Archivo enero 2016
La prevención de la delincuencia
España tiene una tasa de criminalidad muy baja respecto a la Unión Europea, que a su vez la tiene muy reducida respecto al resto del mundo. Pero hay países donde supone un gravísimo problema. En esta entrada hablaré solamente de soluciones que se han mostrado eficaces para paliar la delincuencia convencional, cometida por delincuentes habituales o por organizaciones criminales. No hablaré de la ciberdelincuencia ni de delitos cometidos por empresas legales (fraude fiscal, acuerdos de precios, manipulación del Líbor, trampas en las emisiones contaminantes, etc.).
Los estudios sobre su impacto socioeconómico son altamente divergentes, pero coinciden en que la carga es altísima y ronda los miles de millones de dólares estadounidenses (Muggah y Krause, 2008, pp. 17-18). En uno de los estudios más robustos sobre el tema se estima que sólo los homicidios cometidos con armas de fuego en Venezuela durante el año 2010 costaron 4.000 millones de dólares, excluyendo costes indirectos e intangibles (Geneva Declaration Secretariat, 2015, p. 173-174).
Me centraré específicamente en los asesinatos, los robos con violencia (atracos, sustracciones de coches tras romperles las cerraduras, robo en domicilios tras romper puertas o ventanas) y los secuestros.
No hablaré de los hurtos (robos al descuido, sin violencia), la venta ilegal, los delitos de tráfico (conducir bebido o a velocidad excesiva) el acoso escolar (bullying), el terrorismo, el tráfico de drogas, el proxenetismo, la trata de mujeres, las redes de extorsión («protección»), las violaciones de mujeres adultas y de menores (que serán el tema de otra entrada) ni de la violencia doméstica (que ya traté en Parar los asesinatos de mujeres). No porque no sean importantes, sino porque considero que tienen causas diferentes y se deben abordar de otras maneras.
En otra entrada hablaré del castigo a la delincuencia (multas, confiscaciones de patrimonio, trabajos comunitarios y prisiones).
En el Reporte de Economía y Desarrollo 2013, del Banco de Desarrollo de América Latina, en el que se basa buena parte de esta entrada, se observa que el importante crecimiento del delito y de la violencia en muchos países no solo ha implicado altos costos económicos y sociales, sino que ha socavado la confianza de los ciudadanos entre sí y en las autoridades.
Hay que combatir eficazmente la delincuencia, no solo porque produce una importante merma del bienestar y el crecimiento, sino porque es lo que la población demanda, y si esta demanda se ve insatisfecha por los actuales gobernantes, elegirá a otros que le prometan resolver el problema, con el peligro para todos que suponen las soluciones extremistas.
- En primer lugar se debe fomentar que la gente denuncie los delitos. Debe ser posible hacerlo por teléfono, sin necesidad de presentarse en comisaría. En los momentos de saturación, si un operador telefónico no puede atender a la víctima de un delito, debe poderse grabar la denuncia. Luego será examinada por un operador, y en caso de faltar algún dato que impida su persecución, sería el operador el que llamaría a la víctima para preguntárselo. Deben elaborarse y difundirse periódicamente estadísticas de llamadas a la policia y tiempo medio que necesitó el ciudadano para completar su comunicación por este canal.
- Se deben elaborar y publicar estadísticas muy cuidadosas sobre los delitos denunciados y resueltos, de acuerdo con estándares internacionales. Asimismo resulta eficaz difundir cifras reales, y presentadas de manera objetiva, sobre la eficacia en la persecución del delito. No se trata en ningún caso de amedrentar, sino de inculcar en quien se está planteando delinquir, que existe una alta probabilidad de que sea detenido y castigado si lo hace.
- Se debe actuar en numerosos ámbitos para prevenir el delito (que no surja) y combatirlo cuando ha surgido:la familia, la escuela, el barrio, la comunidad, la infraestructura urbana, las regulaciones económicas, la policía, la justicia y las cárceles.
- Los estudios muestran que las inversiones en fortalecer la nutrición y estimulación temprana de los niños y la promoción de ambientes familiares proactivos y no conflictivos disminuyen la propensión al delito de los jóvenes. Por el contrario no funcionan los programas que tratan de asustarlos (llevándolos a visitar cárceles o a hablar con criminales).
- Son igualmente beneficiosas las mejoras en los espacios públicos (algo tan simple como iluminar bien una zona oscura reduce el delito un 21 % de media), eliminar los recodos donde puedan esconderse asaltantes, prohibir la venta de alcohol a partir de horas avanzadas de la tarde, las estrategias de control policial focalizado en un tipo de delito o en las zonas urbanas donde se cometen muchos.
- Son eficaces los programas de vigilancia vecinal: consiguen de media una reducción del 26 % de los delitos.
- La experiencia demuestra que, cuando se mejora una zona conflictiva, la delincuencia no se traslada a otras, sino al revés: la zona mejorada ejerce una influencia beneficiosa sobre las aledañas.
- Debe evitarse la degradación de las zonas urbanas. Mantener una buena limpieza es esencial para que calles y parques sean utilizados por un alto número de ciudadanos, y así disuadir a los delincuentes. Las pintadas (marcas de territorio de bandas) deben ser borradas rápidamente, y dificultadas (paredes cubiertas de vegetación, superficies plástificadas donde la pintura se fija mal, restricción de la venta de pinturas en aerosol…). Los edificios deshabitados sin valor histórico o artístico deben derribarse. Los que sí tengan este valor deben rehabilitarse como viviendas, hoteles o edificios públicos.
- Hay que enseñar a los niños a controlar sus impulsos, especialmente los violentos, a resolver conflictos sin violencia, mediante negociación, y a expresar respetuosamente lo que sienten (asertividad). Debe promoverse el juego en equipo (respeto por las reglas, premio al esfuerzo) y actividades comunitarias como orquestas o coros.
- Hay que procurar la empleabilidad de los jóvenes y que conozcan muy bien los riesgos de las drogas y del sexo sin protección.
- Los drogadictos, incluidos los que no han cometido delitos, deben tener acceso gratuito a tratamientos de desintoxicación y a medicamentos que los ayuden a sobrellevar el síndrome de abstinencia (entre ellos, la metadona). A los que, por causa de la droga, han cometido delitos, debe ofrecérseles una reducción apetecible de condena si entran en un programa de reinserción, que incluya controles mensuales de consumo.
- Hay que promover las discotecas sin alcohol para menores de 18 años, y centros de ocio y deporte (cine, videojuegos, teatro) abiertos hasta horas avanzadas de la noche (las que dicten sus asistentes). Por ejemplo, los impuestos para una discoteca sin alcohol podrían ser cero, o mínimos. Las entradas a estos lugares para los jóvenes deberían ser asequibles, y de acuerdo con los ingresos de sus familias. Siempre saldrá más barato que reprimir las pandillas en que se integrarían los jóvenes ociosos sin posibilidades. Además, como castigo por mala conducta, se podría prohibir la entrada durante varias semanas o meses.
- La justicia debe ser rápida, sin que los acusados pierdan garantías. Debe transcurrir menos de un año entre la denuncia y la resolución judicial en primera instancia. Pueden admitirse acuerdos entre fiscal y abogado, para evitar juicio, siempre que se demuestre que funcionan. Todo el procedimiento debe ser electrónico, con, si el acusado queda en libertad a la espera de juicio, notificaciones a su teléfono móvil, que estará obligado a llevar encima con el geolocalizador activado y que, si deja de llevar, motivará su inmediata entrada en prisión.