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¿Se inició el traspaso de poderes en el Partido Popular?
Mariano Rajoy confiesa su decepción tras el varapalo de ayer
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La travesía del desierto empezó ayer. Solo los más afines y menos objetivos vieron el ascenso de Mariano Rajoy. El mundo político y los analistas vieron la inconsistencia del falso líder de la derechona. Hoy empieza otra etapa, cuyo principal fin es encontrar, vía congreso extraordinario, un líder que aglutine fuerzas, como lo hizo Chemari Aznar en su momento.
La derecha se desmorona con Mariano Rajoy. El Partido Popular navega sin rumbo y sin horizonte. No se descarta que muchos partidos que emergen con fuerza recojan los cascos de ese muñeco roto que es el Partido Popular. El caos alumbra a lo que queda del partido de Mariano. Ni siquiera él ha sabido pedir perdón; más bien al contrario: se ha refugiado en la derechona que abandera Esperanza Aguirre, experta en lágrimas de cocodrilo. Pero, tal vez lo más triste, es que Esperanza se frota las manos pensando en heredar al gallego, cuya retranca se ha enquistado, propiciando la ruina y la desesperación de la ‘derecha mariana’.
Hoy el Partido Popular es un clan inmovilista con páginas de poder en alguna comunidad autónoma, pero sin perspectiva, ni futuro, ni líder, ni programa. Rajoy representa el fracaso ante los españoles más cerrados y menos reformistas. España no se merecía tan floja consistencia por parte de la derechona.
Los afiliados no han sabido asimilar el fracaso de su falso líder; aunque utilizan un mecanismo de compensación y, a la vez, de defensa para olvidar la negra noche del tres de marzo. Ha sido el inicio del fin. Ahora sí se pondrá de moda el concepto de ‘Maricomplejines’, con todos los deshonores para quienes engañaron y ningunearon a los ciudadanos tras un manto de engaño y falta de escrúpulos. Una derecha que ni siquiera ha sabido responder a la demanda de debates por parte de otras formaciones políticas (Léase el fracaso rotundo ante la ciudadanía y la cobardía del senador Abejón, de Valladolid). Al menos el PSOE ha dado explicaciones más o menos convincentes.
Ayer decíamos que la derecha yacía de cuerpo presente en el tanatorio de la vergüenza. Hoy no solo lo volvemos a repetir, sino que lo corroboramos, después de haber pasado todo el día hablando como afiliados y simpatizantes del PP. Ya nadie parece creer en Mariano Rajoy. Solo la vergüenza puede mantenerle al frente del Partido Popular. Y si no es solo la vergüenza, sino también el odio al socialismo, lo mejor es cerrar España hasta que haya un arrepentimiento de la parte tronante.
Muchos de sus compañeros de listas electorales no saben adónde meterse. Le han criticado hasta la extenuación. Y no han faltado quienes le han pedido que se marche en plena campaña electoral, sabedores de que el camino recorrido ha llegado al fin. Nadie, o casi nadie, tiene esperanzas de que la derechona de Rajoy y Aguirre toque poder.
Las miradas se vuelven a Alberto Ruiz-Gallardón. Además de ser quien menos responsabilidad tiene, sí es quien más adhesiones cuenta en este momento. Mañana, miércoles, hay una reunión de afiliados de PP para aupar a Alberto. No se puede permitir por más tiempo que Rajoy, Acebes y Zaplana de mofen de la afiliación y de los simpatizantes.
La derecha se desarma, se desmorona, llora y carece de defensa. Años pasarán hasta que las aguas vuelvan a su cauce. Solo la esperanza en Alberto deja ver un punto de luz en el futuro. El PP debe empezar por desembarazarse de sus ‘vacas sagradas’, contando al abuelete Manolo. A partir de ahí, rehabilitar el edificio de la ilusión con cimientos firmes; esos cimientos que han fallado estos últimos años por ignorancia de su líder, estupidez de sus asesores y venganza de las termitas que pululan en los aledaños del partido.
Nadie esperaba este fin tan temprano. El mayor dolor de la derecha es comprobar que un infeliz como el presidente Rodríguez ha acabado con la ilusión de once millones de españoles, a pesar de haber aumentado el paro en setecientas mil personas, haber negociado con ETA, demostrar que no hay programa, mentir a cada paso y esputar a la derecha en la cara de un ingrato como Rajoy, falto de asesores, nulo en coraje y trampeado por sus propios correligionarios.
Rajoy nunca entendió la sugerencia que le hicimos hace años sobre el pensamiento de Georgías. Se trataba de hacerle ver que la palabra es un tirano muy poderoso, capaz de realizar las obras más divinas, a pesar de ser el más simple e indivisible de los cuerpos. Descanse en paz el PP, pues a ello ha llegado por propio merecimiento.