Las efectistas balas de CETME

Por Ignacio Fernández Candela / EL CORREO DE ESPAÑA / No está bien de la cabeza quien envía balas a los amenazados exigiéndoles la dimisión. Si es verdad que existe algún descerebrado que coacciona mediante un deleznable envío de balas, ha de ser detenido de inmediato. No hay cordura en quien otorga argumentos a la izquierda mamporrera, justificada ahora en el victimismo después de haber apedreado al adversario. Con el envío de unas balas de CETME no debe tardar la detención y poner a buen recaudo judicial a un extemporáneo fanático que no representa ni a VOX ni a ningún ciudadano de bien harto de este desgobierno criminal. Pero permítanme puntualizar el carácter efectista de tales amenazas sobre Pablo Iglesias, sus padres, la directora de la Guardia Civil o el propio Marlaska. ¿Precisamente amenazados de muerte los personajes en entredicho, los protagonistas de irregularidades o los objetivos de la sospecha con muchos frentes abiertos de escándalo público y pendiendo la espada de Damocles con exigencias de dimisión por sus, como mínimo, irregulares actitudes con abuso de poder, rayano o inmerso en el delito de la prevaricación?

Diría que existe tanta apariencia de espontaneidad en el suceso que no me extrañaría que hubiese sido pensado en algún despacho. La circunstancia lleva sello de inventiva, de manipulación, porque no hay lógica ni beneficio en el que amenaza, sino en los coaccionados que podrían encontrar un pretexto para que se desvíe la atención hasta que amaine la tormenta mediática. Y esa tormenta son las denuncias de VOX que a diferencia de la siniestra se enfrenta en los tribunales, legalmente, frente a la corrupción de Sánchez. ¿Ese es el “fascismo” al que pretende culpar el otrora vicepandemias? Si hay un loco que amenaza, ¿qué pretende? Qui prodest? ¿A quién beneficia el envío de balas justo en campaña electoral? Intentar hacer creer que la amenaza violenta procede de afines a VOX dice mucho del posible engaño tras el que Pablo Iglesias puede dar un golpe de efecto para confundir al electorado. Acostumbrados a mentir hasta en lo elemental, cuesta pensar que alguna vez digan ninguna verdad.

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