El pago de las carreras universitarias

No se discute que la educación obligatoria debe pagarla el Estado. ¿Pero quién debe sufragar las caras carreras universitarias? ¿También el Estado? ¿La familia del estudiante? ¿El propio estudiante, pidiendo un crédito que pagará cuando obtenga un buen trabajo con los conocimientos adquiridos en esa carrera? El País publicó el 10 de octubre de 2012 un extenso artículo sobre el particular, ya que está siendo objeto de polémica en España, Reino Unido, Chile, EE.UU. y otros países, que han adoptado diversas soluciones.

Opino que el Estado debe fomentar, ante todo, el buen funcionamiento general de un país y el aprovechamiento de sus recursos. Para que un país funcione se necesitan médicos, ingenieros, filólogos, historiadores, periodistas… y un larguísimo etcétera, ciñéndose solamente a las enseñanzas universitarias. El recurso más valioso en estos tiempos es el talento. El sistema que propongo es perfectamente aplicable a la formación profesional superior.

Mi tesis es que, si para una determinada enseñanza se calcula que el país va a necesitar N titulados al año, los N * (1+F) mejores estudiantes que se matriculen en esa enseñanza solo pagarían anualmente un 5% de los ingresos netos de la unidad familiar de cada estudiante, con un límite del coste medio anual de esa enseñanza por estudiante. F es la tasa de fracaso, definida como F = (E – T) / E, siendo E el número de alumnos que empezaron esa enseñanza hace A años y T el número de estudiantes que la terminaron el año anterior. A es el número de años de los que consta la enseñanza.

Esta fórmula no tendría en cuenta a los alumnos que terminan la enseñanza en un número de años superior al programado, pero me parece importante emplear fórmulas sencillas. Si una familia tiene a más de un miembro estudiando entre los mejores, se aplica el límite conjuntamente: es decir, si una familia tiene 2 estudiantes, por cada uno pagaría el 2,5%.

¿Cómo se determinaría quiénes son los mejores estudiantes? Por su nota media en todas las asignaturas del ciclo anterior, corregida por centros mediante una prueba objetiva de nivel igual para todos los alumnos realizada y puntuada por el Estado. Por ejemplo, si la nota media en todas las asignaturas del ciclo de los alumnos de un centro es de 7,2 y en la prueba objetiva la nota media de todos los alumnos de ese centro es 6,6, a cada alumno de ese centro se le resta 0,6 de su nota media para competir por las plazas que se abonan al 5% de ingresos netos de la unidad familiar. Como ejemplo de prueba objetiva tenemos la actual Selectividad, aunque para calcular la nota de corte de entrada en las facultades se hace la media de la selectividad y las asignaturas.

El resto de los estudiantes que quieran matricularse en esa enseñanza, hasta cubrir las plazas académicamente disponibles, pagan el coste medio anual completo. Y que se les deje claro que pueden estar haciendo el canelo, pagando un alto coste para a lo mejor no trabajar cuando acaben la carrera.

Por cada asignatura que suspendan, a los alumnos del inicial 5% se les aumenta un punto este porcentaje. Así, uno de estos alumnos que el primer año suspendiera dos asignaturas, al matricularse en el segundo año se le exigiría el 7%.

¿Cómo se determinaría el coste anual medio de una carrera? Dividiendo la suma del salario anual de profesores y otros trabajadores, más el coste de mantenimiento y funcionamiento de los edificios, más el material académico, por el número de alumnos matriculados ese año. No se tendría en cuenta el valor de los edificios, ni su amortización. Obviamente esto arrojaría diferentes costes para la misma carrera en distintas facultades. Todas estas cifras se publicarían con estricta puntualidad en la web del Ministerio de Educación (en 2012, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) y proporcionarían información muy valiosa, especialmente de costes disparados, que habría que inspeccionar.

