Hace tiempo nos dimos cuenta que el líder de la Unión General de Trabajadores –algo así como la mafia calabresa, pero en versión destructora de empleo — no sabe si mata, hiere o espanta cuando habla. Es sobradamente conocida su reducida capacidad de concentración, que no llega más allá de los cinco o seis minutos; de ahí que todos se dirijan a él con frases cortas, flashes y gestos. Como dicen sus cercanos: algo así como una torpeza no reconocida, pero sobradamente extendida.
Pues bien, este señor que va a manejar este año cerca de 100 millones de euros de todos los españoles que trabajamos y de los que no trabajan –a pesar del daño que hacen organizaciones como la suya en cuestión de empleo, infraestructura laboral y paro– no se corta ni un pelo a la hora de hacer declaraciones.
Dichas declaraciones las hace desde su ignorancia consentida y reconocida. Decía Baden-Powell que “la manera de conseguir la felicidad es haciendo felices a los demás”. Tal máxima no se da en este Candido, y menos aún después de haberse cruzado de brazos ante el paro, los parados, la destrucción de empleo y haber besado las pisadas del presidente del Gobierno, otro que tal baila, pero en versión gótico-esperpéntica.
La reforma laboral del PP, según este Cándido ugetero y agorero, es “como la motosierra de la matanza de Texas”. Es evidente que no sabe lo que ha querido decir, sobre todo tras haber demostrado la inutilidad de su organización para afrontar la alta tasa de desempleo, el fraude dentro de su casa sindical, la pendiente ‘noche de cuchillos largos’ de su sindicato y su propio fracaso como dirigente.
Bravuconada tras bravuconada, tontería tras tontería y despropósito tras despropósito no son méritos para seguir ahí medrando, poniendo el cazo, comiendo la sopa boba, insultando a quien crea empleo, engañando a la clase trabajadora, representando un ‘burdel’ innecesario y lucrándose de los presupuestos generales de Estado. Y de vez en cuando mostrando la verdadera cara sindical de este país, como es acudir a restaurantes de lujo y brindar por el paro, sin ser conscientes del sufrimiento del millón y medio de familias que carecen de todo tipo de ayudas y sin pararse a pensar que casi cinco millones de parados pueden echarse a la calle y comerles el terreno. Sin duda, la huelga contra los sindicatos está empezando a tomar forma, una vez demostrado que son enemigos públicos de los trabajadores, del regeneracionismo y del trabajo.
Los sindicatos son cómplices del terror laboral que asola a la estructura económica de España, como lo es el Gobierno y la dejadez que abanderan ambos. Nunca tan pocos habían hecho tanto daño. Jamás los representantes de la izquierda más vulgar y mediocre habían llevado tanta ruina a un país. En ningún momento de la Historia democrática de España, Gobierno y sindicatos habían tenido menos credibilidad que la prensa amarilla y afín al Gobierno socialista del gótico-esperpéntico, Rodríguez zapatero. La mecha está encendida y no deja de arder, cada día con más fuerza.