Por Jesús Salamanca Alonso / Ahora, Isabel Díaz Ayuso, candidata a la presidencia de Madrid, también estuvo a punto de recibir carta con balas de no haber sido interceptada esa en Correos. Esta vez sí han funcionado los sistemas de seguridad y control. En Barcelona se lo toman en serio, pero en Madrid…. De nuevo, Ayuso ha pedido tranquilidad. “Ante la violencia, serenidad y desprecio”. “La importancia que tiene es ninguna”, ha dicho, que es como hay que afrontar las cosas. “La serenidad es propia de sabios y experimentados, nada más”, en palabras de Sófocles.
“Esta gente busca su minuto de gloria y que estemos hablando de ellos. No les voy a dar el gusto”. Díaz Ayuso pasa de esas menudencias y ha vuelto a dar lección sobrada a la izquierda desnortada y a la tarambana ultraizquierda. A eso se llama seriedad, serenidad, elegancia, equilibrio emocional, sentido de la responsabilidad y de la proporcionalidad. Díaz Ayuso no ha salido corriendo a los medios de comunicación, como hizo Pablo Iglesias; el comunista demostró falta de todo, menos de afán de notoriedad y ansia de figurar. La prueba es que Rocío Monasterio debió salir a hombros de la SER porque cortó coleta y moña en el debate, dejando destrozada la falta de profesionalidad de la sectaria y activista Barceló.
Ahora comparen la actuación serena de los citados presidentes ante amenazas y la de la candidata a presidir Madrid, con las actuaciones del ‘chivillo‘ Iglesias, el ‘hacedor‘ de bulos, Marlaska, y la asustadiza Gámez. Son dos mundos totalmente opuestos, donde estos tres últimos ni siquiera consiguieron ser políticos de prestigio, perdieron el ‘oremus’ y están en el Gobierno como podían estar atendiendo un guardarropa de discoteca o poniendo cañas en un tentadero.