ETA mata, nunca pregunta

prd4.JPG Jesús Salamanca Alonso

No sé en qué estaría pensando Arnaldo Otegi al afirmar que las amenazas de ETA “restan credibilidad” al alto el fuego. ¿Será que su paranoia le hace pensar que está aún dentro del esperpéntico ‘proceso’? Empieza a estar asustado ante sus cercanas comparecencias judiciales, como así lo ha manifestado a su entorno.

Hay que reconocerle sus intentos por conseguir que ETA mantuviera el alto el fuego; aunque lo haya hecho por puro y simple egoísmo. Pero que nadie se llame a engaño: bajo ningún concepto era el “príncipe de la paz”, como parecía pensar el presidente Rodríguez Zapatero. En su eterna morada, don Manuel de Godoy y Álvarez de Faria, seguirá siendo el titular de tal reconocimiento, pero con mayúsculas.

Otegi está perdiendo el sitio, mientras que la sombra de Barrena es cada vez más amplia y alargada. ETA no está acostumbrada a que Batasuna malinterprete, rechace, confunda o discrepe de sus mensajes. Por eso las rectificaciones de Pernando Barrena ponen a su camarada, Arnaldo Otegi, en una difícil tesitura y éste no debería olvidar que ETA se ha rearmado por ‘obra y gracia’ del presidente del Gobierno de España, así como ha captado nuevos mercenarios.

Siempre se ha dicho que quien tiene las armas en la organización asesina, goza del mando y del poder. La disidencia en el mundillo abertzale se paga cara y cercana en el tiempo. La historia de ETA demuestra que, tras un acto de disidencia, unos han sido apartados, vejados y olvidados en el mejor de los casos. Otros, por el contrario, dejaron de hacer guardia a los luceros y de alumbrar vericuetos de la banda; simple y llanamente ‘crían malvas’. ¿Alguien en ETA o en el mundo abertzale se acuerda hoy de Dolores Zataraín, salvo para ser denostada?

Otegi ha jugado con fuego, al igual que lo ha hecho Jesús Eguiguren. Ambos pueden haber jugado y perdido su última baza política. Nadie como Otegi sabe a qué se arriesga; peor aún si llega a encabezar el alejamiento del sector más moderado de la ilegalizada formación.

ETA está dividida, muy dividida. Y en eso se basaban muchos de los temores del Gobierno central. Tanto en la calle, como entre quienes cumplen condena penitenciaria, muchas esperanzas se han frustrado. Los presos de la banda seguirán siendo iconos, pero solo mientras estén en la cárcel.

Confusión y escisión son dos conceptos que acompañan al mundillo de Batasuna y Alkartasuna. Lo niegan en público y lo sufren en privado. Arnaldo Otegi pierde. Gana Pernando Barrena. Y Joseba Permach, disimula lo que para él no es indiferente. En medio de esa ceremonia, se asume que ETA mata y no pregunta.

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