Fascismo irreverente
Cuando los grupos radicales se preocupan de las banderas y de la imagen de la Casa Real es que carecen de iniciativas y se mantienen sobre pies de barro. Utilizan el recurso de lo fácil y llamativo para salir en la foto. No solo han perdido el norte, sino que ni siquiera aciertan a orientarse. Se muestran atenazados por el miedo a quedarse en la intemperie del poder, ahora que los comicios están a la vuelta de unos meses.
Se acercan elecciones generales y siguen sin encontrar su propia identidad. Algo parecido le pasa al Gobierno que preside Rodríguez; su discurso carece de claridad. Mira hacia otro lado con la cuestión de las banderas y silba a la farola mientras comprueba que se queman efigies de la Familia Real. Algo está pasando, cuando el odio se incrementa en la calle, entre las ideologías, en algunos parlamentos autonómicos y en el fútbol. En este último caso estamos ante el “no va a más” de la verdulería y de la sinrazón.
Nadie puede dudar de que el Ejecutivo que preside Rodríguez está haciendo dejación de funciones; pero no solo en el asunto de las banderas, sino en muchos otros. Se le va la fuerza por la boca e incurre en la burla a la ciudadanía, tanto en los temas de terrorismo como en asuntos puramente sociales: vivienda, subvenciones, inmigración, dependencia… La ceguera gubernamental ha llegado hasta la propia vicepresidenta, ‘Maritere’, quien solo ve acción-reacción en el partido de Mariano Rajoy, mientras se muestra incapaz de ver los múltiples errores y la ‘brillantez’ de las estupideces del Gobierno socialista.
La pasión desmesurada y a toda costa por el poder, además de las dudas que atenazan a la burguesía socialista, se han convertido en el obstáculo insalvable de esta élite política que, tras pisar la moqueta, se ha transformado en una clase intratable y, a la vez, indeseable para muchos. Han recorrido el mismo camino que ha iniciado el partido del pro-etarra Rovira.
Lo sorprendente es que la hoguera se aviva con el miedo que arrastran partidos como el PNV, EA y EB. Un miedo que esconden tras el concepto de pacificación. Sirva como prueba la situación de Galdácano, donde los partidos independentista ‘caminan a calzón caído’ sin pudor, mientras la derecha se muestra firme, conocedora de que estandartes como Regina Otaola dan votos, muchos votos, cada vez que mira a los ojos a los violentos de ETA, Batasuna y ANV, mientras los violentos no ven más allá de su propia ikurriña.
La violencia se extiende tras la ruindad mostrada por el presidente Rodríguez en estos tres últimos años. Cataluña y el País Vasco avanzan hacia reductos ya superados. El independentismo es sangre, ruptura, odio, ruduccionismo, sinrazón y visión mediocre de la democracia y de la propia realidad. Es el respaldo al círculo cerrado, al miedo, al egoísmo y a la caverna. La violencia es para ETA “el arma más importante para llevar a buen puerto el proceso de liberación nacional”. Solo le falta decir que “con las armas lograrán la liberación de Euskal Herria”. Además de haberse convertido en el hazmerreír de todo el pueblo español, Rodríguez y ETA–ETA y Rodríguez deberían reflexionar e invitar a la reflexión a todo su entorno. Siempre dijimos que ‘acariciar’ a la culebra y ‘amamantarla’, a la vez, traería imprevisibles consecuencias. Y ya las tenemos a la vista. Lo demás vendrá por añadidura.