El acuerdo alcanzado entre la consejera de Hacienda de la Junta de Castilla y León y los sindicatos de la Comunidad no solo no deteriora el empleo sino que ni siquiera perjudica a los trabajadores. Precisamente, en el ámbito docente entendemos que la reducción de liberados sindicales tenía que haberse hecho antes; no obstante, ya que se hace con tanto retraso, debe ser bastante mayor de lo acordado y así se lo hemos manifestado a la consejera en la reunión de estos días.
La situación económica actual hace imprescindible renegociar un nuevo acuerdo de horas sindicales, con el fin de evitar daños colaterales. El gasto que supone el acuerdo existente ahora sonroja al más cuerdo. La rebaja de horas debe hacerse al menos de hasta un 72%, de la misma forma que los liberados sindicales han de reducirse en esa misma proporción.
La reducción de liberados sindicales que pretende la consejera de Hacienda (292) es una tomadura de pelo y un desprecio al contribuyente; tan solo supone un 30,74% de reducción. Y en cuanto a dinero ahorrado, apenas va a llegar a los 13 millones de euros. No precisamos representantes sindicales y menos aún si son liberados del sindicalismo de clase. Una vez que se lleve a cabo esa reducción, todavía quedarán liberadas 658 personas; eliminar también la liberación de esas 658 supondría, teniendo en cuenta que suele haber reposición de los efectivos liberados, un ahorro de algo más de 28 millones de euros. ¿Vamos a consentir en Castilla y León semejante agresión? ¿No pagamos ya suficientes impuestos? ¿Acaso no hay que cambiar la Constitución y modernizar la mal llamada “representación de los trabajadores”?
¿Qué han conseguido los liberados sindicales y los propios sindicatos, aparte de prebendas propias y para sus familiares? Nada de nada ¿Para qué queremos liberados sindicales? ¿Acaso van a los centros educativos y a las empresas a resolver los problemas de los trabajadores? En lo que se refiere al profesorado y a los centros educativos, tan solo atienden a los docentes aquellos sindicatos profesionales que carecen de prebendas del Estado o de la comunidad; es decir, los que no tienen ‘mamandurrias’ ni están apoltronados desde tiempo inmemorial (ANPE, STEs, ASPES…). Doy fe que los sindicatos de clase — más conocidos como el sindicalismo vertical unificado — solo acuden en vísperas electorales.
Cada liberado sindical genera un doble gasto: su sueldo, con todo lo que ello conlleva y, además, la necesidad de reponer a otra persona en su puesto de trabajo. Hay que conseguir que el Gobierno suspenda las ayudas a los sindicatos de clase, así como que esos se financien de las cuotas de sus afiliados. A ello hay que añadir la necesidad de hacer devolver a los sindicatos de clase los excesos del mal llamado “Patrimonio sindical” (verdadera forma de pagar favores y de corromper sindicalistas). Y si, además, conseguimos que sean los sindicatos quienes abonen la nómina de sus liberados habremos conseguido un hito social sin parangón que será la guinda del bienestar social. El ahorro para el Gobierno y para el contribuyente sería tal que se podrían mantener otras ayudas más necesarias que los sindicatos. Precisamente, ayudas que de momento están suspendidas temporalmente.
¡A trabajar, señores, que es lo que toca para levantar España! ¡Ya está bien de levantarse a las 11 de la mañana y llenar de gente el ‘burdel’ sindical a diario! Déjense de decir barbaridades sobre el neoliberalismo que, dicho sea de paso, es lo que nos sacará del caos generado por el denigrante, vulgar, caótico y embustero socialismo. Deberían aprender de la doctrina y del pensamiento de Goethe, en el sentido de tener claro que “obrar es fácil, pensar es difícil; obrar según se piensa es aún más difícil”.