«Seguro que muchos votantes no comparten el escoramiento radical a la izquierda, con el plumero a la vista de todos, de la supuesta candidata liberal».
Siguiendo los escabrosos designios de la tibieza y la indeterminación ideológica de Núñez Feijóo, que se le contradicen con 140 pactos alcanzados en municipios y autonomías después del 28 M, la candidata fracasada María Guardiola mentó las enseñanzas de su madre para enrocarse en el fracaso, desdeñando con falacias los posibles acuerdos con VOX para poder presidir la autonomía extremeña. Miente cuando tilda de ultraderecha a VOX contra la protección de las mujeres y en contra del colectivo LGTBI. Permeabilizada con las instrucciones de la izquierda demoniza un partido constitucionalista con casi 4 millones de simpatizantes. Abogando por la dignidad que no pacta con radicales, estúpidamente asumida por el PP la etiqueta ultra contra el partido de Ortega Lara, esta podemita encubierta tras las listas de los populares ha brindado la oportunidad al PSOE para intentar reconquistar el feudo perdido. Tamaña traición contra sus votantes obliga a que se convoquen nuevas elecciones, una vez rotas las negociaciones con VOX debido a la intransigencia de una Guardiola que se juega a una carta saber hasta qué punto ha empleado con miserable totalitarismo los votos democráticos, arrojados a la basura de la desconfianza donde hurga el socialismo ya recuperada la presidencia del Parlamento.