No era preciso que ETA reivindicara los atentados cometidos tras la tregua-trampa. Ni siquiera es necesario que diga qué ha hecho y qué deja de hacer. Los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado son autosuficientes, en este momento, para saber dónde aparece la mano de la banda. Se evidenciaba que el atentado de Durango, la colocación de artefactos en distintos puntos del territorio nacional y las explosiones amedrentadoras tenían la bandera etarra y la impronta asesina.
A pesar del freno impuesto durante muchos meses desde los aledaños del Ejecutivo Rodríguez, la Policía y la Guardia Civil han seguido estando al día en estudios, persecución, infiltraciones y control. Tan solo cuando la tregua-trampa ha finalizado se ha podido comprobar que el guante blanco contra ETA y Batasuna había alcanzado la categoría de absurdo, además de que el Gobierno estaba con las posaderas a la intemperie; prueba de ello son las detenciones de los cuatro últimos meses, lo que significa que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad solo precisaban una llamada o un gesto para actuar, una vez que sabían cuándo, dónde, cómo y a quién detener. Los números cantan y las evidencias también.
En Francia, ETA no es un problema como lo es en España. En el país vecino, el terrorismo se considera un problema español, de ahí que la banda etarra lleve años pretendiendo que Francia y los franceses presten atención a sus acciones y a la propia organización; una atención que nunca han tenido, pues allí se da a ETA el tratamiento de delincuencia armada.
En esta parte de los Pirineos son terroristas, mientras que en Francia apenas han sobrepasado la ‘categoría’ de bandarras armados, delincuentes peligrosos y ladrones de armamento. Eso explica la “estrategia de confrontación” que pretenden implantar allí. En este momento, nuestros vecinos se siguen mofando de ETA y consideran a la siniestra abertzale como un problema de tantos, pero no más que la ultraderecha de Le Pen o lo que supuso en su día el fatídico comunismo, con su trasnochado pensamiento en forma de amenazante ‘religión opiácea’.
«Hay que utilizar la presión para explicarle (a Francia) que tiene un conflicto con Euskal Herria. Sacudiendo los pilares económicos, organizativos y políticos. Profundizando en el marco de confrontación/denuncia de la política del Gobierno francés», recogía en las últimas horas la agencia Vasco Press. Eso es una prueba de que ETA se siente acomplejada en cuanto cruza los Pirineos. Pretende ser tenida en la misma consideración y con el mismo respeto con el que el Ejecutivo Rodríguez les ha tratado aquí: de Estado a Estado. Sin pensar que la actitud del Gobierno español ha sido fruto de la inexperiencia de un presidente enfermo, ruin y aturdido, unido a la mala fe de ignorantes, violentos y pretenciosos asesores como Eguiguren, así como por la irresponsable inclinación de no se sabe qué prebendas pendientes con la banda.
La estrategia de ETA se desautoriza por si sola, desde el momento en que la dan a conocer, lo que hace pensar que puede ser otra; pues si bien los objetivos de la banda evidencian una estupidez fuera de duda, también hay que reconocer que pecar de torpeza no es precisamente una de las características de la banda asesina. Saben de sus limitaciones y de su corto recorrido; una hoja de ruta que hoy no existiría de no ser por la mentirosa y despreciable actuación del presidente Rodríguez, promotor de ‘amamantar’ a la serpiente, negociar de Estado a Estado con ETA, regatear al Estado de Derecho y deslegitimar los sacrificios de ciudadanía.
La idea etarra de poner en duda permanente la política francesa de Sarkozy no va más allá de un brindis al sol. Algo así como si le da a la banda por presionar contra la política pesquera del Gobierno gallego, por poner un ejemplo. Nadie se daría por aludido. Del mismo modo que nadie se tomará en serio lo que ellos llaman “institucionalización de Ipar Euskal Herria”, en un intento de crear y dar permanencia a una institución política para ese territorio que permita la unificación del territorio vasco español y francés.
España y Francia son dos naciones libres e independientes. Las acometidas de la banda deben ser interpretadas como la actitud del niño que rompe cristales de casa ajena. Bien es verdad que la banda carece de la inocencia del niño y adolece de la bandera de la muerte, la violencia y la extorsión. Por eso la salida al conflicto que supone ETA no pasa por la negociación y sí por una quíntuple fórmula: la rendición incondicional de la banda asesina, la entrega de las armas, el cumplimiento íntegro de las penas, la aplicación de una nueva política penitenciaria que suponga el alejamiento permanente de los presos y la suspensión de ayudas o subvenciones al entorno de los verdugos.
Cuando la fórmula se conoce, el problema tiene fácil solución. El inconveniente surge cuando alguien la pone en duda y, en vez de aplicarla al problema conocido, se aventura en aplicarla allí donde no debe. En ese caso, el problema sigue siendo problema y la solución permanece a la espera. El presidente Rodríguez ha gastado más energías en hablar del problema de ETA que en afrontarlo. Hoy es una prueba que quien juega con serpientes no suele acabar bien el juego y es que, cuando hable GARA, Rodríguez tendrá que callar o, como poco, mentir.