Nunca hemos entendido los regalos del presidente a Batasuna y al entorno etarra. La aceptación y el beneplácito de José Luís Rodríguez Zapatero a la entrevista entre el líder del PSE-PSOE y el de Batasuna fue una prueba de asesoramiento ineficaz y trasnochado. Por otra parte, ha llamado la atención la coincidencia de fechas: reunión con el entorno de ETA y regreso a la judicatura del mal llamado “juez estrella”.
Ese regreso ha generado expectación y preocupación. Es un error vulgar buscar el aplauso cuando de terrorismo se trata. En las democracias serias, la Justicia no pierde el tiempo, y mucho menos la razón, atendiendo al clima social y a la situación política. En mis años de Facultad me enseñaron que la Justicia ha de ser, en todo momento, garante del Estado de Derecho y lo demás son gaitas marineras, ganas de incordiar y afán de alcanzar extraños y personales objetivos.
Cuando se hable de la seriedad de la Justicia, el ciudadano recordará actuaciones como las que hemos presenciado con Grande-Marlaska. Otras formas de trabajo quedarán en la anécdota y posiblemente para el chiste vespertino de taberna. Mientras que el Gobierno encuentra aliados y cooperadores cercanos a la banda etarra, con la seriedad del estilo laboral de Grande-MarlasKa el ciudadano se siente protegido. Se ha ganado el reconocimiento social y ha inyectado seguridad donde reinaba angustia y preocupación.
Existe la sensación de que la Justicia se ha quitado la venda y mira de reojo a la política. Nadie esconde ya la bandera de la sospecha, gana terreno la inseguridad general y pierde la seguridad ciudadana. Flaco favor el que han hecho a la sociedad dos miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Ni siquiera el “juez estrella” suele estar seguro de sus resoluciones, por cuanto amenaza con tirar la piedra, pero sin soltarla de la mano. Algo así como “que me miren, pero que no me vean”.
Todos sabemos que para los gustos se hicieron los colores. Grande-Marlaska, refrendado por una impecable actividad y actuación judicial, deja “tan buen sabor de boca” que el ciudadano está convencido de que la aplicación de la ley sí es posible en toda su magnitud. A pesar del Gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero, de la banda terrorista, de su entorno y de quienes colaboran con ellos para facilitarles el camino, Montesquieu no corre peligro y eso es un alivio.