La TV como síntoma

 
Puestos a recortar gastos, la más eficaz de las medicinas para el tratamiento de nuestra despilfarradora enfermedad económica nacional, habrá que hacerlo de donde haya, no de las hipótesis platónicas que suelen manejarse. Como decíamos, la Administración central del Estado acapara para sí el 20,9 por ciento del total de los gastos públicos. En las Autonomías hay algunas que, en el último quinquenio, han incrementado la masa salarial de sus funcionarios y empleados en más de un 50 por ciento y, para mayor escándalo, en un tiempo en el que las circunstancias han impuesto un número escaso, prácticamente simbólico, de transferencias. En más de una de las Comunidades, uno de cada tres empleados trabaja con cargo al Presupuesto. ¿Se puede hablar de algo que no sean drásticos recortes?
 
Las corporaciones locales, los Ayuntamientos, manejaron durante el pasado ejercicio el 13,6 por ciento del total de los gastos públicos, una proporción verdaderamente exigua si se tiene en cuenta que todos los españoles vivimos, realmente, en un municipio, mientras que las ideas autonómicas y nacionales nos resultan más abstractas y distantes. La Seguridad Social, con el 29,5 por ciento del gasto total del Estado, constituye, con la fuerza añadida de sus transferencias, el capítulo más grueso y significativo del de un 100 por cien que, ni en su conjunto ni en sus partes, podemos seguir soportando con los recursos disponibles.
 
El «plan B» que reclamaba, en previsión de que no funcione el A, Miguel Ángel Fernández Ordóñez es imprescindible. La deuda contraída por las Autonomías supera ya, solo en lo que se observa a primera vista, los 120.000 millones de euros. Una cifra que denuncia, a lo largo del último ejercicio, un incremento del 26 por ciento. La contemplación en el detalle es aún más pavorosa. Por ejemplo, la suma del déficit, sin contar la deuda acumulada, de las televisiones autonómicas alcanza los 1.500 millones de euros, la misma cantidad que el coste total de RTVE en el presente ejercicio. Añádasele al capítulo las televisiones y radios municipales, que existen aunque no están censadas, y tendremos a la vista la elefantiasis de un capítulo que, en el orden lógico de la demanda social, debiera ser menor y casi insignificante.
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