Si la ministra no arregla el desaguisado, acabará “su” ley pareciendo un TBO feminista y confundiendo el lenguaje inclusivo con el sexual.
Por Jesús Salamanca Alonso / Cada vez que me veo obligado a consultar el proyecto de LOMLOE me llevo sorpresas. Empiezo por comprobar que es peor que lo que ahora tenemos, tanto en la forma como en el contenido. Peca por exceso del vulgar uso del lenguaje inclusivo; es tan reiterativo y aburrido que se convierte en un total despropósito. Hay situaciones contradictorias y torpes como abusar de esa interactividad y, en otras ocasiones, lo pasa por alto por no se sabe qué motivo. La redacción es un hazmerreír y con ella no aprobaría el alumnado de ESO y menos aún el de bachillerato. Bien es verdad que, por obra y gracia de la nueva ley, titulará hasta el apuntador sin esforzarse en exceso.
Fíjense en una contradicción: tanto como abusan del lenguaje inclusivo otras veces se olvidan de ello: “La propia Ley definió las evaluaciones (…) y los aprendizajes de los alumnos (¿y alumnas?) como elementos esenciales para conocer el funcionamiento de ambos y los resultados obtenidos por los alumnos (¿y alumnas?) escolarizados en las etapas obligatorias”. En vez de jugar con esa inclusividad que parecen no dominar, deberían aprender que existen vocablos como alumnado, profesorado, ciudadanía, concejalía… Supongo que la RAE no insistirá más en el tema porque es como predicar en el desierto.