Archivos por etiqueta: Ander Izagirre

Morir sobre la bicicleta

La muerte de Wouter Weylandt en la etapa de ayer del Giro de Italia me dejó helado. Siempre que muere un ciclista en la carretera un sudor frío me recorre el cuerpo, una sensación que tuve por primera vez al ver el rostro ensangrentado de Jaime Salvá después de una monstruosa caída en la Vuelta a España de 1985, provocada por el cruce inoportuno de un perro. Aunque Salvá pudo contarlo gracias a la intervención milagrosa del doctor Astorqui. Otros no tuvieron tanta suerte, como Fabio Casartelli diez años después, o Weylandt ayer mismo.

De la nada, mi amigo y colega César López, con quien comparto la afición a este deporte y al que regalé el mejor libro de ciclismo que he leído, me escribió este correo, que podría ser un relato:

Coincidencia o no.

Hoy iba a salir a montar. Se me jodieron dos neumáticos (uno por defecto de fábrica después de 30 millas y el otro por defecto del montallantas a la hora de instalarlo, lo piqué con las pinzas).

Antes de poner el tercero… desistí. Cambié el calor de la calle por la comodidad del sofá de mi sala y, cuando buscaba la repetición de la tercera etapa del Giro, me encuentro con la muerte del belga Wouter Weylandt.

Día de luto para el ciclismo… el pelotón no correrá.

Para hablar de redes sociales… hay que quitarse las arrobas

Estoy en Miami a punto de abordar el avión que me llevará de vuelta a casa en Atlanta después de asistir al Congreso iRedes en Burgos. Allí tuve el honor de participar  en una mesa redonda sobre creación de contenidos en redes sociales. Gracias Leandro por invitarme y felicidades por la impecable organización.

Quiero hacer algunas reflexiones sobre lo que fue el congreso, pero tengo el cerebro tan frito por las pocas horas de sueño de los últimos días que me tienta escribir un tweet de resumen y a correr. Sin embargo, creo que vale la pena exprimir la última gota de energía de mis neuronas para redactar algo más pensado, como pide Ander en su entrada sobre iRedes.

En los dos días de ponencias y charlas en Burgos, debatimos sobre el papel y la importancia de las redes sociales, un fenómeno de tan rápido crecimiento que puede llevarnos a pensar que en las redes está la solución a todos los males del mundo, algo que José Luis Orihuela rechazó muy atinadamente en sus conclusiones del Congreso.

Para mí, la gran epifanía fue que para hablar de redes sociales tuvimos que juntarnos físicamente en un lugar, tener encuentros cara a cara para quitarnos las arrobas y ponernos rostros unos a otros, conversar, echar risas, intercambiar experiencias, beber gin tonics, dar paseos, sentarnos a tomar café, y, por supuesto, comer morcillas.

En Burgos pude conocer a muchas personas que hasta ahora  no eran más que «followers» con avatar. Y he de decir que todos mejoramos en carne y hueso. Podremos tuitear, bloguear, actualizar nuestros estatus en Facebook y hacer checkins en FourSquare. Pero nada sustituye al trato personal, en el que nos entregamos a los demás de una forma que las redes sociales jamás podrán lograr.

Mucha gente siguió el congreso vía «streaming«, y seguro que hasta tomaron notas, y tuitearon a mansalva, y aprendieron mucho. Pero sólo los que compartieron mesa con Pacotto, Nacho, Ander, Ramón, Jpunto, Mancini, Nicole, Antonio y Raquel pudieron disfrutar el momento mágico en el que, al llegar las bandejas de cordero asado a la mesa, en la cena del jueves, y después de una animada conversación, se hizo un silencio sepulcral.

Todos estaban arrobados, enredando con los tenedores y los cuchillos, virtualmente poseídos, royendo los huesos con auténtico virtuosismo 2.0. Entonces Jpunto observó: «Os habéis quedado mudos con el lechazo (cordero)». Sin parpadear, Ander y Pacotto alzaron la vista y, al unísono, en perfecta sincronía, exclamaron: «El silencio de los corderos«. Las carcajadas subsecuentes fueron homéricas.

Para mí, eso valió todo el Congreso, y sin embargo nadie lo tuiteó, ni lo retuiteó, ni fue facebookeado. Nadie sacó un teléfono para fotografiar el momento y subirlo a Flickr o Instagram. Simplemente lo vivimos. Que un tweet nunca nos arruine el disfrutar de un buen momento.

Periodismo con botas

El inconmensurable (cómo me gusta ese adjetivo) Ander Izagirre acaba de relanzar su blog. Vespaña dio paso a A topa tolondro 1, y luego a A topa tolondro 2. Como el nombre era muy difícil y atolondrado, ahora se llama Periodismo con botas. Mi pregunta es: lo de con botas, ¿se refiere al calzado, porque a partir de ahora va a escribir con los pies? ¿o es que va a utilizar botas de vino para inspirar su creación literaria y periodística? ¿o va a empezar a escribir sobre gastronomía y de ahí lo de con botas (con bota de manzana, con bota de pera)? ¿O lo va a escribir conjuntamente con familiares del ex presidente de Sudáfrica?

