Archivo 24 noviembre, 2019

Resolver el conflicto político

¿Qué es exactamente un conflicto político? En la wikipedia inglesa, political conflict lleva directamente a war (guerra). En la española no existe la página «conflicto político», ni siquiera como redirección. Tampoco en la francesa. ¡Ni siquiera en la catalana! La RAE da seis definiciones de conflicto:

1. m. Combate, lucha, pelea. U. t. en sent. fig.

2. m. Enfrentamiento armado.

3. m. Apuro, situación desgraciada y de difícil salida.

4. m. Problema, cuestión, materia de discusión. Conflicto de competencia, de jurisdicción.

5. m. Psicol. Coexistencia de tendencias contradictorias en el individuo, capaces de generar angustia y trastornos neuróticos.

6. m. desus. Momento en que la batalla es más dura y violenta.

Y solamente una expresión, conflicto colectivo. Aunque sabemos que, además de conflicto político, utilizamos conflicto familiarconflicto bélicoconflicto militar o conflicto social.

Las definiciones 1, 2, 5 y 6 no parecen aplicables. En cambio podemos combinar 3 y 4 para definir conflicto político como «problema desgraciado de naturaleza política y de difícil salida.»

Se produce un conflicto cuando dos (o más, pero para simplificar quedémonos con dos) partes persiguen a la vez objetivos incompatibles. En el conflicto político, estos objetivos son políticos. Por ejemplo, cuando dos comunidades que viven juntas, una quiere constituirse en forma de república y la otra, de monarquía. Sin embargo, la democracia es el mejor método que se ha inventado para resolver desacuerdos: la gente elige a sus representantes, que discuten las posibilidades de acuerdo con sus posiciones, y llegan a acuerdos aceptables por todos.

La cuestión es por qué hay algunas personas que suscitan conflictos insolubles, que plantean unas demandas inaceptables para una gran parte de la sociedad. Fernando Savater nos da una pista en el artículo Terror y conflicto político:

«Lo distintivo de estas supermafias ideologizadas es crear por medios criminales un tipo especial de conflicto político: «En estas ‘nuevas guerras’, el objetivo ya no es la victoria militar. La estrategia consiste más bien en obtener poder político sembrando el miedo y el odio, creando un clima de terror’. Su propósito es convertir en insostenible la situación de aquellos de los que quiere librarse.»»

Compárese, por ejemplo, la petición del derecho al matrimonio homosexual con la petición del mal llamado derecho a decidir, que en realidad es reclamar que las comunidades autónomas españolas puedan escindirse del resto de España. El matrimonio homosexual fue reclamado inicialmente por un pequeño colectivo. Simpatizaron con él grupos progresistas y, a pesar de la oposición conservadora, se convirtió en ley. Se ha visto que no produce daño social, sino al contrario: aumenta las posibilidades del individuo, que ahora ya no se ve limitado por el sexo de la persona con la cual desea casarse.

En cambio, que se permita la secesión ha suscitado una oposición desde todos los sectores. Ha hecho desaparecer partidos (Unió). Ha provocado que miles de empresas huyan de Cataluña. Ha causado centenares de heridos, detenidos e innumerables retrasos y molestias. Lógico: quienes en Cataluña se oponen temen que, si se produjera esa secesión, los que tomaran el poder barrerían a sus oponentes. Con expulsiones directas, como  en Siria, o menos escrupulosamente, con paseos al amanecer. Pueden decir que son gente civilizada, pero la gente civilizada no promueve el lanzamiento de adoquines a la policía, no quema contenedores, no dispara cohetes a helicópteros y no prepara explosivos.

Para empezar a resolver el conflicto político es necesario que quienes lo empezaron, planteando demandas inaceptables para una gran parte de la sociedad, acepten públicamente que no era el momento, que pidan perdón por los daños causados (por cierto: que los pagaran sería realmente lo debido) y que se comprometan a perseguir sus ilusiones dentro de la legalidad. Una legalidad que, desde luego, se puede cambiar, pero transitando por las vías que ella misma marca.

De nuevo Savater: «En todas las democracias hay discrepancias, pero el conflicto empieza cuando unos bárbaros quieren resolverlas a tiros… El conflicto político consiste en presentar su proyecto de país como un derecho inalienable sin cuya aceptación toda paz será incompleta; y exigir diálogo, que en su lenguaje viene a ser sentarse en una mesa servida por ellos y darles resignadamente la razón. Pues va a ser que no.»

Todo el diálogo que se quiera. Pero auténtico. Pueden plantear los deseos que les apetezcan. Pero deben aceptar que la otra parte también tiene los suyos, igual de legítimos. Y que si no la convencen con argumentos sólidos —no con chantajes, bloqueos de carreteras, incendios o algaradas— la situación no va a cambiar. Si no quieren frustrarse, mejor que empiecen a perseguir objetivos que la gran mayoría pueda aceptar.

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Mete "Lo que hay que hacer" en Google y mira qué te sale: enlaces a un libro "Lo que hay que hacer con urgencia" del que las primeras páginas no están disponibles para descargar. Y mientras, tu ciudad, tu país, tu planeta bullen de problemas a los que no se pone remedio adecuado, cuando existen soluciones para todos. Escribo este blog desde Madrid, España, la Tierra, para unir mi voz a los que proponen estas soluciones y presionan para que se apliquen.
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