La futurible ira contra la imposición

Benito Amilcare Andrea Mussolini. En la Plaza Loreto de Milán, los cadáveres (entre ellos el de Mussolini) fueron sometidos a toda clase de ultrajes por la muchedumbre.

Benito Amilcare Andrea Mussolini. En la Plaza Loreto de Milán, los cadáveres (entre ellos el de Mussolini) fueron sometidos a toda clase de ultrajes por la muchedumbre.

Por Ignacio Fernández Candela / En España gran parte de la población ha percibido la inexistencia de jueces imparciales y la desprotección de los inocentes ante lo criminal. Si alguien se tomara la Justicia por su mano no sería yo quien se sorprendiera y menos juzgara. Vivimos tiempos difíciles para la gente honrada y digna.

Antes de las instituciones se requería ejemplo, hoy en día no hay nada ejemplar y sí mucho de vergonzante. No hay justicia ni política que inspiren respeto sino temor y cuando se deja de temer algo se acaba confrontando con ello. El respeto es la única contención frente a la indignación que puede crear un brote de violencia mayor en la sociedad, pero el temor puede ser vencido y es entonces cuando no hay límites en la venganza buscando resarcirse de la ruina causada.

La política, con nombre y apellidos, es culpable de la tragedia de millones de ciudadanos. Está localizado el mal y si se decide erradicarlo será mediante esos métodos históricos nacidos de la ira de los pueblos sojuzgados que buscan su liberación por la fuerza.

En este país todo está al límite y no parece importar. ¿Hasta cuánto creen que se puede jugar con la vida de las personas sin que les pase factura? La fragmentación social contra los políticos es ya un hecho y los últimos acontecimientos podrían justificar para algunos una Justicia radical al margen de la Ley y el Orden. El odio de la sociedad contra los políticos que los dirigen con ligereza, irresponsablemente y con persecución permanente, está enraizado y podría suponer una gran convulsión social en el momento más inesperado y por cualquier detonante. Las paciencias están desbordadas y el rencor es visceral.

Estos necios del Partido Popular que nadie votó, van a conseguir que los ciudadanos de la derecha, la izquierda, los moderados, radicales y hasta los apolíticos, formen un solo frente contra el totalitarismo en ciernes. Una revolución espontánea dispuesta a reventar la presa que no podrá contener el odio acrecentado contra quienes privan de la libertad.

Los señoritos de la corrupción aún no se han enterado de lo harta que está la gente de imposiciones, presión y persecución contra la ciudadanía. Estos politicastros viven en una burbuja de aislamiento, inmunes a las tragedias de diario que provocan y se creen protegidos siendo más vulnerables de lo que se pueden imaginar. Sólo les separa de la la ira popular, la creencia equívoca de que no es posible que suceda. Un derramamiento de sangre puede surgir cuando la gente cree que ya no hay nada que perder.

Estos dictadores de tres al cuarto deberían abstenerse de manipular la libertad y la seguridad del individuo. Están gobernando al margen de un programa electoral con el que engañaron al pueblo que los votó. Esa traición se paga cara cuando revientan las paciencias.

Antes que ir a la cárcel por un delito no contemplado en casi 40 años de democracia, algunos pensarán que es preferible perpetrar un delito mayor por el que valga la pena ser privado de libertad. Al límite todo es posible, hasta el linchamiento público impelido por un pueblo más que indignado y harto de represión.

Históricamente comprobado. Mussolini iba de sobrado y acabó colgado junto a los suyos.

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