¿Y cómo se calcula el número de titulados de una determinada enseñanza que el país va a necesitar? Fácil: para cada enseñanza se van anotando las personas que se titulan en ella cada año. Un año después se mira cuántas de ellas están dadas de alta en España como trabajadores o como empresarios autónomos. Si por ejemplo un año se han licenciado por universidades públicas 700 médicos y 365 días después se ve que trabajan 650, esos 650 son los que el país necesita (a efectos del coste para los alumnos de las universidades públicas; las privadas pondrían los precios que quisieran). Si el año siguiente esta cifra sube a 670, para el otro habrá que considerar que se necesitan 690. Vuelvo a repetir que todas las cifras se calcularían anualmente y estarían disponibles públicamente, no solo las del año en curso, sino las de años anteriores, que serían del máximo interés para estudiantes, gestores y sociólogos.

Por supuesto este sistema generaría déficit a las universidades públicas. No puede ser de otra forma. Solo las universidades privadas pueden aspirar a ser rentables económicamente. Las públicas deben aspirar a ser rentables socialmente, que sus licenciados se coloquen, que su enseñanza e investigación sean de calidad y que sus costes permanezcan moderados.

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5 Comentarios Dejar comentario

  1. Un informe de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), presentado el 15 de febrero de 2011, señala que desde 1996, año en el que las competencias universitarias fueron transferidas a las autonomías, la demanda de matriculaciones ha caído un 15,15%, mientras que el número de títulos ofrecidos ha crecido un 43,39%.Los rectores reconocen que hay un desfase entre oferta y demanda. El informe señala que «desde un enfoque de eficiencia» de los recursos económicos es incomprensible la expansión de títulos y duda de «la continuidad» de las universidades públicas que tienen pocos alumnos. La población universitaria ha caído desde 1996 en 185.235 estudiantes, principalmente por cuestiones demográficas. Sin embargo, el número de títulos ofrecidos se ha incrementado en 725 nuevas enseñanzas hasta llegar a 2.396 títulos. El desajuste de títulos es tal que en 16 de las 47 universidades públicas presenciales la mitad de los nuevos grupos del curso 2008/2009 no llegaban a 55 alumnos. De hecho, en cinco universidades, un tercio de las titulaciones ofrecidas apenas llegaron a 20 matriculados. El objetivo de financiación marcado por las universidades cuenta con 80 matriculados por clase. Esa media no se alcanza en ninguna de las ramas. Las que más demanda tienen son las técnicas, donde apenas llegan a 63 nuevas matrículas.

  2. El 30% de los alumnos que accede a la universidad cambia o abandona la carrera que eligió en Selectividad. Este fracaso escolar tiene un coste de 2.960 millones de euros anuales, según un estudio de la Fundación Alternativas. La falta de orientación en los institutos y el desajuste entre lo estudiado y lo aplicable en el mundo laboral son las principales causas de este derroche que lastra la financiación de las universidades públicas. De los 220.000 alumnos que entran cada año en el campus, 66.000 lo dejan antes del tercer curso.El autor del estudio, el economista de la universidad Carlos III, Juan José Dolado, propone aumentar el precio de las tasas para los alumnos repetidores y multiplicar las becas. Según sus cálculos, la penalización económica de las asignaturas suspensas podría reducir el 30% de fracaso hasta una cantidad de 700 millones de euros anuales.

  3. – Establecer consensos educativos de larga duración.- Dejar quieto lo actual que funciona y cambiar gradual y continuamente lo que no.- Incrementar la autonomía responsable de los centros.- Aumentar la transparencia.- Hacer que el Estado subvencione a la Universidad a través del alumnado. Es decir, una universidad que eligieran más alumnos recibiría más financiación.- Derivar otra parte de la financiación a proyectos competitivos de investigación, desarrollo e innovación.- Incentivar económicamente la exogamia, tanto para la Universidad que incluya entre su profesorado a un docente formado en otra, como para ese docente.

