Con las declaraciones del 29 de diciembre, Zapatero ha atraído a los viejos fantasmas. Solo le faltó decir: “¡Ahí queda eso!”. No es sorprendente ver cómo ‘las cañas se vuelven lanzas’ cuando alguien abusa de la chulería burlesca o se vanagloria sin mérito y razón. En cierto modo me recordó el paseíllo del ex presidente Aznar, en su última sesión en el Congreso de los Diputados, mirando al tendido, cual espada que acabara de redondear faena.
Preocupado y no menos asustado ha anunciado públicamente “que ha ordenado suspender todas las iniciativas encaminadas a establecer un diálogo con ETA”. A buenas horas, mangas verdes, que diría un castizo. Podíamos habernos evitado estos caminos vacíos por los que hemos transitado junto al presidente, mal asesorado y peor informado sobre la banda y sus últimos pasos. Da la impresión que el presidente vive en otra galaxia: ¿Cómo puede ver bondad en ETA, mientras los demás no vemos más que muerte, dolor, violencia, angustia y odio? Mayor ridículo será difícil que lo vuelva a hacer; por tanto, todo de una vez.
Este cariñoso ‘Bambi’ no ve los peligros que le vienen acechando desde hace tiempo; incluso se permite decir en voz alta que “los asesinatos terroristas son accidentes mortales”. Ahí es nada. Y no es la primera vez que lo dice en público. Hasta sus asesores se han llevado las manos a la cabeza: ¡Pobre Moraleda, con lo bien que estaba en Palencia contando chistes en la Calle Mayor! Algunos ya empiezan como en los años del GAL, época ominosa del ‘tardofelipismo’.
Rodríguez Zapatero ha puestos excesivas esperanzas en ETA. Le van a amargar la legislatura, por incauto. Enero será un calvario para el Gobierno por la violencia callejera, la incitación a recomponer la ‘amistad’ con ETA y las extrañas ‘manifas’ que programan. Zapatero parece no ser consciente que si ETA quiere matar, mata. La ruleta de la banda está loca en este momento. No hay control. Pero, tal vez, lo principal es intentar adivinar si estamos en un proceso de escalada violenta y de atentados escalonados. ¿Lo peor puede estar por llegar? El Gobierno debe ‘aprender a aprender’ de nuevo.
Todo apunta a que el Gobierno carece ahora mismo de confidentes en la banda. Los últimos cometieron estrepitosos errores, hasta el punto que si les contaban el cuento de ‘caperucita’, iban y se lo contaban a los Servicios de Inteligencia del Estado (sobre ese tipo de inteligencia habría mucho que debatir, aunque hoy lo dejamos así); pero lo hacían como si fuese original y de primera mano. ¡Cuánto echan de menos el entusiasmo y la habilidad de gente como Mikel Lejarza Eguía y su ‘loba’, Edurne!
Lo que para Zapatero era un apacible teatro de sueños, se ha convertido en un despertar brusco, peligroso y vengativo. Pero él solito ha llegado hasta ahí; todo su mérito se basa en la torpeza, la sordera, la presunción y, que nadie lo dude, unas malas, muy malas compañías de aduladores. Los resultados a la vista están, a pesar de las negras efigies especializadas en el insulto, el odio, la ignorancia y el improperio incontrolado.