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Si Stanislavski levantara la cabeza

 

Foto de Marcin Biodrowski (http://www.flickr.com/photos/marcin_b/3104881461/)

Un jugador simula una falta durante el partido de semifinales de la Copa América entre Venezuela y Paraguay. El ex delantero del Real Madrid Hugo Sánchez, que comenta los partidos para la cadena Univisión, se refiere a la maniobra como «teatral». Y éste es el diálogo que sigue entre los comentaristas:

– Sí, sí, el manual de Stanislavski que todo futbolista tiene como manual de cabecera -dice uno de los locutores, haciendo un alarde de conocimiento dramatúrgico.

– El manual ¿de quién?, responde otro comentarista, completamente desorientado.

– ¿Qué es eso?, contesta Hugo.

El erudito periodista aclara:

– ¡De Stanislavski!, aquel de la actuación, el manual de la actuación, dice vagamente, con cierta inseguridad. Da la impresión de que hasta ahí llegan sus conocimientos sobre el bueno de Constantin.

Y aquí, la perla de Hugo Sánchez

– Suena como el nombre de un medicamento para la tos, para la garganta.

«Rubalenguas» políticos o la importancia de repetir, repetir

Alfredo Pérez Rubalcaba

Alfredo Pérez Rubalcaba (foto de Federación Socialista Asturiana)

Cada vez estoy más convencido de que los políticos hablan para que no los escuchemos. Por eso hablan tanto, para abrumarnos, para aturullarnos de tal manera que ya no pongamos atención a lo que dicen y entonces tengan libertad para decir lo que quieran sin que nadie los fiscalice.

Ayer por ejemplo, escuchaba hablar a un vicepresidente de gobierno, al que daré un nombre ficticio para efectos de este blog: Alfredo Pérez Rubalcaba. Se refería al acuerdo entre el gobierno y los empresarios y sindicatos sobre una reforma de pensiones en un país que no mencionaré (España). Estas son algunas de las perlas que rescaté para vuestro deleite:

El acuerdo supone un depósito de confianza para la economía española, aumenta la confianza, dentro y fuera de nuestro país, es decir que al final hay una ventaja enorme para nuestra economía, saben ustedes que la confianza es importante, aumenta la confianza, da confianza, nos aumenta la confianza, a los españoles en su conjunto y también hacia la economía fuera de nuestro país.

Y finalmente el valor del consenso, me han oído ustedes repetir hasta la saciedad en esta mesa que las reformas con consenso son muchísimo mejores, porque el consenso garantiza la aplicación de las reformas, una reforma consensuada es una reforma digamos que en principio tiene todos los elementos para que salga bien. Eso no quiere decir que a veces no haya que hacerlas sin consenso y también salen bien, pero en fin, incorporar a la gente que tiene que aplicar las reformas a las reformas es lo mejor que un gobierno puede hacer.

Objetivo del acuerdo, objetivo compartido: es impulsar nuestro sistema público de pensiones, fortalecerlo mejor, fortalecerlo, fortalecer nuestro sistema público de pensiones, ese es el objetivo que hemos alcanzado con este acuerdo: fortalecerlo. ¿Qué quiere decir fortalecerlo?

Entradas ¿sin final?

Foto de Larry Sión
Foto de Larry Sión

Dice J. que mis entradas muchas veces no tienen final. Que parece que «estabas escribiendo tranquilamente y te caíste por un precipicio… que no hay moraleja, ni perdices, como si te hubiese dado un latigazo, como quien pone un huevo y lo deja ahí tirado, como quien se carga el rosco de la fuente y huye». En realidad, no entiendo por qué lo dice. Siempre trato de

¿A dónde van los helados cuando se mueren?

Vía OddityCentral

Vía OddityCentral

Una de las empresas de alimentación más creativas que conozco es Ben&Jerry’s, una fabricante de helados fundada en Vermont, Estados Unidos, en 1978. Sus gurús heladeros sacan nuevos sabores todos los años (incluso tú mismo puedes sugerirlos), muchas veces en respuesta a fenómenos sociales, lo que los convierte practicamente en «editoriales comestibles».

Por ejemplo, en 2007 lanzaron el AmeriCone Dream, un helado de vainilla con trozos de barquillo, chocolate y caramelo inspirado en el comediante Stephen Colbert. Los ingresos por ventas, Colbert los destina a su fundación para los más desfavorecidos. O su icónico Cherry García, un helado de cereza con trozos de fruta y chocolate en homenaje al famoso guitarrista Jerry Garcia.

