El Relatweet (3)

Capítulo 3

El aire y el bullicio de la calle le hicieron olvidar la nota de Susana. Además, el no haber tomado esas pastillas le hacía sentirse dueño de su destino. Y eso no le pasaba desde su adolescencia. Su primera novia. Su primer pelota. Su primer beso. Todo ya tan lejano. Ahora ya tenía un trabajo, una misión.

Seguía caminando, detallaba rostros, gestos, trataba de descifrar en ellos algún mensaje, necesitaba un cambio. Pero la que había decidido cambiar era Susana. Lo dejaba. Sin más. Diciendo que era mejor así. Pero él no pensaba dejarlo así, la iría a buscar. La tenía que encontrar y luego le diría la verdad.

Y de pronto, quedó en blanco ¿qué le diría?. No importa -pensó- mientras enfilaba sus pasos a casa de Amanda, la sempiterna amiga de Susana. No podía estar en otro lado. Divisó la casa de Amanda desde unos 100 metros. Se abrió la puerta y vio a Amanda y Susana despidiéndose con un beso en la boca que pondría los bellos de punta a cualquier adolescente asiduo usuario de porno lésbico. No quiso mirar más. Esa imagen quedaría grabada en sus retinas. Giró y volvió a su mundo. Necesitaba sus pastillas.

– ¿Será que justo hoy que he encontrado lo que tanto andaba buscando, pierda a la mujer que tanto amo?

Se odió a sí mismo, mientras evocaba los recuerdos de una amistad de su infancia vivida a orillas del mar. Ese mar que no veía desde el verano pasado y que tantas veces lo había salvado de naufragar en sus penas. Pensó en prender un cigarrillo, pero la escena le pareció tan común que se sintió patético mirándose desde fuera. Caminó por la orilla huyendo de su propio patetismo, intentando que no fuera su sombra, intentando que el mar lo salvara una vez más. Estaba enfurecido, tal y como estaba el mar el día que decidió irse de casa. Anocheció e intentó caminar sin rumbo, dirección, hasta que se dio cuenta de que al día siguiente empezaba en su nuevo trabajo y tendría que estar fresco.

Así que volvió a su casa, entró en la fría habitación, se enfundó en la sábana y se durmió. Esa noche no quería soñar. Pero Susana vino a visitarlo en sueños, tan reales, que despertó sintiéndose la mitad de lo que, hasta esa nota, había sido. Tenia que hacer algo y lo tenía que hacer ya. No importaba que mañana tuviese que ir a trabajar, no importaba nada más. Así que entró en su sueño y decidió enfrentarse a Susana y decirle lo que nunca se había atrevido en la vida real.

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