La LOMCE lleva ya cinco borradores y en ninguno se han tenido en cuenta las aportaciones del profesorado. La comunidad educativa ha reaccionado inmediatamente y ahí está la respuesta contundente: José Ignacio Wert es el ministro peor valorado del ‘Gobierno mariano’. Y todo porque ese anteproyecto de ley introduce aspectos de dudoso calado para el éxito escolar. Puede acabar siendo una ‘ley de cangrejos’, con la que solo estén conformes los obispos y la Conferencia episcopal.
Hay datos curiosos en la LOMCE como las evaluaciones externas. Las menciona y las enrevesa pero no las explica ni las sitúa con precisión. Demasiada paja para no concretar nada y demasiado moho en el arranque del intento de reforma. La ‘gloria’ que alcance Wert será tan miserable como la que alcanzó el caduco e informal José María Maravall Herrero.
Tampoco me convence la eliminación de carga horaria de algunas materias. Descienden los contenidos, bajará el nivel del sistema educativo, se suprimirán muchas plazas de profesores y mucho más daño, como podrán comprobar si sale adelante ese bodrio de reforma. Esto último hará que algunas especialidades vayan a parar al baúl de los recuerdos y los profesores de las mismas al paro; así, sin más, lo que demuestra el desfase de la Universidad en España y el desastre que ésta ha ocasionado desde hace años. No hay más que ver cómo respiran los rectores de las cuatro universidades públicas de Castilla y León ante el desastre organizativo de la Junta que preside Herrera Campo.
La LOMCE no ofrece soluciones reales. No se escucha al profesorado y las Direcciones Provinciales ni hablan ni saben ni están ni se las espera. ¿Y las Consejerías de Educación? Peor me lo ponen, pues su demostrada indigencia intelectual las sitúa en el albañal de la política y de la esperanza ciudadana.