El criterio sindical

Con una mano sujetan la pancarta. Con la otra ponen el cazo al Gobierno.

Creíamos que no se podía estar en la procesión y tocando las campanas. Oíamos a muchos que no se podía tener dos yernos con una hija o que no se puede sorber y soplar. Incluso, hasta decían que si se estaba en el Gobierno, no se podía estar en la oposición a la vez. Pues parece que las cosas empiezan a cambiar: la palabra se le ha dado al hombre para encubrir su pensamiento, decía Charles M. de Talleyrand. Y a fe que muchos lo llevan a rajatabla. Y lo hacen con la mentira permanente que es lo que hoy se llama: criterio sindical.

Todo lo mencionado acaba cayéndose desde que los sindicatos son parte del Gobierno, a la vez que pretenden estar en la oposición. Apoyan al impresentable presidente del Gobierno español, Rodríguez Zapatero y también presumen de estar en la oposición al Gobierno «para defender a los trabajadores». Esto último ni en broma. No consentimos a ningún sindicato de clase que se autoproclame como defensor de los trabajadores. Y menos después de haber abusado de su posición frente al trabajador. Los sindicatos de clase han contribuido, junto con el Gobierno de Rodríguez Zapatero, a desestructurar la economía nacional, destruyendo cuatro millones y medio de puestos de trabajo, a la vez que ha creado dos millones y medio de parados de muy larga duración.

En este momento, el mayor apoyo que tiene el actual y todavía presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, son las dos centrales sindicales que más daño han hecho al mundo laboral, en general, y a los trabajadores y trabajadoras, en particular. Incluso, aprovechando su estatus con abundancia de liberados sindicales, se ha permitido celebrar la situación por la que atraviesa el país, mofándose de los parados y de su situación personal y global. Recuerden las comilonas del sindicato socialista en un encopetado restaurante madrileño, donde el desembolso alcanzó los ciento cincuenta euros por comensal. No sé si han acabado locos de remate, pero sí «están locos de atar».

Nos resulta incoherente la actual situación de los sindicatos en España. Frente a sindicatos de honra demostrada, como son algunos sindicatos de docentes (STEs, ANPE, ASPEs,…) que se mantienen con las cuotas de sus afiliados, nos encontramos con los clasistas (UGT y CC.OO.) que se mantienen del uso de dinero público y del abuso de los presupuestos generales del Estado.

Los citados sindicatos docentes, si dispusieran de los mismos medios económicos que los segundos, hubieran sido auténticas ‘apisonadoras‘ creando empleo y repartiendo riqueza. Pero los sindicatos obreros, además de repartir pobreza, se han especializado en fomentar la cría de holgazanes, la figura del vago contemporáneo (liberado sindical) y la aquiescencia gubernamental para seguir destruyendo empleo.

UGT y CC.OO. están haciendo más daño social que un nublado en pleno mes de agosto. Eso sí, siguen poniendo el cazo para que se lo llenen y el Gobierno socialista no para de tapar «bocas obreras» para que no le enturbien el camino; un camino de golfeo consentido y de miserias mal repartidas hacia afuera, una vez que el ‘momio‘ queda dentro, para uso, abuso y reparto entre ‘besamanos‘ afines.

Como decía un conocido senador socialista y que felizmente disfruta hoy de una dorada jubilación: «¡Despreciables sindicatos obreros, que dañan al trabajador y genuflexionan ante el poder al que babean la mano!»

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