  4. ¿Por qué nuestra estructura productiva está excesivamente centrada en la construcción y los servicios de menor valor añadido? Porque buena parte de nuestra fuerza laboral posee un nivel de educación que se adapta mejor a esos dos sectores productivos de mediana o baja productividad media y porque además están poco abiertos a la competencia exterior.El fracaso escolar es casi el más elevado de la UE-15. Un 30% de los alumnos de la ESO no la termina ni opta por la formación profesional, con lo que no trabaja o hace trabajos primarios, cuando cuesta 6.000 euros por estudiante año, con lo que se despilfarran 1.440 millones de euros al año. De ahí que exista un elevado desajuste entre oferta y demanda de niveles educativos, ya que existe un exceso de fuerza laboral con educación primaria, un defecto con educación secundaria y formación profesional y un exceso con educación universitaria de calidad.Paradójicamente, España produce más universitarios en porcentaje de su población total que Alemania, Francia o Reino Unido, pero con menor calidad media y en disciplinas que generan menos Productividad Total de los Factores. Nuestros jóvenes quieren ser universitarios no sólo por su mayor prestigio social, sino también por ser relativamente barato. De ahí que existan tres veces más universitarios que graduados en formación profesional. Pocos jóvenes quieren ser fontaneros, electricistas o informáticos, aunque estos ganen más que ellos, porque, entre otras razones, pagan menos del 12,5% del coste de su educación universitaria (8.000 euros por estudiante y año), independientemente de su nivel de renta, conocimientos, esfuerzo y habilidades.En la mayoría de los países europeos las tasas universitarias son mucho más elevadas, para así poder financiar becas para los mejores estudiantes y préstamos para aquellos de menor renta. Nuestros incentivos, además de inadecuados, son perversos. Producen un fracaso universitario de los más altos de Europa, ya que casi un tercio de los universitarios no termina nunca sus estudios, otro tercio los termina dos años más tarde y sólo el resto los termina en tiempo y forma. Así, 3.300 millones de euros al año son despilfarrados, sin además conseguir suficientes universitarios de calidad.Más aún, el exceso de universitarios elimina parte de su prima salarial por su mayor nivel de educación, lo que, unido a su elevada probabilidad de despido, hace que estos jóvenes pierdan interés por su trabajo, reduzcan su esfuerzo y su dedicación así como su productividad potencial. Lo contrario ocurre con los que cursan educación secundaria y formación profesional, con mayor demanda que oferta, que suelen conseguir salarios superiores a los de su formación.En resumen, para mejorar la actual estructura productiva y mejorar la productividad, que es lo que realmente determina el nivel de renta futuro de los españoles, habría, por un lado, que reformar tanto el sistema de educación, de formación profesional y universitario actuales y sus sistemas de incentivos como el sistema de aprendizaje de las TIC y, por otro, el sistema de contratación laboral y de negociación colectiva.

  5. Como profesor universitario con muchos años de docencia en mis espaldas creo conocer bien a la universidad española, su evolución y su situación actual. Ahora mismo está en un estado lamentable, posiblemente igual de mal que nuestra economía.En estos últimos años no solo surgió la burbuja inmobiliaria, surgió también la burbuja universitaria. Tenemos el doble de las universidades que necesitamos y los rectores saben que no hay estudiantes, me refiero a estudiantes capacitados, para ocupar tanta aula. Esto supuso un problema para unas Instituciones que se subvencionan del Estado no por el prestigio de sus titulaciones y de su investigación, sino exclusivamente por el número de sus alumnos, lo cual no deja de ser asombroso.Hay que aclarar que el número de estudiantes españoles que acaban el bachillerato en buenas condiciones para afrontar una carrera universitaria, son escaso debido al muy mejorable sistema educativo que tenemos. Ante esta situación desfavorable las universidades encontraron una salida para subsistir. Consistió en bajar la dificultad de los estudios, atrayendo así a un alumnado que nunca podría optar a un título universitario en condiciones normales. De esta forma se han mantenido y se mantienen, no todas, pero sí una buena parte de nuestras universidades, que se han aproximado mucho a lo que denominamos fábricas de títulos.Es urgente y necesario conseguir que haya un proyecto educativo nacional coherente con el lugar que ocupamos en Europa y recuperar una universidad de calidad.José Manuel Riveiro en carta a El País.

Mete "Lo que hay que hacer" en Google y mira qué te sale: enlaces a un libro "Lo que hay que hacer con urgencia" del que las primeras páginas no están disponibles para descargar. Y mientras, tu ciudad, tu país, tu planeta bullen de problemas a los que no se pone remedio adecuado, cuando existen soluciones para todos. Escribo este blog desde Madrid, España, la Tierra, para unir mi voz a los que proponen estas soluciones y presionan para que se apliquen.
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