Vacío discurso de Herrera Campo, mi presidente.

No es de recibo cuanto dice Herrera Campo, mi presidente, sobre la austeridad, la racionalización y la eficiencia del funcionamiento de las comunidades autónomas.

Sigo desmontando el discurso de Herrera Campo, mi presidente, en la V Conferencia de Presidentes de hace unos días. Y lo hago desde el respeto y el conocimiento de Castilla y León. No se pueden consentir más palabras vacías para justificarse ni más mentiras para seguir en la poltrona. Mi comunidad autónoma se muere por falta de soluciones y deduzco que ni a usted ni a su gente le interesa demasiado esta cuestión. Usted sabe que, cuando se permanece tantos años en el poder, se difumina la realidad y se llega a pensar que todo el monte es orégano.

En Castilla y León nunca he conocido movimientos independentistas o separatistas y sí un compromiso firme con la Constitución de 1978. Con lo que no estoy de acuerdo es con que Herrera Campo, mi presidente, diga que todos estamos de acuerdo con el modelo territorial desarrollado. ¿Pruebas? Muchas. De momento compruebo que esta autonomía se muere a pasos agigantados: se marcha la juventud, los más preparados nos abandonan, nuestras universidades no dan respuestas válidas, se desatienden los centros públicos, cierran centenares de empresas, la propia Junta fomenta el paro por impago a las empresas, se desbarata la sanidad,… ¿De qué hablamos, presidente?

Se puede comprobar que las comunidades autónomas no han aportado cercanía al ciudadano ni mejoras visibles (fíjense en la Sanidad y en la Educación, cada vez más recortadas, mientras se mantienen órganos y organismos inútiles y ‘aventureros’). Sí saltan a la vista, sin embargo, excesivos defectos que hay que corregir, aunque sería preferible la devolución de las competencias al Gobierno central; se ha desmadrado el número de prebendas y de parásitos que pululan en los alrededores de los ‘albañales’ políticos.

No es de recibo cuanto dice Herrera Campo, mi presidente, sobre la austeridad, la racionalización y la eficiencia del funcionamiento de las comunidades autónomas. Ni siquiera existe coordinación entre ellas ni con el Gobierno central, cuando siempre tendrían que haberse tomado en serio el modelo, por lo menos hasta comprobar que no era viable por su despilfarro, su abultamiento de funciones, inútiles duplicidades y su error en querer convertirse en una forma de Estado; es decir, en una inservible imitación.

Tampoco se ha mejorado la cooperación horizontal. Ha habido muchas palabras vacías de cara a la galería: cohesión, coordinación, interlocución con el Estado. En esta parte del discurso de Herrera Campo, mi presidente, se ha ‘columpiado’ innecesariamente. Y también en esta parte queda desmontado su discurso. Para acceder a las libertades democráticas no eran necesarias las autonomías; mientras había vacas gordas todo era posible pero hoy ya no: si hay que abrir la Constitución y modificar el modelo de Estado, pues se hace. Cuanto antes, mejor. Aludir al bienestar y a la modernización para justificar las autonomías es pretender justificar lo injustificable.

El Estado central funciona perfectamente con delegaciones, como se hizo antes del Estado autonómico. Con las autonomías todo se ha duplicado, triplicado y, a veces, entorpecido. Si quiere, señor Herrera Campo, todavía mi presidente, lo discutimos, aunque a usted no le interesa ver que le tienen aislado sus cercanos colaboradores, mientras tenemos cargos y carguillos que no sirven para nada, excepto para incrementar el gasto y reducir la eficacia. ¿Acaso es ese su modelo de Estado autonómico, después de la guerra que está librando su partido por la sucesión que usted ha anunciado?

No es ninguna frivolidad dar por superado nuestro actual modelo territorial. No nos ha proporcionado ni autonomía política ni mejoras de calado. Ahí están las pruebas que mencionábamos un par de párrafos más arriba. Si a los compromisos contraídos por el Estado añadimos los incumplimientos de las Comunidades Autónomas, entonces tenemos una locomotora que tira y muchos vagones que son un lastre para el logro de los compromisos y la superación de esfuerzos que requiere la salida de la crisis.

Por eso mismo y por toda la vaciedad que encierran las ideas expuestas en el discurso de la V Conferencia, continuaré desmontando su discurso. Doy fe.

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