¡Pobre Juan Vicente,…! Sus entrevistas con el gafe de Moncloa le han llevado al desasosiego y a la frustración. En pleno siglo XXI, sus altos cargos del Gobierno regional le siguen cantando la canción infantil del colegio: «Vicente, culo caliente, la botijilla del aguardiente… ¿quién te ha robao la burra?… ¡Tú, tú!».
Mientras Herrera Campo, Juan Vicente, acampa en la mentira de sus más cercanos colaboradores, la ciudadanía aprende a cosechar el mañana, edificar el futuro y alejar al enemigo hacia inhóspitos lares. Y si el todavía presidente de Castilla y León, León y Castilla — tanto monta, monta tanto — duerme en su mecedora poltrona sin oposición que le perturbe, Castilla busca la fórmula de la ilusión para el mañana y… León… camina hacia la soledad del Reino que fue y pocos le reconocen.
León y Castilla, Castilla y León siguen siendo un mal avenido matrimonio. Muy mal avenido. Cuando el matrimonio, ‘gaymonio‘ o ‘lesbimonio‘ deja de funcionar… hay que romper los lazos antes de que sea tarde. Honore de Balzac solía decir que «el matrimonio debe combatir sin tregua un monstruo que todo lo devora: la costumbre».
Castilla y León, León y Castilla no deben permitir que la costumbre amalgame lo que artificialmente se unió. Ni una a otro, ni otro a una se dieron palabra. Y es que el medio más seguro de mantener la palabra es no darla nunca, en palabras de Napoleón.