Allendegui causa conmoción en Egipto

Protestas en Egipto

Protestas en Egipto (Foto de Al Jazeera)

Cuando uno escribe en un post, es difícil predecir las consecuencias que puede llegar a tener. Hace tres días publicaba una entrada sobre los orígenes de Twitter en el Antiguo Egipto y hoy se montó la gorda: el viernes de la ira en El Cairo. Ander me alertó esta mañana.

Ha sido revelar el twitter faraónico y suspenderse inmediatamente Internet en Egipto… ¡Allendegui hace temblar a los déspotas árabes!

Pido mil disculpas a todos los afectados y prometo no volver a hacerlo. ¡Si es que es mejor no abrir la boca!

Ya está disponible la nueva güisquipedia

(Foto de Snapsi)

Como había prometido en un comentario en A Topa Tolondro, creé a sugerencia de Ander la Güisquipedia, que él mismo define como un diccionario cuyas

definiciones procuran incluir los nuevos sentidos que se ocultan en la palabra pero también el sentido original.

Para verlo con un ejemplo del ramillete anterior:

Carcajada: señora anticuada y gastada (carca ajada) que sin embargo no para de reírse (carcajada).

La página es un wiki, así que cualquiera puede aportar sus definiciones, siempre y cuando sean originales y no copiadas de alguna cadena de e-mails. El objetivo es ver hasta dónde podemos llevar nuestra creatividad, no plagiar la de otros. Después de cada definición que pongáis os recomiendo incluir vuestro nombre con un link a vuestro blog, email o identidad en la red, para que se reconozca vuestro mérito.

Ya he incluido algunas de las que publicó Ander tanto en su lejano arranque como en su entrada más reciente, así como las aportaciones de sus lectores en los comentarios. Para añadir vuestras contribuciones no tenéis más que ir a la página de la letra del abecedario correspondiente, hacer click en «Edit» e incluirla. Todo vuestro.

PD: Originalmente Ander la bautizó como Whiskipedia, pero ya existía esa página de Internet, así que la traduje al castizo.

El bloguero y el mal de la toalla

(Foto de Mr. Freshtags)

Escribir y mantener un blog es como caminar por el desierto. Nunca he caminado por un desierto, pero me lo imagino. Uno empieza con entusiasmo, pero llega un momento en que el agua escasea, el calor aprieta y lo único que quieres es salir de ahí como sea.

A los blogueros nos pasa lo mismo. Con la presión de escribir cotidianamente, un buen día nos hartamos y nos dan ganas de clausurar el blog, de tirar la toalla. Por eso llamo a este mal, el «mal de la toalla».

Entonces colgamos un post en el que anunciamos nuestra despedida de la red, y luego los lectores, muchos o pocos, según el caso, se asustan, y nos ponen unos comentarios que nos alientan a seguir. Y seguimos. Y así superamos muchas etapas de aridez.

Yo lo sufrí en carne propia, pero lo superé gracias a las arengas de algunos lectores. J. también contrajo este mal y quiso enterrar su Canódromo, pero se soprepuso merced a un gol de penalti en el Trofeo Santiago Bernabéu. Ayer fue Ander el que cayó víctima del mal de la toalla, pero José Mari Yurrebaso salió al quite y, de momento, podremos seguir disfrutando de A topa Tolondro.

Todos los días hay un bloguero en apuros que necesita tu ayuda. Como hemos visto en estos ejemplos, el «mal de la toalla» tiene cura: un buen alegato de un lector (hale, gato, ¿os suena?) o una anécdota con sustancia. De los dos, yo me quedo con éste último remedio.

Una buena anécdota es lo que necesita un bloguero en crisis para salir a flote. Es como un crédito de banco que te permite coger carrerilla y tirar p’alante. Así que lectores, haced acopio de buenas anécdotas, guardadlas en un saquito, y cuando veáis a un bloguero en crisis, administrádselas, una cada 24 horas, para que pueda sacar adelante su bitácora.

Flashback a 1984 en la etapa del Mount Ventoux

Este año no he podido seguir muy de cerca el Tour de Francia. He visto pocas etapas, aunque las que he visto, han valido la pena. Y tampoco he leído mucho al respecto, pero lo poco que leído ha sido muy deleitoso, a través de los posts de Ander.

