño que beneficio y es plausible que desaparezcan de la escena diaria quienes infecten de calumnias barriobajeras cualquier campaña electoral. Resulta que Miguel Sebastián era la carta que el presidente Rodríguez tenía en la manga. ¡Valiente carta quería exhibir el presidente! Ahora le toca a Sebastián, pero ya hacen cola muchos otros que no han sabido dar la talla y que pululan perdidos entre los cometidos que se les ha asignado: Simancas, el ministro Bermejo, la ministra Trujillo, ‘Pepiño’ Blanco, ‘Chuchi’ Caldera, Consuelo Rumí, Ángel Villalba, ‘Nena’ Álvarez, Soraya Rodríguez, Carmen Alborch, Octavio Cantalejo,… Y como despedida a Sebastián, un caballero como Ruiz-Gallardón no podía hacerlo de otra forma: “Le deseo lo mejor en lo profesional y en lo personal”. Ante tal deseo ‘gallardoniano’, nadie puede marcharse de otra forma que no sea “con el rabo entre las piernas”, asustado y deprisa. Muy deprisa.

Miguel Sebastián no ha sabido aguantar la presión, ni estaba preparado para ello. Una presión que tenía diferente origen: la de sus propios compañeros de partido; la de sus compañeros de lista; la de los medios de comunicación y la del ciudadano medio. Su consideración de advenedizo, en unos casos, y de paracaidista político, en otros, en nada le beneficiaba. Y menos aún tras el esperpento montado en Televisión. Nadie debió explicarle que en política “quien se mete a Redentor, muere crucificado”. Y éste ha sido el caso. En apenas dos meses ha pasado de pensar que “todo el monte era orégano”, a no tener más remedio que solicitar el reingreso en la Universidad Complutense. Ah, y menos mal que no es para impartir la materia de Ética Política o Ética Financiera.

No solo no es fácil mantener limpio el prestigio, sino que algunos se empeñan en mancharlo a diario. Por eso no se entiende que el presidente Rodríguez pensara en el candidato, Miguel Sebastián, con la que estaba cayendo. Miguel llegaba quemado, por no decir abrasado políticamente, desde el momento en que fue acusado por Manuel Conthe de filtrar información y documentación desde la mal llamada, en este caso, Oficina Económica de Moncloa. A eso hay que añadir que salió por la puerta trasera del BBVA. Ver para creer.

En las aludidas filtraciones se aprecia una actitud totalmente distinta a la mostrada por Alberto Ruiz-Gallardón al despedirle, tras la renuncia al acta de concejal. Mientras el ex titular de la referida Oficina Económica, ciego de odio y rencor, intentó ‘derribar’ por todos los medios a Francisco González, Ruiz-Gallardón ha dicho bien alto, y no menos claro, que por su parte “no hay ningún rencor”.

La diferencia es evidente entre el caballero y el resentido; el elegante y el ruin; el honrado y el aprovechado; el razonable y el belicista; el educado y el sinvergüenza. Son dos formas de actuar y trabajar. El talante de Ruiz-Gallardón y la zafiedad de Sebastián. La confianza de Rajoy frente a la apuesta de Rodríguez. Lo desechable frente a lo cultivable en política.

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