Esa fotografía no se ha librado de fuertes críticas de la gente de bien y de los familiares de las víctimas del terrorismo etarra.
Por Jesús Salamanca Alonso / No me cuadran la opinión de la actual ministra de Defensa con la fotografía que publicaron los medios de comunicación hace unos días. Una instantánea que ha hecho revolverse en sus sepulcros a cientos de personas que fueron servidores de los Cuerpos y Fuerzas de seguridad del Estado, además de a decenas de políticos que recibieron el tiro en la nuca, el violento secuestro y posterior ejecución o el atentado con bomba lapa.
La señora ministra, Margarita Robles Fernández, manifestó en una reciente entrevista que aún recordaba las imágenes fúnebres de los policías y guardias civiles asesinados por ETA, así como que tuvo que asistir a muchos entierros en su condición de secretaria de Estado de Interior, allá por los años 1994 a 1996. Precisamente por eso se le quedó “grabada a fuego” la canción cristiana “la muerte no es el final”, de Cesáreo Gabaráin Azurmendi, si la memoria no me falla. Y lo dijo con un presunto sentimiento de dolor y pesar aunque –vistas y conocidas las reacciones de algunos de sus compañeros de Gobierno actual– simplemente fueran lágrimas de cocodrilo.