Pero con la misma creatividad con que Ben&Jerry’s concibe sus helados y los comercializa, también los deja de producir cuando no logran atraer el paladar de sus devotos seguidores. Y entonces, les da cristiana sepultura en un cementerio creado con ese fin. En este camposanto del helado yacen 200 sabores que fracasaron. Aunque la muerte en Ben&Jerry’s no es irremediable, y alguno de estos sabores podrían resucitar si suficiente gente los reclama en el sitio de la empresa en Internet.

(Vía OddityCentral)

10 razones por las que comer ostras

Si ayer escribía sobre las 10 cosas que más extrañaba de la era anterior a Internet, hoy recojo en este post los diez motivos por los que se debe comer ostras, según el bar-restaurante Hunt’s, de Panama City.

Por cierto, si alguna vez pasáis por este destino turístico de Florida, no dejéis de daros una vuelta por Hunt´s. No os arrepentiréis.

1. «Shuckin» (abrir una ostra) rima con algunos de nuestros verbos y adjetivos favoritos (supongo que se referirán a fu**ing, entre otros)

2. Las ostras te ayudan a salir del cascarón.

3. A veces puedes encontrar una perla.

4. Mejoran tu rendimiento.

5. Las ostras son húmedas y resbaladizas (un guiño al álbum de Bon Jovi Slippery when wet)

6. Te puedes freír (argot para emborrachar) junto con ellas.

7. Son la excusa perfecta para beber cerveza.

8. Las ostras saben mejor que el Viagra.

9. Tienen mala pinta, pero saben muy bien, ¿te suena? (a mí no, no sé a qué se refieren, si alguno lo sabe, que lo ponga en los comentarios, por favor)

10. Te obligan a aprender a tragar rápido.

Por cierto, en una de las paredes tenían colgado un papel con uno de los homenajes póstumos más bonitos que he leído, dedicado a un ex empleado fallecido: «Dios necesitaba a alguien que le abriera las ostras y a Tom le dieron el trabajo. Que en paz abra ostras».

¿Cómo conseguir un sonido más limpio en tus auriculares?

Foto de Josh Bancroft

Foto de Josh Bancroft

Me dice Catalina que encontró unos auriculares entre la ropa de la secadora. Antes de que termine la frase caigo en cuenta, consternado, de que son los que compré en el aeropuerto Schiphol de Amsterdam hace unos diez años mientras esperaba un vuelo de conexión rumbo a Madrid. Seguramente los olvidé en el bolsillo de algún pantalón. Ahora estaban lavados, centrifugados y secados. Me levanto rápidamente a recogerlos, como si fueran un cadáver. «10 años de servicio, truncados por el detergente y el agua, así de cruel es la vida». Los reviso, los palpo. Paradójicamente se sienten frescos, como nuevos. «Las apariencias engañan», pienso. «Seguro que por dentro están hechos cisco». Algo ansioso, los conecto a un reproductor de dvd portátil que está sobre la mesa del comedor. Me los pongo en la oreja. Aprieto «play». Suena la banda sonora. Gran alivio. Un sonido limpio, suavizado, casi higiénico. Los volveré a lavar dentro de 10 años.

¿Sirven para algo las fechas de caducidad de los alimentos?

«Eso son pataqueiradas (tonterías)», decía mi abuela Isolina cada vez que poníamos reparos a sus bocadillos de Nocilla argumentando fechas de caducidad expiradas, lo que sucedía a menudo porque ni ella misma sabía lo que escondía su gigantesca despensa.

Botes de Cola Cao, latas de conservas, cajas de galletas… hacinados en cada uno de los estantes del «comercio», como ella llamaba al lugar oscuro y húmedo donde almacenaba  los alimentos que compraba durante el año, preparándose para nuestra visita en el verano. Allí había suficiente comida para alimentar al ejército ruso durante el cerco a Stalingrado. Por eso, no era extraño que algún producto se quedara olvidado en el fondo de las estanterías, absorbido por algún misterioso agujero negro.

En una de las incursiones en el «comercio», el tío Verio encontró una lata de anchoas con fecha de caducidad de 1973, un dato completamente irrelevante de no ser porque estábamos en 1990. Para nosotros, aquella conserva era una auténtica pieza de arqueología alimentaria; para mi abuela, una oportunidad única de demostrar su teoría de que las fechas de caducidad eran un cuento chino.

