A nadie le sorprende que exista una baja capacidad del alumnado español que cursa secundaria, sobre todo a la hora de llevar a cabo lecturas digitales, analizar e interpretar gráficos y realizar esos mismos con datos a la vista. En los tiempos de las nuevas tecnologías es inconcebible tener claras las competencias educativas que han de impartirse al alumnado y éste debe responder a las exigencias de ellas. Pero, además, el profesorado precisa una formación inicial que haga posible lo indicado.
No se entiende que comunidades autónomas como Castilla y León hayan desmontado la red de formación del profesorado que suponían los CFIES. La directora general que llevó a cabo tal estupidez estará eternamente en deuda con el sistema educativo y con la formación del profesorado en Castilla y en León, además de que debió ser ‘arrojada’ a las tinieblas de la incompetencia y la mediocridad. Hoy, el desaguisado de los centros de formación se ha convertido en nidos de nombramientos de libre designación para afines al Partido Popular y favores personales. Además, se ha demostrado que no sirven para nada, porque no atienden las necesidades del profesorado y mucho menos las de los centros educativos.
Actualmente se están despreciando las necesidades de formación pedagógica debido al diseño –deficiente, mal enfocado y peor estructurado — de lo que conocemos como máster en secundaria, así como al abusar del excesivo conservadurismo de los contenidos en la carrera de Magisterio. Hace poco escuchaba a un técnico del sindicato de profesores más preparado y digno del ámbito docente (ANPE) que “la formación inicial debe preparar a las nuevas generaciones de docentes para la realidad de las aulas y para los requerimientos de una sociedad tecnológica”. Bolonia está ahí y, hasta el momento, el profesorado universitario no ve luz al final del túnel, por lo que sigue dando bandazos y palos de ciego, a la vez que mutila la espesa hojarasca del proyecto.
Nadie duda que Bolonia sea política y no formación integral. Los métodos didácticos requieren una actualización permanente para adaptarse a los tiempos, a las formas y a las exigencias. El profesorado es consciente que la dotación de material no implica necesariamente calidad, por sí misma. Aunque los informes PISA tienen cada vez menos credibilidad, está demostrado que los países donde mejor funcionan los sistemas educativos invierten en el cómo y no en el qué. A ello se une que la implicación de los padres supone un plus de calidad realista e importante.
En España la educación no está de moda. Y prueba de ello es que, a pesar de la escasa credibilidad de los informes PISA, los datos se interpretan de forma sesgada e interesada, en vez de hacerlo de forma global. Interpretar por comunidades, por ejemplo, los datos del último informe PISA supone una clara mediocridad y un mal ejemplo de futuro, además de una muestra más de la insolidaridad que supone la España de las autonomías. Por cierto un mal ejemplo que ya crea el propio sistema educativo español, sobre todo desde que en 1990 se aprobó la LOGSE; una ley que iguala a todos por abajo y que defendía un falso igualitarismo social y decimonónico.
Hoy la gran apuesta de los sistemas educativos debe ser el profesorado. Y precisamente la motivación no debe ser el país que ha barrido en el estudio PISA 2009 (Shangai), sino países como Portugal, cuyos datos dicen que ha sido el país que más ha mejorado en términos generales. ¿Por qué? Pues porque ha apostado fuerte por la formación del profesorado, la evaluación, un clarificador marco jurídico y por otra serie de medidas que han hecho posible que los mejores y más preparados apuesten por la docencia y la formación. Mejor no mirar a Finlandia, porque entonces comprobaríamos lo contrario de lo que sucede en España: además de un profesorado muy bien pagado, éste no soporta la represión de áreas de inspección trasnochadas y especialistas en crear problemas en los centros educativos, el profesorado suele estar muy bien considerado socialmente y es la auténtica clave del sistema educativo.
La clave está en trabajar con realismo y dejar que sea el profesorado el protagonista de su propia formación para seguir siendo el principal pilar del sistema educativo. En muchas provincias, las áreas y/o servicios de inspección han hecho demasiado daño. Por eso, como decía un maestro de maestros, no hay peor cosa que dejar la educación en manos de los pedagogos de despacho. Decía Voltaire que los ejemplos corrigen mucho mejor que las reprimendas.