Arcade Fire
Malos tiempos para la música
Una mala noticia mal titulada:
A la hora de escribir este «post», bien entrada la madrugada, el titular decía lo siguiente (textual):
Universal Music España despidirá al 40% de su plantilla
Que yo sepa, el verbo «despidir» no existe. Para que luego digan que las erratas son exclusivas de la prensa regional…
Al margen del grave error en el titular (los riesgos del ciberperiodismo), la noticia es de las que hielan la sangre. La multinacional discográfica más poderosa del mundo, y seguramente la que acapara mayor cuota de talento musical, se tambalea en España.
Como periodista que ha trabajado con todas las discográficas importantes de este país, puedo decir que Universal es la que me ha tratado con la mayor profesionalidad y seriedad, gracias, sobre todo, a que tiene una persona dedicada al área del noroeste de España. Se llama Pilar Herrería, vive y trabaja en Bilbao, y espero y deseo que no pierda su empleo (y que no le importe esta mención de apoyo).
Hay que tomarse la piratería en serio. Es cierto que destruye muchos puestos de trabajo, no es solamente una «boutade» de Ramoncín y de la SGAE. Gente de carne y hueso que se va a la calle por culpa de las descargas ilegales. Personas con las que yo he tenido trato, para gestionar entrevistas, reportajes y críticas de discos, y que han perdido su puesto de trabajo. Internet es un fenómeno imparable, pero una creación artística no se puede hurtar. La cultura del «gratis total» es el peor virus para la «Cultura», con mayúsculas. Vivimos en un país de picaresca en el que nadie va a pagar por algo que puede salirle gratis. Y es un error. Esto no acabará con grupos consolidados, como U2, Coldplay, Arcade Fire y Black Eyed Peas, por citar cuatro nombres de Universal, pero cerrará la puerta a nuevas bandas nuevas y prometedoras. La industria, amenazada, apostará por el negocio seguro, no por el talento innovador.
Las discográficas también tienen su parte de culpa. Resulta inconcebible que un CD de los años 60 de los Rolling Stones o de los Beatles cueste más de 20 euros, cuando hace décadas que ha sido grabado y amortizado. Y a los periodistas se nos ha tratado como presuntos delincuentes: muchas veces se nos ha impedido una preescucha del disco, necesaria para una crítica o una entrevista, con el pretexto de que podríamos difundirlo en internet antes de su salida al mercado. Un argumento delirante, cuando además existen métodos electrónicos (marcas de agua digitales) que permiten detectar al que hace trampas.
Me confieso amante del disco como objeto físico, con su portada, su trabajo gráfico, su diseño y sus fotografías. ¿Quién no conoce el famoso plátano de la portada de «The Velvet Underground & Nico», el paso de cebra de «Abbey Road» o el trasero de «Born in the USA»? El CD puede estar en vías de desaparición y se imponen las descargas digitales: iTunes es un gran invento, sí, pero el problema no reside en el cambio de formato, de físico a virtual, sino en la gratuidad. Igual que pagamos por ver el fútbol en televisión, lo que permite que se puedan fichar a «cracks» como Cristiano Ronaldo, Kaká y Villa, tenemos que entender que un álbum es resultado de un proceso largo y costoso, y que el talento musical también debe ser bien remunerado. Igual no tanto como para que Shakira y Alejandro Sanz se compren mansiones en Miami, pero tampoco debe salir gratis.
Sigo sin entender el doble rasero que tenemos para los precios en lo que a ocio se refiere: no nos parece demasiado cara una copa de whisky a seis euros, pero sí una entrada de cine por siete. Y el grado de satisfacción y placer que nos produce una película (90 minutos) seguramente es mucho mayor que el que nos proporciona saborear un combinado en un bar.
Y puede ser también que el mercado esté inflado: demasiados grupos y solistas que no aportan nada, demasiado «indie» y música comercial sin relevancia. Lanzamientos de usar y tirar que pasan sin pena ni gloria. Por no hablar de las películas de cine español que pasan de puntillas por la cartelera o no se estrenan. Ya se sabe que el realizador novel que dirige su primera película recibe una buena cantidad en subvenciones. Se subvencionan muchas mediocridades.
Tanto las discográficas como los usuarios deberían aumentar su grado de responsabilidad. Que no suene esa frase de «American pie» en la que Don McLean cantaba sobre el día en el que murió la música.
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