Tratamos de arrebatarle la lata, pero todos los intentos fueron vanos. Inútil impedirlo. Sacó un abrelatas y con movimientos rápidos y nerviosos logró rescatar a las anchoas, que llevaban años apretadas como anchoas en una lata. Atónitos, presenciamos cómo se las iba comiendo una tras otra. Aquella noche pensamos que sería la última de la abuela, o que cuando menos amanecería con dolores de cólico nefrítico. Pero no fue así, se despertó como siempre, fresca como una rosa. «Ya veis, eso de la caducidad es un cuento chino».

Desde entonces, soy escéptico con las fechas de caducidad y siempre que viene a cuento narro la anécdota de la abuela Isolina y la lata de anchoas de 1973. Hoy la recordé al leer un post sobre cuánto tiempo después de caducar se pueden comer ciertos alimentos sin que sufra la salud. Por ejemplo:

Leche: Se puede beber hasta una semana después de caducar, aunque pierde sabor y valor nutritivo.

Mayonesa de bote: Puede durar hasta un mes después de caducar.

Yogur: se puede comer hasta 10 días después de su caducidad.

Huevos: Mientras estén bien refrigerados, pueden consumirse entre tres y cinco semanas después de que caduquen.

¿Alguna vez has comido bien caducadito? ¿Tuvo alguna repercusión en tu salud?

El «efecto cabréame», explotado en una campaña de marketing

Foto de Tora Tora Tora

Foto de Tora Tora Tora

Hace unos días contaba en este blog el súbito éxito que tuvo un un post gracias al «Efecto Menéame» y el subsiguiente fracaso de mi servicio de hosting para responder a la avalancha de lectores, que provocó la caída del servidor y lo que bauticé como «efecto cabréame» por la incapacidad de mi proveedor para solucionar mi problema.

Hoy descubro que el blog RedCoruna utiliza el término recién acuñado para promocionar una campaña de marketing:

Hay ocasiones en las que este súbito y momentáneo aumento del tráfico, conocido como ‘efecto menéame’ da paso a un ‘efecto cabréame’ si el servidor que aloja el proyecto no está configurado y optimizado para dar una respuesta rápida al aumento exponencial del número de accesos que se produce.

Para que este ‘efecto menéame’ sea un éxito en todos los aspectos, lo más importante es saber elegir el plan de alojamiento más adecuado a cada proyecto. En RedCoruna, además de orientarte en esta elección, combinamos medidas proactivas y reactivas que nos permiten evitar caídas del servicio.

Y lo mejor es el final:

Ya sea en televisión, en grandes portadas o en meneame.net, todo el mundo debería tener derecho a 15 minutos de gloria. Y en este caso, para que no se vean empañados por el hosting siempre puedes contar con RedCoruna, acudiremos inmediatamente al rescate. Y tú, ¿ya has vivido los tuyos?

¿Será esto el nuevo «efecto mercadéame«?

El comunismo es para flacos

(Foto de Dick Rochester)

Si hay un régimen que se preocupa por la salud de los ciudadanos es el comunismo. Leo en Foreign Policy que el gobierno chino retomó su política de ejercicios físicos obligatorios para todos. Cuando da la hora, todos los días millones de personas se ponen a hacer ocho minutos de flexiones y estiramientos para mantener sus cuerpos serranos. Por eso es un régimen.

Paradójicamente, esta sana costumbre se había interrumpido en 2007, un año de los Juegos Olímpicos de Beijing, para que la radio pudiera dedicar más tiempo a hablar de deporte. Pero todo eso ya pasó y ahora hay que bajar los kilos que se subieron en estos tres años de ociosidad. Antes muertos que rollizos, seguramente pensaría Mao al ver a sus súbditos engullendo arroz con los palillos. «¡Como esos palillos os quiero!», diría. (De hecho, la palabra comunismo se originó precisamente porque sus inventores querían que la gente se hiciera tan finita y delgadita «como un istmo»).

Pero eso de poner a tanta gente a hacer ejercicio tiene sus efectos secundarios. ¡Mil millones de personas quemando diariamente calorías! Eso sí que exacerba el calentamiento global. Supongo que con tanta gente sudando, la temperatura del planeta se eleva varios grados, se derriten los casquetes polares y varios pueblos costeros quedan sumergidos. Pero bueno, todo sea por la lozanía de los comunistas.

Cada vez nos eufemismamos más

Cuando era pequeño, recuerdo que en las señales se utilizaba la palabra «inválido». Luego se cambió a «minusválido», pero seguía sonando despectivo, así que se empezó a usar «discapacitado». En un afán de escrupuloso respeto (lingüístico, al menos), ahora la palabra se ha convertido en un sintagma, como se puede ver en la fotografía.