Archivo diario: 15 marzo, 2008

Mercadeo de Josu Erkoreka

Sobran sinvergüenzas en el territorio patrio. Hasta tal punto es así que entienden la política como un mercado. “Do ut des”. Algo así como el desprecio al principio de solidaridad interterritorial. Josu Erkoreka ha demostrado que la sinvergüencería puede convertirse en moneda de cambio.

No se da un paso si no hay contraprestación. Hace tiempo que el País Vasco – provincias vascongadas en Castilla y León, diga lo que diga la Carta Magna – se ha convertido en la vergüenza nacional, al no haber sabido frenar el problema vasco por excelencia: el terrorismo. Además de haberse dejado engatusar por el mismo: el PNV, por poner un ejemplo, ha pasado de ser un partido histórico a ser un conglomerado social histérico. Ha ridiculizado a su inspirador, Sabino Arana, al convertir la política en un mercado irrespirable. La idiotez es su bandera y la estupidez su diaria actitud. Después de muchos años estudiando y reflexionando sobre la mediocre filosofía de don sabino, uno no sabe si calificar de idiotez su pensamiento o simplemente como ridículo esperpento.

La paranoia existente en las tres provincias vascas ha llevado a España a convertirse en el hazmerreír europeo y mundial. Nunca tan pocos habían hecho tanto daño a la nación española. Sí, nación española, España, territorio nacional, como quieran llamarlo; pero España con mayúsculas, con “ñ” y con propia identidad. Cada vez son menos los que se acomplejan al decir que son parte de España, viven en España o son españoles. ¡Ya está bien de idioteces y de mediocridades! Hace tiempo que muchos españoles perdimos la vergüenza, el miedo y el complejo de enarbolar la bandera de España

¿Qué es eso que dices del mercado nacionalista, me preguntan mis alumnos y mis compañeros de la redacción? Pues vamos a aclararlo. Es fácil. Muy fácil de entender. Tan fácil como le ha resultado a Josu Erkoreka explicarlo. Según él, el PNV condiciona su apoyo a José Bono siempre que cuente con un puesto en las mesas del Senado y del Congreso. ¡Ya empiezan, coño! ¡Esta gente no da un paso gratis por España! ¡Hay que joder a España como sea, con razón o en plan cabrón!

La comparación de los cabestros le ha quedado que ni pintado. Yo creo que Josu Erkoreka no tiene muy claro qué son los cabestros. Ni siquiera puede pensar que él es un cabestro de la política desde la segunda legislatura de José María Aznar. Desconoce la interpretación pura y castellana del término. Son los cornudos. Son aquellos que no caben por la puerta de su casa y mucho menos por la del vecino. En una palabra: hablan; pero no saben si suben, bajan o estornudan. Sus leños son de envergadura y difícilmente reductibles. Resulta que, según su interpretación, los cabestros pueden campar a sus anchas, porque no hacen daño, mientras que los bravos deben estar acotados ante su inesperado arranque y daño. Le ha llamado “bravo” a José Bono; ínclito socialista de derechas, conservador como pocos y liberal desde hace muchos años; algo así como la ruina en casa del rico, después de haber saboreado las mieles del triunfo y salir por la puerta grande.

Josu Erkoreka ha interpretado la realidad al revés. Y eso le ha llevado a entender que José Bono no es el candidato idóneo. Ahora entendemos que el PNV no haya sido capaz de resolver el problema vasco. El partido que inspirara Sabino Arana va a contrapelo, abandera el analfabetismo nacionalista y sus objetivos nada tienen que ver con el progreso de España, sino contra el mismo.

Nunca entendió Sabino Arana que la libertad consiste en poder hacer todo lo que no daña al otro. Como tampoco asimiló la tolerancia en su sentido más amplio, de ahí que se le achaque no haber sabido reflexionar hasta entender que la tolerancia es la madre de la paz. Nunca la historiografía considerará a Arana como un hombre erudito o inteligente; desde el primer momento quiso trascender a la Historia, sin entender que las grandes revoluciones se programan e inician en los callejones sin salida, según Bertold Brecht.

“Bono hace que el precio de los apoyos sea más caro». Ahí radica el “quid” del cáncer nacionalista. El nacionalismo es el cáncer de la política española, y posiblemente no solo de la española. Miremos a Kosovo y al Este europeo, auténtico cáncer del actual desequilibrio económico y político, además de verdadera preocupación de la Unión Europea. El PNV cambia puestos en las mesas por ocasionales apoyos dialécticos, sin compromiso y sin deudas.

Chapucero como nadie, Erkoreka ha dicho que “hay que conformar un puzzle delicado, no sólo en las Mesas sino también en las comisiones». Las elecciones no parecen haber cambiado gran cosa. Estamos como estábamos o peor. Mientras no acabemos con el nacionalismo y la mediocre actitud independentista, barata y miserable como nada, seguiremos desandando el camino una y otra vez. El nacionalismo es incomprensión, odio, rentabilidad, insolidaridad, vergüenza, analfabetismo, atraso, paso atrás e interés egoísta.

¿Qué es eso del apoyo caro o barato? Sencillamente explicar que todo lo reducen a moneda de curso legal o, por lo menos, del curso legal que les interesa y conviene. José Bono es caro y López Garrido es muy barato; pero el PSOE no quiere ni oír hablar de Garrido para la mesa del Congreso. El PSOE es consciente de dónde está la ineficacia y dónde radica la estupidez. Y, como dice mi insigne amigo socialista, López Garrido reúne ambas cosas: ineficacia y estupidez, además de otros adjetivos que le ‘decoran’.

Castilla y León han perdido su papel estrella. No han alcanzado su protagonismo en el ámbito de la política nacional. La falta de partidos regionalistas en el Congreso y en el Senado convierte a nuestra comunidad autónoma en simple comparsa, por no decir en “culo del espectro político”. No basta adquirir la ciencia, decía Cicerón, es necesario también usarla.

Los supuestos partidos nacionales no solo no representan a León y a Castilla, sino que se convierten en súbditos de sus propios intereses. No son capaces de decir en voz alta lo que otros aventamos y predicamos a diario, sencillamente porque nada se paga tan caro como la audacia de decir en voz alta lo que se piensa en baja voz. Y es que, como decía Lucio Anneo Séneca, los que hablamos en voz alta no hemos nacido para un solo rincón, sino que nuestra patria es todo el mundo.

Jesús Salamanca Alonso