Indignidad y traición de Rodríguez Zapatero

jesus10.jpg J. Salamanca zapa11.jpg Rodríguez

No es casualidad que una mayoría de ciudadanos, además de todas las víctimas vivientes, recordemos en estas fechas a Miguel Ángel Blanco. Hoy más que nunca hay que intentar rescatar aquel espíritu de unidad y decisión. Un espíritu que, no por casualidad, se conoce como “de Ermua”, a pesar de los dirigentes de su Consistorio para que sea utilizado el nombre y gracias a la población, donde — excepto trescientos firmantes de mala fe — aún se considera factible la recuperación del esfuerzo y del mencionado espíritu.

Hoy duele sobremanera la traición del Gobierno Rodríguez, sobre todo cuando se rememora lo sucedido y se comprueba que “Txapote” y adláteres de ETA asesinaron brutalmente a Miguel Ángel al demostrar su fortaleza el Gobierno y no ceder al chantaje y a la traición al Estado de Derecho. El Estado no cedió con Aznar, pero Rodríguez se ha bajado y quitado los pantalones; ha arrojado los calcetines; se ha desnudado por completo y no le ha importado ponerse “mirando a Cuenca” para recibir. De pena y de vergüenza.

Un presidente que resucita el odio, la crispación y la división de la ciudadanía no es digno de presidir el Gobierno de España. Lo mejor que puede hacer es convocar elecciones una vez que la legislatura está acabada. Ni siquiera con el cambio de ministros va a seguir engañando. Su crédito se ha agotado. Se arriesga a generar vacío y acumular desprecio. Es el momento de que se marche para seguir dando clase de Derecho Constitucional y, por supuesto, que repase sus clases. Aún no ha entendido la Constitución y tampoco ha aprendido a respetarla. Este Gobierno ha cerrado la “toma de temperatura” de futuros Gobiernos. Ha negociado con ETA y ese es su pecado. A cuestas lleva la penitencia.

 

 

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