Hace unos días me comentaba un buen amigo, periodista de investigación de un importante diario, que en los próximos días mucha gente “caerá del burro” con la información que va a publicar en GARA. Te recuerdo — continuaba diciendo — que estás en lo cierto cuando afirmas sobre los presos de ETA que “los propios violentos consideran que están muertos para la causa”. No te quepa la menor duda, insistía, que es cierto el discurso del entorno más radical: “No quieren oír hablar de los presos”. La violencia callejera, con su actuación y el envalentonamiento que les ha proporcionado el presidente Rodríguez, además de las correspondientes prebendas, pone ‘chinitas’ para el acercamiento y la negociación. Las asociaciones de presos, Askatasuna y Etxerat desprecian a los presos etarras tanto como yo, como tú o como la ciudadanía vasca y española.
En los recientes juicios contra presos etarras, el arrepentimiento no se encuentra en su diccionario de uso. Éste es el punto de la hipocresía al que me he referido en numerosas ocasiones, donde se incluye la internacionalización del conflicto, con el apoyo pactado del ejecutivo español. La terminología utilizada por Euskadi Ta Askatasuna, Batasuna y el entorno de Rodríguez Zapatero, más parece una negociación entre bandas que entre bandos, donde la injusticia se extiende desde la negación de reuniones que sí han existido entre ETA y el PSOE — traicionando e incumpliendo la Ley de Partidos — hasta la pretensión de seguir negociando a sabiendas de que se negará la mayor de cara a la ciudadanía.
De lo referido más arriba sabe mucho Pérez Rubalcaba, desde que aprendió a engañar a los sindicatos docentes con motivo de la negociación de la LOGSE, allá por la segunda mitad de los años ochenta. Hasta María Teresa Fernández de la Vega nos quiso hacer ver que no estaba dispuesta a poner el Estado en venta: “El Estado de Derecho no se negocia”, ha repetido con insistencia. Y tanto repite aquello que desconoce que acaba haciendo el ridículo más inesperado, como en la rueda de prensa de hace unos días. Ridículo que empieza a ser normal y habitual en ‘Maritere’, tras la desautorización de Manuel Solbes, el esperpento que arrastra Manolo Chaves, la ‘patosidad’ que acompaña a Ángel Villalba y el ‘circo’ que moviliza Soraya Rodríguez en el Consistorio vallisoletano.
A los presos se les ha puesto la “miel en los labios”, pero ETA sigue dando largas, a pesar del requerimiento escrito remitido a la organización por parte de los asesinos encausados. Las mesas no se van a constituir nunca. Rodríguez Zapatero lo sabe y está asustado por ello. Su atractivo por la ‘serpiente’ se ha desmoronado. Ha depositado demasiadas esperanzas en Jesús Eguiguren, asesor condenado por apalear a su esposa, sin saber con quien se “gasta los cuartos”. El presunto líder vasco es un buen conversador en la mesa gastronómica, pero con la banda solo ha hecho el ridículo, ha gastado mucho dinero de los fondos de reptiles y ahora se esconde de ETA – acobardado y con el sentimiento de culpable – conocedor de ser objetivo principal y primero, junto con el presidente Rodríguez.
El asunto de las mesas es una medida de muy mal gusto, aunque el nacionalismo vasco no está dispuesto a perder protagonismo ni a admitir que el Estado le niegue “salir en los papeles o ver su firma en página destacada”. Los ‘cauces entre bandas’ están abiertos, pero hay miedo a dar el primer paso; tras ese avance no hay vuelta atrás. Tanto el presidente Rodríguez, como quienes apoyan la negociación entre ‘bandas’ no ocultan su temor ante un desenlace apresurado. Es muy difícil adoptar una decisión; solo la ignorancia y la demostrada estupidez de nuestro presidente, así como el deficiente asesoramiento recibido, pueden reiniciar un camino cuyo final desconocen por imprevisión, ignorancia, falta de astucia y engreimiento.