Las tesis empresariales se inclinan claramente por reconstruir el empleo y la situación de equilibrio, mientras los sindicatos de clase viven bien con la situación actual. Se han enfadado con el Gobierno porque ‘ha vuelto el rabo’, sabedor de que la crisis le aprisiona, le desgasta y le hunde, a lo que se une el hecho de tener el Gobierno más torpe de la democracia; en eso no ha desbarrado ‘Josemari’ Aznar.
Como de costumbre ‘no saben estar’. Sus gritos y aspavientos, mientras abandonan la mesa del diálogo social, ponen de manifiesto que los sindicatos de clase son unos inadaptados sociales en el momento que alguien les contradice. Trabajan a piñón fijo, sin planificación ni concierto y por eso siempre se dan el chapuzón en el albañal.
Sigan adelante con el diálogo social: es suficiente con el empresariado y el Gobierno. Al fin y al cabo, ¿qué aportan los sindicatos, además de incongruencia y falta de sentido común? ¿Alguien piensa que el diálogo social no es posible sin los sindicatos? ¿Quién cree ya en este tipo de organizaciones anquilosadas y desprestigiadas?