Ignacio Moratinos, candidato al Congreso por URCyL
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Los gerentes del odio, abanderados de la crispación y fusileros de la mentira no se cansaron de difundir que Rosa Díez iba a pasar al grupo de los “no adscritos” de la Cámara europea, sin abandonar su acta de eurodiputada. Tan solo la incomodidad de los ‘parturientos Pepiños’ y ‘calenturientos Rodríguez’ podía albergar tan viles acusaciones. El artículo que en su día publicó Rosa Díez, en el diario El Mundo, hizo comprender a muchos socialistas, y no socialistas, la mentira, falsedad e hipocresía existente en el entorno del Gobierno Rodríguez.
Al Gobierno, y al partido que le ha sustentado durante toda la legislatura, le incomoda la verdad explicada y razonada. Hoy nadie duda que ETA se está preparando para volver a atentar, salvo que reciba nuevos ‘juguetes’. Y Rodríguez teme que le ‘vuelen’ las elecciones; de ahí las carantoñas a ETA, las cesiones a Batasuna y lo que aún no sabemos; pero conoceremos en los próximos días, por el dossier que acaba de terminar GARA.
En el plano político, dudo que se pueda achacar a Rosa Díez lo que de ella se ha dicho. Lo que si sé, como ciudadano y como candidato al Senado por Unidad Regionalista de Castilla y León, es que se le puede adjetivar de muchas maneras. Su verbo es claro en las formas y certero en el contenido; le sobra credibilidad a chorros; fuerza admirable; temperamento firme y conocimientos suficientes para representar a las víctimas, denunciar a los verdugos y decir de quienes fueron sus compañeros de vieja que se han mostrado cual aficionados y traidores.
¡Cuántos políticos quisieran que se dijera de ellos lo que se dice de Rosa Díez! Prueba de lo dicho es que, llegado el caso, Unidad Regionalista no dudará en alcanzar pactos de progreso con su formación; pero muy difícilmente podrá hacerlo con el PSOE, representante de la corrupción, de la crispación política, de la traición a la ciudadanía, del pacto con los ‘titiriteros’ del canon y de los partícipes con los GAL.
“No permitiremos, sin luchar hasta el fin de nuestras fuerzas, que los terroristas entren en las instituciones democráticas del País Vasco (…)”. Ahí queda reflejada su razón de lucha permanente. Una razón que concuerda con lo que piensa la sociedad española. Desgrana lo que es para ella la verdadera derrota; la puntilla a tanto sacrificio; el fin de la resistencia; su entrada en las instituciones. “Si ellos vuelven, muchos de nosotros tendremos que irnos”. Y lo ha cumplido, demostrando que trabajará contra los verdugos y a favor de las víctimas.
El desconcierto en que se encuentra un sector del socialismo español hace que la presencia de esta mujer, de largo recorrido y demostradas destrezas, incomode a los dirigentes del partido y al Gobierno. No se atreven a mirarle a los ojos. El silencio hablaba cuando Rosa Díez acudía a las reuniones socialistas. Pero también es verdad que su presencia genera, en quienes están próximos al ‘pesebre’ gubernamental, una mezcla de miedo contenido, confusa desconfianza y evidente veneración.
A otros compañeros, como el bachiller ‘Pepiño’, la presencia de la eurodiputada, Rosa Díez, les produce sudores fríos y dolores de cabeza. Claro que, en este último caso, bien puede poner remedios con los seis mil euros mensuales de sueldo que le dan. Han leído bien,…Le dan, porque dudo que los gane; salvo que cobre por objetivos y sus múltiples insultos, tonterías y contradicciones se contabilicen como objetivos alcanzados.
Mientras Rosa es insultada y ‘despellejada’ de la forma más obscena, ruin y vulgar, ella sigue ahí. Sola. Defendiendo las libertades. Apoyando a las víctimas. Denunciando a los verdugos. Plantando cara a ETA y explicando las amenazas de Batasuna. Su simple presencia es suficiente para denunciar la ausencia de ética y falta de coraje democrático que atesoran muchos capullos de la rosa en el puño. Le han declarado la guerra sin cuartel, sin razón y con desprecio evidente. Pero detrás de Rosa Díez están los ciudadanos de bien, la honradez, la ética política y la esperanza en el futuro. Justo lo contrario de lo que puede llegar a representar el servilismo socialista.
Jesús Salamanca Alonso