Hoy me instalé en el sillón para ver la última etapa que podía desbarajustar la clasificación general. Final en Mount Ventoux, la montaña pelada. Un puerto mitológico. Escenario perfecto para el último gran drama del Tour. Contador, el titán de toda la carrera, estuvo donde tenía que estar. No hubo sorpresas. La carne se ponía de gallina al verlo pedalear con esa soltura trepando como ardilla rampas que desriñonan, rodeado por miles de aficionados jaleando a los ciclistas con una intensidad que nunca había visto en esa cumbre. El contraste de una montaña sin árboles con gente enarbolando banderas.

El que sí me sorprendió fue Lance Armstrong, que resucitó de sus cenizas después de cuatro años retirado y con casi 38 tacos a la espalda, y que, salvo tragedia, se subirá al podio de París. Me pregunto qué habría pasado si no se hubiera fracturado la clavícula en la Vuelta a Castilla y León en marzo. El año que viene volverá a competir, en un equipo nuevo, y con nuevas aspiraciones. ¿Podrá ganar el Tour 2010? Parecería misión imposible a su edad, pero esas proezas sólo están al alcance de astronautas como Armstrong… yo, por si acaso, no me juego más que una palmera de chocolate.

Pero bueno, todo esto no es de lo que quería escribir en este post, sino del flashback que tuve al ver al grupo de corredores escapados antes de la ascensión al Ventoux. La cámara de una de las motos se enfocaba en los fugados. Uno a uno iban cruzando por la lente hasta que reparé en uno de ellos, el 198…¡con el maillot del Skil!*

Por un momento, me pareció que la pantalla se emborronaba y el holandés Albert Timmer se transformaba en Eric Caritoux, pedaleando en la Vuelta a España de 1984, corriendo con el Skil-Reydel. Recuerdo mi frustración aquel año, cuando un francés con cara estirada le ganaba la Vuelta a Alberto Fernández por seis segundos insuperables (entonces Marino Lejarreta corría en el Alfa Lum, Giusseppe Saroni en el Del Tongo, el equipo de las trampas, Dietzen en el Teka y Moser y de Vlaemicnk en mi querida Gis-Tuc, entre otros).

Un año después, otro histórico, Sean Kelly, también con los colores del Skil, ganaba el verde de la regularidad en el Tour. Luego, Skil, una empresa de herramientas eléctricas, desapareció del pelotón… hasta que hoy lo vi reaparecer, quince años después, en las esquilmadas lomas del Mount Ventoux.

*Como queda demostrado no he seguido muy de cerca el Tour que ahora me doy cuenta de la existencia de la reencarnación del Skil.

Lo que cuesta hacer buen periodismo

FOTO DE SEAN HAWKEY
FOTO DE SEAN HAWKEY

Internet ha revolucionado el periodismo. Pocos lo pueden poner en duda. La red permite hacer cosas que años atrás sólo podían soñarse. Pero también ha contribuido a infravalorar los contenidos. Nos ha puesto tanta información gratis al alcance de la mano que nos hemos empachado.  Nos hemos acostumbrado a la abundancia y por eso hemos perdido la capacidad de saborear lo bueno, de degustar el periodismo gourmet. Todo nos parece igual, una noticia de agencia que un reportaje trabajado, porque todo se consigue gratis.

Y por ello también se subestima la labor del periodista, al que sólo se le pide ser un mero «cortador y pegador». Se pierde la noción del reporterismo y la información de calidad, sembrada, arada y cultivada, cosechada después de mucho trabajo. Por eso, me reconforta leer que algunos lo siguen haciendo a pesar de los pesares, como recoge Romenesko en su blog citando la conferencia del editor de la revista del New York Times, Gerald Marzorati, ante un grupo de colegas.

«Permítanme terminar la idea diciendo lo que se necesita de un redactor que escribe artículos más largos para una revista. Siempre, siempre se necesita una enorme  cantidad de reporterismo. Semanas y semanas de reporterismo. Pasar horas con el protagonista de tu artículo, con la esperanza de que surja una escena que por el lugar o el diálogo nos revele quién es ese sujeto. Ir a todo tipo de sitios, esperando que en ese viaje encontremos drama y significado. Recrear minuciosamente un momento, como el del tsunami, a través de cientos de entrevistas. Es duro, todo esto es reporterismo. Las semanas, los meses. Y todo este tiempo, por supuesto, cuesta dinero. Una historia de portada de la revista del Times, sumando lo que se le paga al autor y los gastos de viaje, sin contar la edición, la verificación de datos y la fotografía, suma más de 40.000 dólares, y si es en zona de guerra mucho más. ¿Todavía tenemos el tiempo para hacer estos reportajes y leerlos? ¿Tendremos el dinero? ¿Y si el lector, es un lector de Internet, que no paga nada, quién se va a hacer cargo de las cuentas?»

