En el Partido Popular no ganan para sobresaltos, aunque hay días que las noticias se juntan y una positiva ahoga a otra que lo es menos. Lo cierto es que el partido de Mariano Rajoy no está para tirar cohetes; hace tiempo que han empezado a aflorar las ‘navajas’ barriobajeras en forma de envidias, empujones, malas lenguas y peores intenciones.
Con Alberto Ruiz-Gallardón fuera de las listas, muchos afiliados y simpatizantes del Partido Popular se quedaran en casa gustosos el 9 de marzo. Hoy, sin ir más lejos, afiliados al citado partido en Castilla y León, mientras viajaban en el autobús, se conjuraban contra Rajoy para no colaborar con el partido ni acudir a las urnas el día de las elecciones, mientras otros más entraditos en años compartían esa misma falta de compromiso. Y es que ha sentado muy mal que Alberto se quedara en la estacada; peor aún sabiendo que se libraba una vieja batalla entre él y la presidenta de la comunidad de Madrid.
Esperanza Aguirre se ha salido con la suya, pero las guerras no son como empiezan, sino como terminan. La Historia política está llena de contradicciones, de errores repetidos y de envidias no confesadas. Volveremos a ver cómo estas dos figuras mediáticas de la política ‘pepera’ vuelven a las andadas, no tardando. Ya muchos años que uno aprendió muchos de los pensamientos de Winston Churchill y hay uno que siempre hay que tenerlo presente: “Me gustaría vivir eternamente, por lo menos para ver cómo en cien años las personas cometen los mismos errores que yo”.
Esa mala noticia para el partido, se contrarresta con el aterrizaje forzoso, y no esperado, de Manuel Pizarro. Pero el acierto no hemos de achacárselo al propio Mariano, sino a Rodrigo Rato. En esta ocasión, Rato no ha podido apoyar a Mariano Rajoy en cuerpo y alma, de ahí que haya utilizado sus buenas artes relacionales para captar al señor Pizarro.
Ha sido Rodrigo Rato, y no José Mª Aznar, el artífice del fichaje; aunque por motivos que no conviene confesar al PP, prefieren mantener a Rato libre de responsabilidad. Solo las malas lenguas y las peores intenciones han convenido en meter al ex presidente Aznar por medio. ¡Allá ellos con sus estupideces! Algo parecido habría que decir del sector de la prensa que también ha aceptado semejante juego, dejándose engañar. Ya se sabe en el PP que contra el PSOE todo vale; pero no se puede ir mintiendo siempre y achacar al contrario los errores de uno mismo.
Entre Manuel Pizarro y Rodrigo Rato existe una vieja, permanente y clara admiración desde hace tiempo. Rodrigo Rato no solo no deja tirados a sus amigos, sino que colabora puntualmente y con eficacia cuando se lo piden. Al contrario de lo que está haciendo Paco Álvarez Cascos: su frasecita sobre los alcaldes deja mucho que desear y tiene un claro destinatario. Nadie le quita méritos al “doberman”; hay quien dice que es como “El Cid”; en este caso, aun muerto políticamente, sigue ganando batallas en el Partido Popular, en directo y en diferido.
No tardaremos en salir de dudas sobre el escaso, casi nulo, gancho de Mariano Rajoy entre la afiliación de su partido, el electorado de derechas y de centro conservador. Hace tiempo quiso marcharse y no le dejaron. Hoy tiene sobre sí una fuerte responsabilidad. Si no gana las elecciones de marzo quedará como “Cagancho en las Ventas”, saldrá por la puerta trasera y se convertirá en el centro de los disparos dialécticos de la afiliación conservadora.
Hay provincias donde se la tienen jurada si no gana. Y si llegara a ganar por algún tremendo error socialista, deberá hacerlo con mayoría absoluta o próximo a ella. Los nacionalismos, verdadero cáncer de la España moderna, nunca permitirán que Rajoy toque poder.
A nadie se le oculta que el actual presidente Rodríguez es más cómodo, bien mandado y maleable. Pero cuatro años más de socialismo saldría excesivamente caro a una sociedad que ve cómo el Gobierno Rodríguez es incapaz de buscar soluciones a la fuerte crisis que ya sufren el 48 % de las familias españolas y que amenaza a otro 30 % más en los próximos seis meses.