MANUEL LÓPEZ CAMARENA.- La flagrante incapacidad general del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, ese personaje nefasto que salió vencedor del duelo electoral en las elecciones celebradas cuando los muertos del 11M no habían sido enterrados aun -nadie dude que de haber gobernado el PSOE, y no el acomplejado PP, las elecciones hubiesen sido aplazadas sine die echando mano del socorrido, como estamos viendo, estado de alarma, que tiene mudos y sumisos a los díscolos controladores aéreos- ha puesto a España en una situación de desastre y alarma real, no sólo económica sino de todo tipo, que va a ser muy, pero que muy difícil, superar, si es que somos capaces de superarla en todos los órdenes, incluso en autonómico, cosa que me atrevo a asegurar que no.
Y ello, insisto, es sólo culpa del incapaz que ocupa La Moncloa y, bueno, por ser justo y exigente a la vez, de todos s paniaguados que no sólo han respaldado su locura política, sino que, figuradamente, han ido a arroparle todas las noches para que no se constipase. Vamos, algo así como aquellos demócratas de siempre, muchos de ellos de falsa camisa azul -unos de Ávila, otros de León, otros de…- que se acostaron un día tras arropar a Franco en su lecho de muerte en La Paz y al día siguiente estaban desmontando el Régimen y casi envueltos en la bandera bordada por Mariana Pineda y no digo en la republicana por no fantasear. O sea, que en España hay muchos arropadores, que digo yo que serán algo así como los agradaores que, refiriéndose a tanto pelota y tanto baboso existente en el mundillo de los toros, retrata mi amigo José Luis Lozano.
Prueba de lo dicho la tenemos en la errática, cuando no inexistente, actitud del Gobierno, incapaz de trazar una línea lo suficientemente razonable y sensata como para no tener que ir, por el pasillo del día a día, con chichonera y evitarse cientos de golpes en la cabeza. Y junto a ello, junto a lo desastroso del hacer de Zapatero, y los que le siguen, están los que, en silencio o con bastante sordina, no quieren perder aun la consideración de arropadores, por si acaso. Pero es que la cosa sucesoria, con el siniestro y tantas veces bajo sospecha Rubalcaba, levanta ampollas -¿con doble l, con ye, el…lle, (sonido catalán), o cómo?- diarias en las altas esferas socialistas, en las que Bono, dicen, quiere volver a coger cacho, aunque servidor, hoy como hace muchos meses, le sigue viendo incordiando en nuestra región -’… yo estoy en el tajo’- como una mala mosca cojonera o como una plaga bíblica… clamorosamente ineficaz como quedó demostrado en cuatro lustros de reinado republicano.
Y claro, como andamos en la pelea por el sillón, intentando apagar fuegos económico-financieros, avalando regímenes dictatoriales, ejerciendo el papel de agradaor o arropador con algunos líderes, por ejemplo Obama, pues resulta que, aun con su reconocida ineficacia, el presidente no tiene tiempo para nada, salvo, eso sí, para pedir al régimen norteamericano que presionase a partidos españoles, PNV y CiU, para que colaborasen en la aprobación de la, para servidor, ridícula ley Sinde, esa que sólo busca proteger a los amiguetes de la ministra y del de la ceja, a costa de dar un paso más en el radicalismo gubernamental, ese que nos acerca cada día un poco a realidades nada agradables tipo Cuba o Venezuela. O, en el colmo del servilismo ante el amigo de color, amañar un concurso para la adjudicación de un contrato de proyecto termo solar a una empresa norteamericana que se había quedado sin nada en ocasión anterior y estaba muy cabreada. O sea, que como ven, ¡hoy no me levanto ante la bandera de los EE. UU. y mañana me bajo lo que haga falta!, sin el menor pudor. ¡Así nos va en todo!