El Mundo
Cuando éramos felices y documentados*
El gravísimo error del diario El País, en la madrugada del pasado 24 de enero, al publicar como gran exclusiva una foto falsa de Hugo Chávez no es un fallo aislado. Es la culminación de un proceso que afecta a toda la prensa. Era cuestión de tiempo que un periódico teóricamente tan prestigioso como El País cometiese un error tan garrafal. Hay diversos factores que explican este proceso por el que la prensa escrita se ha visto arrastrada a una precariedad sin precedentes. El primero lo explica el profesor de la Universidad de Navarra José Luis Orihuela, gran experto en medios de comunicación -especialmente los digitales- del que me puedo enorgullecer de haber sido su alumno:
«Los despidos en la prensa española están afectando especialmente a los periodistas más experimentados, por lo que los redactores jóvenes han perdido a los maestros y los medios están perdiendo el instinto. Un campo abonado para que florezcan los errores y las manipulaciones». (Instinto periodístico, en www.ecuaderno.com, 24 de enero de 2013)
No puedo estar más de acuerdo. Los periodistas más veteranos manejan conocimientos que difícilmente se encuentran en internet. La experiencia, el nivel de formación humanística (cultura general) y el instinto periodístico son cualidades fundamentales que suelen despreciar muchos de los actuales dirigentes de los periódicos. El propio director de El País, Javier Moreno Barber, es un licenciado en Químicas que hizo el máster de Periodismo UAM-El País. Y el autodenominado «diario global en español» despidió recientemente a 129 periodistas, algunos de ellos muy veteranos y experimentados. Como dijo Ramón Lobo, uno de los 129, «ya no te valoran por lo que vales, sino por lo que cuestas». En efecto, los periodistas más veteranos son los que más costes salariales suponen a la empresa, pero también son seguramente quienes más pueden aportar en cuanto a artículos en profundidad y perspectiva histórica. En definitiva, más valor añadido al periódico. En su afán por abaratar el producto, los responsables económicos de los diarios han provocado que a muchos les resulte difícil pagar 1.30 euros por algo que apenas les aporta información de calidad, profunda y documentada.
Además de la precariedad de los recursos humanos, que implica necesariamente un peor producto periodístico, el segundo problema, íntimamente relacionado con el primero, es la influencia de los peores modos del periodismo digital en la prensa escrita. Las ediciones digitales, casi siempre más ligeras en cuanto a temas y, por definición, inmediatas, han contagiado sus peores vicios a los periódicos en papel, que se ven a menudo compelidos a reproducir las pseudonoticias que aparecen en las redes sociales y en páginas web de dudosa o nula veracidad. Y lo hacen de un modo mimético, sin contrastar las noticias, un proceso que requiere tiempo, pericia y esfuerzo. Además, los temas del corazón, los relacionados con el sexo y los sucesos más escabrosos ganan espacio en las páginas, como si las listas de «las noticias más leídas» de las ediciones web fuesen las nuevas tablas de la ley para algunos directores de periódicos.
Mientras los directores de los periódicos en papel no se den cuenta de que deben nadar en la dirección contraria a las ediciones web, es decir, publicar reportajes en profundidad, información documentada y bien elaborada, la prensa escrita estará abocada al fracaso y a la desaparición.
Por último, la reacción del diario El País ha sido tardía y poco convincente. La falsa imagen de Chávez y el vídeo del que se extrajo ya se habían exhibido en Latinoamérica. No era una imagen inédita. Es muy probable que algún periodista de El País la hubiese visto antes o hubiese cuestionado su autenticidad si la hubiese visto, pero seguramente el director del periódico se guardó de mostrarla incluso a los periodistas de su diario por miedo a una filtración. El País se escuda en que no pudo recurrir a su corresponsal en Cuba, la famosa bloguera Yoani Sánchez. Vale, está claro el porqué. Pero, ¿no tiene El País corresponsales o colaboradores en Miami, Bogotá o Caracas, donde se rebatió por televisión la autenticidad de la imagen? Son excusas sonrojantes, como la del supuesto «maestro» de periodistas Miguel Ángel Bastenier, quien ha dicho en Twitter: «Un diario es una obra colectiva, el culpable es el diario». NO. El responsable -de iure, pero también de facto en un caso como éste- es el director del periódico. Como recuerda el consultor y periodista Juan Antonio Giner, «los errores no los cometen los diarios, sino alguien en concreto». Resulta también llamativo que El País se enterase de la falsedad de la fotografía a través de las redes sociales, como reconocen en su artículo de disculpa:
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/01/24/actualidad/1359060599_118030.html
Resulta cómico que un periódico que pide -como lo hacen todos- dimisiones a los responsables políticos cuando cometen errores, sea incapaz siquiera de pedir perdón de forma concreta, con nombres y apellidos. Nadie firma el artículo de disculpa ni se citan nombres de periodistas ni de directivos de El País, por el contrario se señala a la agencia, ajena a El País, que les facilitó la imagen.
El error no sólo ha afectado al prestigio de El País, sino al de toda la prensa. Al igual que el prestigio de toda la clase política se ve afectado por cualquier caso de corrupción, lo mismo ocurre con los medios de comunicación. Y desde la Transición, para muchos la biblia del periodismo ha sido El País. Tal vez el paradigma caiga definitivamente y por fin se le reconozca por fin a El Mundo -con todos sus defectos y su cuota de sensacionalismo y precariedad- su alto nivel periodístico. No olvidemos que Pedro J. Ramírez rechazó la foto falsa de Chávez antes de que la aceptase El País. Hizo gala de un instinto del que careció Javier Moreno, sin duda.
(*) El título de esta entrada adapta el de la novela del escritor y periodista Gabriel García Márquez de 1973 «Cuando era feliz e indocumentado».
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