No es cierto que las Autonomías produzcan entusiasmo en los territorios en los que cunden los nacionalismos, tanto más cuanto más centrífugos sean estos, que en los más sosegadament
e españoles. Aparte de lo identitario —mucho ruido y pocas nueces—, las Autonomías en su imprevisto desarrollo presente han significado un modo de vida para cientos de miles de funcionarios y contratados sin concurso ni oposición y un nuevo estatus que satisface a la clase política de todas las circunscripciones. Ni en las Autonomías más españolas y menos ditirámbicas se observan movimientos de contención y, menos, de devolución al Estado de competencias que, quizás con precipitación, les han sido transferidas.