Llegan las elecciones generales y el presidente Rodríguez ha empezado a pregonar lo contrario de lo que ha defendido en estos tres últimos años. Vuelve a tomarnos por tontainas, consciente de que la memoria es frágil y de que cualquier postura se puede tergiversar o reinterpretar. El Gobierno se ha visto obligado a volver al redil que es lo que deseaba la ciudadanía. Solo la ignorancia y la mala fe pueden llevar a un Gobierno a negociar con una banda terrorista, asesina y extorsionadora; es decir, a tratarla de igual a igual a una pandilla de asesinos, que es lo que es ETA. ¡Ya está bien de hablar de “hombres de paz”, de “gente de bien”, de “lucha por la solidaridad”! ¿Qué se ha encontrado el presidente Rodríguez detrás de ETA, ANV y Batasuna? Pues se ha encontrado la traición, el engaño y la sinrazón.
Todo Gobierno democrático debe estar preparado para lograr el fin de la violencia armada. Otra cuestión es la intención y las perspectivas. El Gobierno Rodríguez lo ha tenido todo de cara, desde el momento en que el gobierno anterior dejo casi finiquitado el asunto etarra. Lo que la ciudadanía no alcanza a entender es el afán por resucitar a la banda contra pronóstico y sabiendo que ésta solo puede traer angustia, muerte y represión. Ni el Gobierno ni el Estado de Derecho han sido implacables con la banda asesina, como tampoco el Ejecutivo de Rodríguez ha dicho la verdad. Hoy está suficientemente demostrado que ha gobernado con la mentira, la traición y el desconcierto.
Tan solo el periodismo de investigación, en gran medida, y la oposición del PP, en medida menor, han mantenido la ética y han sujetado los desvaríos gubernamentales, una vez que el presidente Rodríguez aceptó ‘amamantar’ a la serpiente, a la vez que despreciaba todos y cada uno de los mecanismos de defensa del Estado de Derecho. El gabinete de Rodríguez no solo no ha luchado contra ETA sino que se ha dejado embaucar por la culebra. Hasta hace unos meses podía haber formado coalición con ANV, ETA o Batasuna sin que hubiéramos distinguido los objetivos finales, sobre todo desde que malinterpretó a la banda y le aplicó valores como la solidaridad, el ansia de paz, la intención de aniquilar la lucha armada, la pretensión de alcanzar una salida negociada a la violencia y otras ‘virtudes’ que no dejaban ver la serpiente tras la piel de cordero.
El Ejecutivo de Rodríguez podrá decir que ha luchado contra ETA y contra el terrorismo “sin pausa, con tenacidad, con esfuerzo, con sacrificio”, pero la ciudadanía sabe que ha facilitado y procurado la paz y la tranquilidad al verdugo, mientras en todo momento soliviantó a las víctimas y a su entorno. Era de esperar que ‘cambiara el rabo’ en vísperas electorales, pero… ¿Quién cree ya a Rodríguez, después de ‘adorar’ a De Juana Chaos, ‘bendecir’ a Otegi y ‘genuflexionar’ ante ANV? Y no solo no es creíble por todo lo relacionado con ETA y su entorno, sino también por promocionar la desigualdad y el escándalo, sin olvidar el permanente engaño en temas económicos, políticos y sociales. Hasta Eduardo Zaplana, en su empeño de molestar y decir tonterías sin sentido, ha acabado acertando alguna vez.