No sé responder a esas preguntas porque no soy un gurú, pero he constatado con ejemplos cercanos este buen hacer periodístico, como nos contaban hace unos días en Huesca el periodista destajista Ander Izagirre, para el que un post como éste no es más «que el primer grumo de un posible reportaje»  o el corresponsal de guerra David Beriain, que estuvo «tres meses en Colombia sin escribir una sola línea» hasta que pudo llegar al corazón de la selva y pasar 10 días con las FARC.

Hacer buen periodismo cuesta, pero vale lo que cuesta. Y si lo perdemos, nos costará más caro.

PD: Con estas dos últimas entradas cumplo mi cuota anual de posts serios.

Siempre en pie de guerra

FOTO GUARDIA NACIONAL DE COLORADO
FOTO GUARDIA NACIONAL DE COLORADO

Artajona es un pueblo de Navarra que se distingue por ser uno de los lugares del mundo con mayor densidad de corresponsales de guerra, con aproximadamente uno por cada 1.700 habitantes.

Tuve la suerte de conocer a uno de ellos, David Beriain, en el Congreso Nacional de Periodismo Digital de Huesca, donde le concedieron el premio José Manuel Porquet. ¿Y por quét se lo dieron? Pues, entre otras cosas, por pasarse «Diez días con las FARC» en plena selva colombiana y publicar un material espectacular en su blog «En pie de guerra».

Pero David no sólo se desenvuelve bien en territorio selvático. También se le ha subido a las barbas de los Talibán, en Afganistán, y estuvo embebido* con las tropas estadounidenses en Iraq, en situaciones que harían vomitar a una cabra.

Después de Huesca, nos vimos en la Plaza del Castillo de Pamplona, donde me habló de sus planes de futuro y me pidió que le pasara las fotos (1, 2, 3 y 4) que saqué durante su mesa redonda en el Congreso de Huesca, titulada el periodista empresa, en la que compartió estrado con Sergio Caro y Ander Izagirre. Este post me sirve para cumplir la promesa.

*En español, existe el verbo embeber con el mismo significado que el «embedded» del inglés, y me gusta más que empotrado.

Pandeadas y pedaladas

Dos edificios pandeados en la Calle San Miguel de Pamplona.

Los días en Pamplona pasaron fugazmente pero estuvieron llenos de emotivos reencuentros, como el que tuve con Nerea y Ander. A Nerea no la veía desde hacía más de diez años. A Ander (excluyendo los breves momentos de Huesca), desde hacía más de 30.

Quedamos en el García, un bar tradicional del Casco Antiguo de Pamplona. Antes de entrar, Ander me explicó que ahora los dueños son chinos, y aunque mantienen el menú de siempre (bocadillos gigantescos de productos de la tierra), osaron reemplazar un póster gigante del mítico pelotari Julián Retegi por un calendario chino. Un sacrilegio.

Después de ponernos al día (aunque ya era de noche), paseamos un rato por las calles de la parte vieja. En el cruce entre San Antón y San Miguel, Ander se detuvo entre las dos paredes que limitaban el callejón y me dijo:

– ¿Te has fijado que estas dos paredes están torcidas, que se van acercando? Están pandeadas. Esa palabra me la explicó un arquitecto justo en este sitio.

A mí también, justo en ese sitio, un periodista me explicó lo que signifca «pandear«. Muchas gracias, Pander.

Por cierto, aprovecho para recomendar encarecidamente (ahora que hay crisis todo se encarece) uno de los libros de Ander: «Plomo en los Bolsillos«. Tuve la suerte de que me lo regalara en Huesca y me lo leí literalmente de una sentada… sentado en el avión de vuelta a Atlanta.

Mi breve reseña llega quizás fuera de control (el libro se publicó en 2005), pero más vale tarde que nunca porque el libro no sólo deleita a los amantes del ciclismo sino a todo aquel que disfruta la buena lectura. Todo está tan bien contado que leerlo es como ver las mejores etapas del Tour de Francia. El libro rueda bien en todos los terrenos. Tiene momentos dramáticos, como el magistral relato de las últimas 40 pedaladas de Tom Simpson; episodios emotivos, como el duelo entre Fausto Coppi y Gino Bartali en el Izoard; historias que dejan con un nudo en la garganta, como los paseos de Bartali por la Toscana ayudando a salvar vidas de judíos; y por supuesto humor de categoría especial.

Además es un libro paradójico. Primero porque aunque el título habla de plomo, de plomo no tiene nada; y segundo porque mientras que todos los ciclistas quieren llegar a la meta lo antes posible, cuando uno lee «Plomo en los Bolsillos» no quiere que se termine nunca.

PD: Si después de esta reseña no os aguantáis las ganas de demarrar y leer aunque sea unos fragmentos del libro, Ander publicó algunos en Internet, como «Ojalá nunca hubiera ganado el Tour» u «Ocaña contra Merckx, contra los Alpes, contra Ocaña«.